Las Rías Altas se reparten entre las provincias de A Coruña y Lugo, extendidas a lo largo de una costa de extraordinaria diversidad paisajística: cabos abruptos en Ortegal, acantilados en A Capelada y playas que dan a rías o a mar abierto. La zona esconde además pueblos marineros donde se pueden reponer fuerzas degustando tapas de marisco, pulpos a feira y chocos en su tinta.
La ruta por el norte de las Rías Altas se inicia en Ferrol, siguiendo la carretera que serpentea por la costa. Enseguida se llega al cabo Prior, protector de las playas de Santa Comba y Doniños, y a Valdoviño, donde la naturaleza muestra su generosidad en el arenal de A Frouxeira, un paraíso para surfistas de tres kilómetros de largo.
A veinte kilómetros espera la villa de Cedeira donde, tras realizar una pausa en una de las tabernas de su puerto, se sube por una pista a la sierra de A Capelada, en la que pacen yegüas de raza autóctona. El mejor mirador de esta sierra es el de Vixía da Herbeira, un balcón natural a 613 metros de altitud.
Mitos y leyendas
En la ruta abundan las aldeas marineras que mantienen un pulso con la costa. Una de ellas es San Andrés de Teixido –a 12 km de Cedeira–, anclada entre prados en la sierra de A Capelada. Su iglesia, vinculada al Camino de Santiago y mencionada en escritos del siglo XII, acoge una romería de arraigo en Galicia, durante la cual se cuelgan ofrendas hechas por los lugareños con migas de pan y ramas de tejo que llaman herbas de namorar. La aldea también está vinculada a la mitología gallega, según la cual por allí siempre vaga al anochecer la Santa Compaña y su procesión de ánimas en pena.
La ruta prosigue en el cabo Ortegal, al que se llega por una estrecha y sinuosa carretera que muere en el faro que lo culmina. Allí el viajero puede que sienta vértigo cuando se asome al precipicio para divisar, enfrente, los islotes de Os Aguillóns, bullentes de espuma y luchando contra las olas.
Sones celtas en Ortigueira
Tras Ortegal conviene hacer un alto en Cariño para degustar las sardinas lañadas –protagonistas de una fiesta gastronómica en agosto–, y luego bordear la costa veinte kilómetros hasta Ortigueira, cuya ría crea un estuario declarado Espacio Natural. Esta villa marinera, que preserva restos celtas, celebra en verano un festival que congrega a músicos hermanados por el sonido de las gaitas, la mejor banda sonora a este recorrido.
De la música celta que suena en Ortigueira saltamos al silencio que inunda la solitaria Estaca de Bares, el punto más septentrional de la península Ibérica, cuyo faro es hoy un pequeño hotel. Desde allí se disfruta de una panorámica del puerto de Bares y de la ría de O Barqueiro, una de las estampas más bellas del viaje.
La Mariña Lucense
En apenas media hora se llega a Viveiro, con una muralla en la que se abre la puerta de Carlos V (siglo XVI), la mejor para internarse por el angosto casco antiguo, repleto de tabernas. A partir de esta localidad la ruta penetra en tierras de la comarca lucense de La Mariña, cuyo primer punto de interés es Cervo –a 15 kilómetros–, famoso por la fábrica de cerámicas de Sargadelos, que pinta sus piezas de azul cobalto.
Cerca ya del final, al viajero aún le espera una de las mayores sorpresas del recorrido, la playa de As Catedrais, conocida en todo el mundo por la imagen de sus rocas horadadas como ruinas de un monasterio marino; para admirarla hay que acudir con la marea baja.
El viaje concluye en la más oriental de las Rías Altas, la de Ribadeo, donde el estuario del río Eo se funde con el mar Cantábrico a la altura de la isla Pancha. Es una delicia pasear por esta villa que conserva los callejones de su primitiva aldea marinera y las casas de su pasado colonial. Si se cruza al otro lado del puente de los Santos, el viaje continúa por la costa asturiana.
Para saber más
Cómo llegar: El aeropuerto más cercano es A Coruña. El coche es el mejor medio para recorrer las Rías Altas, repartidas entre A Coruña y Lugo.
Alojamiento: En la zona abunda la oferta de alojamiento rural.
Web de Turismo de Galicia
Web del Concello de Lugo
Web de A Coruña