El pintor y escritor Santiago Rusiñol bautizó en 1922 a Mallorca como la «isla de la calma». La mayor de las islas Baleares tiene la virtud de preservar lugares donde el tiempo parece haberse detenido y donde se vive de manera sosegada. En contraste, la capital balear es una ciudad de espíritu chic y trasnochador, que a la vez luce una fachada clásica con callejones medievales y edificios góticos que miran a su bahía mediterránea.
Pero si hay algo que se lleva la palma, nunca mejor dicho, en cuanto a atracción de visitantes se trata, son sus playas y sus calas. Más de 300 se reparten por su litoral y dejan ver los colores cambiantes bajo una superficie transparente y tentadora. La arenas a las que baña este Mediterráneo son para todos los gustos e intenciones. Desde la cala de Torrent de Pareis en la Sierra de Tramuntana hasta la popular y animada Es Trenc, al sur, hay todo un repertorio de parajes naturales donde estirar la toalla y disfrutar de Mallorca.
Y qué decir de sus pueblos. Más allá de las playas que perimetran la isla existen pequeños conjuntos de calles que se abrazan y se arremolinan para crear espacios íntimos donde se encuentra la esencia más local de la isla. Localidades como Deià, en la Sierra de Tramunetana, Alcudia, con una vertiente entre urbana y natural, o Fornalutx, con ese encanto rural único, son también una de las facetas que más atrae a los visitantes que buscan algo más que arena, sol y playa.
Y si hay una joya local que no se puede ignorar es Valldemossa, inspiración de artistas y residencia de monarcas que se ha descubierto como uno de los pueblos más bellos de Mallorca. Fachadas de piedra y carpintería verde se apiñan bajo la torre de la Cartoixa, también de ese color, rodean la plaza de la Cartuja, el Palacio del rey Sancho I de Mallorca o Ca’n Molinas, donde se vende una coca de patata y una horchata de almendra que quita el sentido.
Más allá de los pueblos de la Sierra de Tramuntana está su belleza natural, una maravilla de roca y verdes que puede visitarse a bordo del tren de Sóller, que sale de Palma y pasa por Bunyola, el Viaducto Cinc Ponts, el pueblo de Sóller y su puerto natural, que se puede conocer a través del histórico tranvía. El recorrido de 23 km entre las dos ciudades permite a los habitantes de la sierra y a los visitantes ir y volver de la capital fácilmente. En ella se encuentra una joya de la arquitectura, la Catedral de Palma, con multitud de curiosidades que desvelar, como la intervención de Gaudí en su reforma o los nombres de sus campanas.
Capital
Idioma oficial
Catalán y español
Visado
No