Entre las calles laberínticas y caóticas de Varanasi y la calma que desprende Púshkar se siente una energía difícil de percibir en otros lugares del mundo. No hay que ser hindú, ni siquiera creyente, para darse cuenta de lo que allí confluye. Son las ciudades más antiguas de la India y dos paradas obligatorias en un viaje en el que lo emocional pesa más que lo racional.