Largos campos de lavanda de color malva son posiblemente la estampa más famosa de la Provenza. Esta bella región del sur de Francia con vistas al Mediterráneo es exuberante en paisajes y lugares, conformando uno de los destinos más completos del país vecino. Poblada desde los tiempos de los fenicios, la Provenza tiene desde vestigios romanos y pueblos medievales hasta parques naturales y playas deliciosas.
La Provenza es el país de los sentidos: la vista queda enseguida desbordada por las parcelas de flores, olivos y viñas; por el reflejo del sol sobre la piedra blanca de los Alpilles o las fachadas ocres que doran las calles de Aix-en-Provence, por la ensoñación medieval de las murallas de Aviñón, antigua residencia papal durante la Edad Media, y el ancho Ródano bajo su célebre puente, o los vestigios romanos junto a la deliciosa Saint-Rémy. La vibrante y cultural Marsella, la población más antigua de todo el país, se completa con los monasterios circenses de la región y la belleza de sus campos.
Para conocer la Provenza hace falta completarla con el aroma a lavanda y a jabón vegetal de los mercados, el gusto del vino afrutado o la sinfonía de texturas y aromas que una tradición de paisajismo elabora en jardines y parques. No es casualidad que Cézanne y Van Gogh, dos genios del arte moderno obsesionados con el color y la luz, eligieran la Provenza como refugio y tema de sus obras.
Otra maravilla natural de la Provenza es el Parque Natural de la Camarga. Esta reserva a orillas del Mediterráneo seduce al visitante por la belleza de sus lagunas y pantanos donde se reúnen multitud de especies de aves entre las que destacan los fascinantes flamencos rosas, símbolo del parque. ¿Qué más se puede añadir? Dejarse cautivar por la elegancia y el encanto de la Provenza es una experiencia tan gratificante como apasionante.
Una de las rutas más fascinantes por la Provenza va de Aviñón a Aix-en-Provence. El punto de partida es una ciudad marcada por la sabia elección de los papas para pasar sin ninguna privación su exilio de Roma. Por ello quedan vestigios como el Palacio de los Papas y otros como la catedral de Notre-Dame y el puente de St-Bénezet. De ahí a Saint-Rémy, un pequeño pueblo con una importante herencia romana y paisajes que inspiraron a Vincent van Gogh. Les Baux, en el corazón de los Alpilles, se levanta sobre la roca presidido por una fortaleza que sirve como punto de partida al final del recorrido, Aix-en-Provence, famosa por sus aguas termales y su casco antiguo.