El otoño es la estación ideal para realizar excursiones, pues al espectáculo de la naturaleza se añaden las temperaturas moderadas, sin calor ni frío excesivos. Cuando los árboles caducifolios dejan de producir clorofila, los bosques se encienden con un caleidoscopio de rojos, naranjas, ocres y amarillos. Llega entonces el momento de disfrutar de paisajes que el declive de la luz y la cercanía del invierno transformarán radicalmente.
En Japón, el cambio de colores otoñal se designa con la palabra koyo y la información meteorológica incluye mapas con su progresión desde el norte hacia el sur del país, mientras los japoneses acuden a parques y bosques para contemplar esa apoteosis forestal. En España, el cambio de color en las hojas tiene lugar por término medio a inicios de noviembre. Pero el fenómeno se adelanta en las zonas de elevada altitud y aún más si están orientadas al norte.
Pasear por un hayedo, con su suelo tapizado de hojas y casi libre de sotobosque por la oscuridad que genera la tupida bóveda forestal, puede ser una de las experiencias cumbre del otoño. Si además se camina en silencio, atento al porte de los árboles o a los aromas del bosque, podemos sentir una actitud de respeto casi reverencial.