
La naturaleza es un inmenso taller con unas condiciones de luz únicas. La fuerza y la magia de algunos paisajes han seducido a los maestros de la pintura para crear sus mejores obras. Versiones únicas de lugares conocidos, pasados por el tamiz de la genialidad. Los impresionistas se enamoraron del dramatismo de las tierras normandas y se dejaron llevar por la luz del sur de Francia. William Turner, el gran paisajista inglés, dejó inmortalizados sus viajes por Europa, desde la bella Venecia a los Alpes. Monet, Cezanne y Hokusai reinterpretaron una y otra vez los paisajes que veían a diario, los nenúfares del estanque delante de su casa, la montaña de Saint Victoire y el Monte Fuji respectivamente. Ahí quedan también las escenas cotidianas del Delft de Vermeer, o del Suffolk de Constable y los lejanos y exóticos paisajes de Tahití que conmovieron a Gauguin y Matisse.