12 paisajes que inspiraron a grandes pintores

Desde la Provenza de los impresionistas a los viajes de Turner, los paisajes normandos y de las lejanas islas de Tahití, doce lugares que son mitos del arte universal.

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Toledo

Fue en 1577 cuando El Greco, procedente de Madrid, contempló por primera vez un Toledo de calles estrechas, laberínticas y sombrías. Un espacio urbano totalmente ajeno a la frágil delicadeza de Venecia o al esplendor de la Roma papal, donde había residido durante tantos años. El Greco inmortalizó la ciudad en diversos lienzos, Vista y plano de Toledo es una de las obras más importantes del último periodo toledano, data de 1608 y se exhibe en el Museo del Greco.

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Alpes, el glaciar Bossons

Joseph William Turner salió de su Gran Bretaña natal en 1802 para viajar por el continente europeo con los ojos ávidos. Estuvo en Calais, París y al llegar a los Alpes quedó extasiado por la magnificencia del Mont Blanc y su entorno. Allí pintó sus célebres cuadros El glaciar de Bossons y la Cartuja vista desde Grenoble. El llamdo “pintor de la luz” está considerado uno de los padres del impresionismo.

Foto: visitsuffolk.com

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Suffolk

Junto con J.M.W. Turner, John Constable es uno de los grandes maetros de paisajismo inglés, pero al contrario que este último que viajó por toda Europa, Constable dedicó todos sus esfuerzos a pintar los paisajes rurales ingleses, sin ningún tipo de artificio o idealización. Hoy en día, la región de Suffolk (donde pintó la mayor parte de sus obras) es conocida como “el país de Constable” (Constable Country), un territorio que se debe descubrir andando por la gran red de senderos que lo atraviesa. 

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Horta de Sant Joan

“Todo lo que sé, lo he aprendido en Horta”, afirmó Pablo Picasso. Todo Horta es un lugar picassiano. Las calles, las plazas, las casas... fueron captadas por el ojo genial del artista. El pintor malagueño estuvo en Horta de Sant Joan dos veces. La primera, a partir del verano de 1898, invitado por su amigo Manuel Pallarés, una estancia que se prolongó hasta febrero de 1899. La segunda fue durante el periodo de mayo-agosto de 1909, en compañía de Fernande Olivier. En su primera estancia, los dibujos y las pinturas utilizan un lenguaje tradicional; la segunda corresponde al momento de su gran aventura cubista. 

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Giverny

Si hay un lugar que evoca por sí solo el Impresionismo, ése es Giverny, donde Claude Monet se instaló  en 1883. En este pueblo de Normandía vivió el gran pintor y su familia durante 43 años en una casa con jardín donde pudo llevar a cabo sus dos grandes pasiones: la pintura y la botánica. Durante todo este tiempo, Monet no abandonó su refugio, tomando de su jardín, permanentemente florido desde el principio de la primavera hasta el final del otoño, la materia esencial de su obra. 

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Arles

Provenza cautivó a Vincent Van Gogh con su luz y colores. Fue en febrero de 1888, cuando el pintor se instala en Arles y vive una de sus épocas más productivas pintando en un año unos 150 cuadros y muchísimos dibujos. Fue en esta población provenzal donde empezó a utilizar las pinceladas ondulantes y los amarillos, verdes y azules intensos, claves en la obra de Van Gogh y que dio obras y estudios tan conocidos como la Casa Amarilla, los Girasoles, La habitación del pintor, El Puente de Langois…

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Tahití

En 1930, con 60 años de edad y guiado por su admiración por la obra de Paul Gauguin, Henri Matisse se subió a un barco de vapor en San Francisco para viajar hasta las lejanas islas de Tahití. "Voy al Pacifico para ver la noche y la luz del amanecer que deben tener otra densidad," dijo. Matisse vivió en Tahití -principalmente las islas Tuamotu- durante dos meses y medio. Allí dibujó, hizo fotografías, observó el mar, el cielo, la vegetación y los polinesios, a los que comparó a "dioses del mar".

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Delft

Johannes Vermeer, uno de los maestros del Siglo de Oro holandés, está estrechamente relacionado con la ciudad donde nació, vivió, trabajó y murió. Él plasmó como nadie la luz mortecina del invierno neerlandés, con sus brumas, el puerto y los canales de Delft y la vida cotidiana en la opresiva sociedad del siglo XVII. En la ciudad se puede visitar el museo dedicado al artista, aunque muchas de sus obras se exhiben en el Mauritshuis de La Haya.

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Monte Fuji

La obra magna del gran artista japonés Hokusai es la serie de 36 vistas del monte Fuji, el icono de Japón. Estos grabados de la montaña sagrada gozaron de una enorme popularidad en su época, por lo que posteriormente Hokusai añadió 10 vistas más a la serie. Además, años más tarde el propio artista inició una serie aún más numerosa, las “100 vistas del monte Fuji”.

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Yosemite

Una imagen del sol ocultándose tras el acantilado rocoso de El Capitán, en el gran parque de Yosemite, vista desde uno de los extremos del valle es la pintura más famosa de Albert Bierstadt (1830-1902). Este pintor de origen alemán llegó con tres años a Estados Unidos, vivió con intensidad la época de las grandes exploraciones del Oeste americano y con sus pinturas dio a conocer a sus coetáneos este vasto y desconocido territorio.

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Mont Saint-Victoire

Cézanne se instaló en Provenza a comienzos de la década de 1880. Su cuñado poseía una finca desde la que se veía la montaña de Sainte-Victoire, por la que Cézanne empezó a obsesionarse. Al igual que Hokusai en sus “36 vistas del monte Fuji”, Cézanne usa diferentes puntos de vista en la serie de pinturas de Sainte-Victoire, reinterpretando el paisaje y la luz alrededor de la montaña. Para conocer mejor la huella del artista en este lugar de Provenza se puede seguir la llamada Ruta Cézanne que une a lo largo de 4 kilómetrosla ciudad de Aix-en-Provence al pueblo de Tholonet.

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Roma

El pintor francés Camille Corot (1766-1875) hizo su primer viaje a Italia, entre 1822 y 1825, y descubrió los efectos de la luz del Mediterráneo. Los temas que pintó con más frecuencia eran restos de monumentos de la Antigua Roma, bajo la luz tenue de la tarde. Los plasmó sin concesiones, tal como los veía, como volúmenes que, sin perder el significado histórico, variaban según su estado de ánimo y punto de vista.

Valensole - Provenza

La naturaleza es un inmenso taller con unas condiciones de luz únicas. La fuerza y la magia de algunos paisajes han seducido a los maestros de la pintura para crear sus mejores obras. Versiones únicas de lugares conocidos, pasados por el tamiz de la genialidad. Los impresionistas se enamoraron del dramatismo de las tierras normandas y se dejaron llevar por la luz del sur de Francia. William Turner, el gran paisajista inglés, dejó inmortalizados sus viajes por Europa, desde la bella Venecia a los Alpes. Monet, Cezanne y Hokusai reinterpretaron una y otra vez los paisajes que veían a diario, los nenúfares del estanque delante de su casa, la montaña de Saint Victoire y el Monte Fuji respectivamente. Ahí quedan también las escenas cotidianas del Delft de Vermeer, o del Suffolk de Constable y los lejanos y exóticos paisajes de Tahití que conmovieron a Gauguin y Matisse.

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