Desde el frente marítimo hasta el pie de la sierra de Collserola y desde el barrio Gótico a la montaña de Montjuïc, la oferta museística barcelonesa es una de las más diversas de Europa. Mirando un mapa parece como si esta distribución por toda la ciudad se debiera a la cordial alianza entre un planificador urbanístico y un guía turístico. La descentralización resulta gratificante para el viajero, pues convierte el museo en un elemento dentro del paisaje de cada barrio, dota de significado al edificio que ocupa, lo vincula a un artista o a un estilo y aumenta el interés por descubrir qué contiene.
Los museos y espacios expositivos tienen una presencia muy activa en la dinámica cultural de la ciudad. Es síntoma de esta buena salud museística que en 2019 (antes de la pandemia) el número de visitantes que acudieron a museos y centros de exposiciones del Institut de Cultura de Barcelona (Icub) ascendió a un total de 4.824.376 personas, lo que supuso un aumento global del 5,3% con respecto al año anterior.