
El fuego, la lava incandescente y las humaredas han dejado paso a las arremansadas aguas de los lagos. Las antiguas calderas acogen en su seno una nueva vida que muchas veces todavía recuerda el pasado volcánico y en la composición del agua se hallan ácidos, minerales y otros componentes que la dotan de colores fantasiosos. Otros todavía guardan el fuego dentro y emanan aguas termales.