Álava entre salinas y viñedos
Que nadie se enfade, pero Álava es posiblemente el territorio más desconocido de los tres de la Comunidad Autónoma. Rioja Alavesa es una de las zonas enológicas más importantes del país, con tres enclaves (Elciego, Laguardia y Leza) que concentranbodegas muy renombradas, y algunas con una arquitectura espectacular, como la de Marqués de Riscal o Ysios. La mayoría ofrecen catas y visitas guiadas, así que quedan marcadas también en el mapa.
Desde aquí, además, la ruta hacia las dos siguientes visitas es relativamente cercana: las salinas de Añana, situadas a poco más de 30 kilómetros de la capital alavesay donde la sal y su producción se han convertido en un gran atractivo de visitantes y han creado un paisaje de lo más fotogénico.
Y aprovechando la situación a los pies del Gorbea lo lógico sería dirigirse hasta Vitoria-Gasteiz y dedicarle unas horas o incluso convertirla en el campamento base. Esta ciudad tranquila con una gran calidad de vida y estupenda gastronomía bien lo merece.

Foto: iStock
El interior de Vizcaya
El atractivo de la costa es innegable, pero es cierto que deja el interior de la provincia como una zona bastante menos conocida. Y es una pena, porque hay lugares que merecen mucho la pena.
No muy lejos de Vitoria, la localidad de Murgia (ya en Álava), es uno de los puntos más populares para subir al Gorbea. Ojo que son 10 kilómetros de paseo, 1450 metros de altura y unas cuatro horas de caminata.
Desde la localidad de Orduña se puede subir -tras unas cuantas decenas de curvas y un paseo caminando- hasta el Salto del Nervión. No sólo las vistas y el paisaje son espectaculares, sino que, si ha llovido recientemente, los 270 metros de desnivel convierten a esta cascada de agua dulce en la más grande de la península. Otra aparente bilbainada, aunque sea de las afueras.
A unos 45 minutos, y bordeando la frontera con Burgos, se llega a Balmaseda, primera villa histórica de Vizcaya y capital de la comarca de las Encartaciones. Pasear por su casco histórico y ver su puente -que en su momento fue frontera y aduana con Castilla- son parte del menú. Los amantes de los coches, por cierto, pueden desviarse unos kilómetros hasta Galdames y visitar Torre Laizaga donde se encuentra una de las mayores colecciones de Rolls Royce del mundo.

Zumaia y su flysch
La AP-1 es la ruta más rápida para adentrarse en Guipúzcoa y, de paso, ofrecer otra parada opcional si se quiere monte y visitar otro de los parques naturales más bonitos de la zona. En ese caso habría que tomar dirección Durango o directamente preguntarle a Google Maps cuál es la mejor manera de subir a Urkiola.
Con dirección a Deba, como no hay prisa -¿de eso va un road trip, no?- se puede ignorar la autopista AP-8 que une Bilbao con la frontera francesa y seguir por la nacional (N-634) hasta llegar a Zumaia.
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Menos conocido que otros pueblos de la costa guipuzcoana, Zumaia guarda un gran secreto. En realidad, de secreto no tiene nada porque es uno de los lugares más visitados del País Vasco: el flysch. Esta formación geológica en la playa es un auténtico espectáculo y que con marea baja se presta a una larga sesión de fotos.
Pero más allá de la postal, en realidad el denominado Geoparque de la Costa Vasca, uno de los 15 geoparques de España, incluye más de 10 kilómetros entre Mutriku y Zumaia e incluso la posibilidad de recorrerlos en barco de una a otra localidad para observar este fenómeno natural desde el mar.

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De Getaria a Hondarribia
Ya en ruta por la costa, sólo hay que dejarse llevar porque el recorrido está muy claro. Tras Zumaia llega Getaria, con su precioso puerto, una buena lista de asadores en los que comer -ojo, no son baratos-, el museo Balenciaga y, ya alejándose, la vista del “ratón”, una pequeña península que a lo lejos parece tener esta forma.
La carretera hasta Zarautz, pegada al mar, es de esas que se disfrutan, aunque sean sólo 5 kilómetros. Con su enorme playa, una de las mejores del País Vasco, ambiente surfero y una calidad de vida de esas que se notan nada más llegar el único peligro es que entren ganas de quedarse.
San Sebastián queda ya cerca así que si se quiere optar por una ruta más exótica -y notablemente más larga- se puede obviar la autopista y hacer la ruta Orio-Igeldo para llegar a la ciudad descendiendo desde este monte.
El calendario y el presupuesto marcarán cuánto tiempo dedicarla a San Sebastián, pero superada esta etapa la fronteriza Hondarribia puede ser un gran final para esta ruta. Eso sí, de camino merece mucho la pena parar en Pasajes. Por los dos, primero por San Pedro y caminar hasta el mar y, de vuelta, cruzar con el bote a San Juan y rematar con otro paseo hasta la punta de este singular puerto.

Bermeo / Foto: iStock
Gernika y la casta vizcaína
De Hondarribia hasta la zona que rodea Bilbao hay alrededor de hora y media en coche, pero vale la pena.
La primera parada es en El bosque de Oma, con sus conocidos árboles pintados por el escultor y pintor Agustín Ibarrola. La ruta obliga a recorrer la zona de Urdaibai antes de llegar a Mundaka y Bermeo.
Gernika, con su histórico roble y su Casa de Juntas, es otra de esas paradas imprescindibles a la hora de recorrer el País Vasco. Así lo pensaba también el escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien tuvo a Gernika como uno de sus lugares favoritos en el País Vasco.
La desembocadura de la ría de Gernika puede presumir de unas playas espectaculares (Laga y Laida), pueblos de postal como Elantxobe, otros entrañables como Ea y clásicos como Lekeitio. No son muchos kilómetros, pero sí unas cuantas curvas así que hay que tenerlo en cuenta a la hora de programar los horarios y la ruta.

Ea / Foto: iStock
Antes de que Juego de Tronos lo situara en el mapa, San Juan de Gaztelugatxe, entre Bermeo y Bakio, con sus 241 escaleras y su ermita casi en medio del mar, ya era una visita obligada. De camino a Bilbao, la ruta permite asomarse a las playas más populares de la zona.
Vale la pena adentrarse en la pequeña carretera BI-3151 para pasar por Armintza, un pequeño y poco conocido pueblo pesquero que tiene su encanto. Desde allí se ha de enfilar rumbo a Plentzia y Gorliz, dos bonitas localidades costeras donde merece la pena dar un paseo. Al menos si no es fin de semana, día de playa y hace buen tiempo, una combinación que lleva allí a muchos bilbaínos y hace que aparcar sea imposible.
6. El gran Bilbao
Aunque muchos se toman a chiste eso del Gran Bilbao en realidad esa es la denominación que incluye tanto la capital, con su centro histórico lleno de curiosidades, como los municipios vecinos por los que transcurre la ría del Nervión hasta su desembocadura.
Así que más allá de los encantos típicos de Bilbao, merece la pena seguir el curso de la ría. Primero por la margen derecha hasta alcanzar Neguri, municipio tradicional de la alta burguesía. Aunque la playa no está mal, también es buena idea seguir un poco más hasta Algorta y desde allí caminar junto a la costa de Punta Galea. Un paseo de varios kilómetros con una vistas y atardeceres increíbles.

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A la vuelta, por la misma carretera, en Las Arenas hay una cita ineludibles con el Puente Colgante. Cruzar en coche este bien Patrimonio de la Humanidad es toda una experiencia y una vez al otro lado, en la margen izquierda tanto Portugalete como la vecina Santurce también están separadas por un agradable paseo.
Por la margen izquierda de Bilbao, si hay tiempo y ganas de asomarse a algo del pasado industrial de la zona, una buena idea es parar en Trápaga, dejar en coche y subir en funicular de La Reineta hasta La Arboleda, una antigua zona minera reconvertida en un bonito espacio natural con sus lagos y todo.