El turismo slow no solo consiste en mirar con otra óptica a destinos cercanos, sino en redescubrirlos para ahondar en sus singularidades y disfrutarlas en plenitud. Esto es lo que sucede con Albarracín, una localidad a la que nadie discute su belleza pero que merece ser tridimensionalizada como algo más que una postal idílica. He aquí un paseo completo para no dejarse nada.