De Évora a Porto Corvo

Alentejo o cómo una región despoblada se ha convertido en la sorpresa de Portugal

Una escapada a una región que guarda pueblos de larga historia, aldeas marineras y playas salvajes modeladas por el Atlántico.

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iStock-179311768 (2). Viaje a una región despoblada

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Viaje a una región despoblada

El Alentejo ciega de blancura. Las casas de sus pueblos encaladas y veteadas de azulete. Los pavimentos de las calles, las cruces de término, los palacetes, son de mármol. De modo que cuando el viajero se adentra en cualquier localidad, tiene que entrecerrar los ojos para admirar su calmada belleza. Esta región del centro y sur portugués ocupa una tercera parte del territorio nacional. Y, sin embargo, solo cuenta con el 7% de la población total. El Alentejo está a la cabeza de las zonas más despobladas de Europa occidental.

«Atrapado» entre la algarabía playera del Algarve y la vitalidad de Lisboa, el Alentejo es un paisaje de lomas redondas. Las laderas y llanuras las ocupan, mayoritariamente, dehesas formadas por alcornoques –la región es la mayor productora de corcho del mundo–. De ahí que su sotobosque sea reino para cerdos cuya carne es muy apreciada. Para los españoles, supone una familiar transición del paisaje extremeño con el que linda.

iStock-879729108 (1). Una capital para pasear

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Una capital para pasear

La tranquilidad vital del Alentejo se entiende en su capital y mayor ciudad, la adormilada y coqueta Évora, con poco más de 50.000 habitantes. Évora está cercada por una muralla medieval que le confiere, sobre el mapa, un perfil redondito. Al noroeste, el fuerte de Santo António, con forma de cruz puntiaguda. En sus calles hay esa humedad y ese frío de los siglos acumulados. Se callejea placenteramente por ella hasta que, de tanto en tanto, se aparece en una plaza donde hay cierta bulla, como en la 1º de Mayo, que contienen su mercado municipal.

iStock-843357024. Una plaza monumental

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Una plaza monumental

Solo a un centenar de metros está la Praça de Giraldo. A su derecha, la catedral levantada a partir del siglo xii y que, además de mostrar sus retablos barrocos, tiene el atractivo de que se puede pasear por su almenada azotea tapizada de líquenes amarillos, alineándose el visitante con una torre campanario que recuerda sin descanso al Bastión de los Pescadores de Budapest. Aquí se bendijeron las banderas que Vasco da Gama se llevó en su expedición de 1497 en busca de la India doblando el Cabo de Buena Esperanza.

iStock-538983134. Templo culminante

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Templo culminante

Al salir de la catedral, a la derecha queda el punto culminante de Évora, presidido por un templo romano, que dicen es el mejor preservado de la Península Ibérica.

iStock-897955056. "Los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos"

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"Los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos"

En la iglesia de San Francisco, en el Largo (plaza) del mismo nombre, se encuentra uno de los lugares más inquietantes de Portugal, la Capilla de los Huesos. El rótulo que recibe en el frontispicio no puede ser más explícito: «los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos». El oratorio reúne restos de más de 5000 cadáveres, sacados de los cementerios de la ciudad cuando estos quedaron llenos a rebosar. Están ordenados cartesianamente recubriendo columnas, paredes y arcos, y son un espectáculo entre siniestro y naíf que, se supone, sirve al mensaje de que polvo eres y en polvo (o calavera empotrada) te convertirás.

shutterstock 703896706. Arraiolos al final de la colina

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Arraiolos al final de la colina

Salir de Évora permite reencontrarse con la refulgente luminosidad del Alentejo. Arraiolos es como un merengue en cuesta, con sus casas y plazas encaladas. Las abundantes canteras de mármol han servido para que las calles estén pavimentadas con esa piedra también blanca. Al coronar la colina se llega al severo castillo, contrastando con su piedra oscura, pero que no se olvida de ofrecer una torre-campanario blanca como la leche.

iStock-960624374. El castillo más impresionante

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El castillo más impresionante

La fortaleza más espectacular es la de Evoramonte. El topónimo despeja dudas, se halla sobre un promontorio y se trata de una defensa militar en la que prácticamente solo hay torres de defensa unidas por breves muros. Todo ello muy alto y muy medieval. Se construyó en 1306 y se rehizo en 1531, tras los estragos de un fuerte terremoto. Las vistas panorámicas que se dominan desde este fuerte enseñan el territorio y dan para jugar a descubrir dónde se ocultarán los monumentos megalíticos entre los árboles de la dehesa.

iStock-1051224582. Hallazgos prehistóricos

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Hallazgos prehistóricos

Y es que en el Alentejo hallamos menhires y crómlechs por doquier, generalmente bien señalizados y conservados. La reunión de piedras en círculo más desasosegante es el Cromeleque dos Almendres. Hasta el viajero más escéptico encontrará que algo hay de inexplicable en este monumento con grabados realizados en la piedra con criterios geométricos y astrales hace ocho mil años. Es el grupo megalítico más notable de la Península Ibérica. Pero hay más muy cerca, como el Menhir de Bulhoa o el de Outeiro.

iStock-1220212622. Discreta campechanía y vistas de infarto

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Discreta campechanía y vistas de infarto

Imposible desentrañar los misterios de nuestros antepasados, así que lo mejor es embarrancar en alguna bella población alentejana –todas lo son– como Elvas o Monsaraz, para disfrutar de la discreta campechanía de sus habitantes, de esa afabilidad y corrección tan lusitanas; pararse a degustar una sopa de verdolaga con queso de cabra; o admirar el trabajo de los tejedores de alfombras.

iStock-1236261501. Y al oeste, el mar

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Y al oeste, el mar

Si se tiene nostalgia del mar, el litoral de Porto Covo ofrece un océano bravo y salvaje de costas afiladas, más dadas al paseo romántico que al baño…, a no ser que se trate de un surfista de nivel.