La Alhambra está llena de rincones fabulosos; pero tal vez sea la Torre de la Cautiva uno de los más legendarios. El espacio, habitualmente cerrado al público por motivos de conservación, se podrá visitar excepcionalmente durante el mes de mayo.
“Cierta tarde, subiendo el estrecho barranco poblado de higueras, granadas y mirtos que divide la jurisdicción de la fortaleza de la Alhambra de la del Generalife, quedé sorprendido ante la poética vista de una torre morisca que se alzaba en el recinto exterior de la Alhambra…”. Así describe Washington Irving en el libro Cuentos de la Alhambra (1983) el placer estético que le brinda la contemplación de una de las torres de la muralla; pero el texto se refiere a la Torre de las Infantas y no a la Torre de la Cautiva.
Aunque ambas torres se asemejan externamente en su estructura, los expertos afirman que la decoración de la primera muestra un momento de decadencia en el arte nazarí; mientras que, al contrario, la Torre de la Cautiva es uno de los espacios más destacados de la Alhambra. De hecho, junto al Salón del Trono del Palacio de Comares, es representativa de uno de los momentos de esplendor del arte nazarí, el que coincide con sultán Yusuf I. Ello hace de esta ocasión una oportunidad única para viajar a Granada.
La pequeña torre, en la muralla norte, guarda algunos secretos. Solo al llegar a su estancia principal tras un acceso en recodo que servía para conservar la intimidad del interior, comprendemos que nos hallamos ante una torre-palacio. Un poema epigráfico del poeta y visir Ibn al-Ŷayyāb así lo confirma, pues llama a la Torre de la Cautiva, Qalahurra. Además de la sala principal, hay un dormitorio y una azotea, todo bellamente decorado. Destaca una singularidad arquitectónica: la presencia de piezas cerámicas de color púrpura en el alicatado de los zócalos, que es única.
Como mostró Washington Irving, la Alhambra está llena de leyendas. Y la Torre de la Cautiva no podía ser menos. Desde mediados del siglo XIX se la conoce como de la Cautiva porque se cuenta que en ella sufrió prisión Isabel de Solís, en el siglo XV. La joven era hija del alcalde de Jaén y estaba prometida con un noble de la misma ciudad. Pero el matrimonio no se pudo realizar cuando la novia fue capturada por Muley Hacén durante una escaramuza fronteriza. La joven acabó en Granada encerrada en la torre de la Alhambra; pero el sultán Muley Hacen, padre de Boabdil, se enamoró de ella. Y finalmente Isabel de Solís abjuró de la fe cristiana y se convirtió al islam como Soraya, que significa “Lucero del alba”.