Los templos de Angkor

Angkor: ruta por el tesoro jemer de la selva de Camboya

Lo que hay que saber antes de visitar los grandiosos templos del país del Sudeste Asiático.

La capital del antiguo Imperio jemer, que dominó gran parte del Sudeste Asiático, fue abandonada en el siglo xv y se perdió en el lento abrazo de la jungla hasta ser «redescubierta» por el naturalista francés Henri Mouhot en 1860. Hoy en día está conectada por avión con el resto del mundo y es una delicia pasar varios días disfrutando de sus innumerables construcciones, muchas invadidas por la vegetación.

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Foto: Getty Images

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La ciudad perdida Jemer

La tenue luz que anuncia el amanecer rodea las bicis que recorren los escasos cinco kilómetros que separan la ciudad de Siem Reap del yacimiento arqueológico de Angkor. En su templo más famoso, Angkor Wat, los primeros rayos de sol van coloreando de rosa las grandes torres que se elevan sobre la selva. 

Los historiadores consideran que el Imperio jemer empezó el año 802, cuando el rey Jayavarman II se autoproclamó devaraja (rey-dios) y trasladó la capital a Hariharalaya, al este de la actual Siem Reap. A finales del siglo ix, Yasovarman I instaló la capital en la nueva ciudad de Yasodharapura, también conocida como Angkor.

El periodo dorado jemer abarca del siglo xi hasta inicios del xiii, cuando el reino alcanzó su máxima extensión: desde las costas de Indochina en el sur hasta la actual provincia china de Yunnan en el norte, y desde Vietnam en el este hasta el golfo de Bengala en el oeste. Pero a partir de mediados del siglo xiii todo empezó a desmoronarse. Los arqueólogos apuntan a las hambrunas causadas por un largo periodo de escasez de lluvias y a un deterioro del vasto sistema de canalización jemer. Los constantes ataques de los pueblos tai, primero del reino de Sukhotai y después del de Ayutthaya, aceleraron el fin de seis siglos de poderío jemer. El imperio había llegado a su fin, pero su impronta seguiría viva durante siglos gracias a la influencia cultural y arquitectónica que dejó en los países de la región.

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Un centenar de templos

Además de la bicicleta, hay varias opciones para visitar el enclave arqueológico de Angkor. En Siem Reap se puede alquilar una motocicleta con conductor, un tuk-tuk o un coche, aunque este último medio de transporte le resta encanto a la visita. En bicicleta, el calor y la distancia entre los templos puede pasar factura conforme avanza la jornada. Contratar a un guía que explique el origen de la ciudad y el significado de los detalles arquitectónicos de los templos puede ayudar a entender la complejidad y riqueza de aquel reino.

Entrar en el recinto de Angkor Wat después de contemplar el amanecer es recomendable, no solo por el juego de luces sobre sus torres y el estanque que lo precede, sino para evitar las aglomeraciones. Este templo hinduista dedicado a Vishnu fue erigido a principios del siglo xii y, después del abandono de la ciudad en el siglo xv, fue el único que siguió habitado por monjes budistas. El recinto tiene forma rectangular, ocupa 2 km2 y está rodeado por un gran foso. La gran avenida que conduce al templo propiamente está jalonada por una balaustrada en la que se han esculpido nagas, serpientes mitológicas de cinco o siete cabezas que representan la lluvia o el puente entre el cielo y la tierra.

Las paredes de Angkor Wat son un museo al aire libre, con gran cantidad de estatuas y bajorrelieves que invitan a pasarse horas contemplando seres mitológicos, escenas de la corte o representaciones de las batallas libradas en los textos épicos del Ramayana o el Mahabharata. En el centro del recinto se levanta la estructura principal del templo, en el que sobresalen cinco prasat, torres con una forma piramidal típicas de la arquitectura jemer y que representan el monte Meru, hogar de los deva (dioses) en la mitología hindú.

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Los 216 sonrisas del Bayon

Saliendo de Angkor Wat en dirección norte se llega a la puerta sur de Angkor Thom, la última de las capitales construidas en la zona, que en su momento cumbre llegó a contar con una población de un millón de personas. La ciudadela fue construida tras al saqueo de la anterior capital, Yasodharapura, por parte del reino Champa en 1177. El impulsor de Angkor Thom fue el rey Jayavarman VII, una de las figuras más importantes en la historia jemer pues en el siglo xiii declaró religión oficial el budismo mahayana, dejando atrás siglos de veneración hinduista. Desgraciadamente, su obsesión por las ostentosas construcciones acabó por drenar al reino que, a su muerte, entró en la larga crisis previa a su extinción.

Todo el perímetro de Angkor Thom está rodeado por un foso. Cuando el visitante llega al puente de acceso a la ciudad, lo reciben dos hileras de 54 estatuas. En la de la derecha se alinean representaciones pétreas de deva (dioses), mientras que en la de la derecha se hallan los asura (demonios). Ante esta imponente puerta, el viajero se siente observado por los rostros del bodhisattva Avalokiteshvara.

En el centro de la antigua ciudad se alza la estructura más importante de Angkor Thom: el Bayon. Este templo budista simboliza el sagrado monte Meru y es famoso por los 216 sonrientes rostros que miran enigmáticamente al visitante desde las 54 torres que lo conforman. Más allá de la propia espectacularidad de la construcción, el trabajo del tallado en piedra es de una maestría sin igual y muestra muchos aspectos de la vida del reino jemer en el siglo xii.

Desde aquí se puede continuar la visita del recinto arqueológico por la avenida en dirección norte y girar inmediatamente a la izquierda para acercarse al Baphuon, un templo que fue conocido como «el mayor puzle del mundo». Debido a su descomunal tamaño, el edificio fue desmoronándose con el paso del tiempo y, a inicios del siglo xx, ya era una ruina que amenazaba con desplomarse. En 1960 se decidió restaurarlo y, para ello, se siguió un proceso minucioso, etiquetando escrupulosamente cada piedra que se desmontaba.

 

 

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La restauración del templo de Baphuon

Los trabajos de restauración del templo de Baphuon se detuvieron en seco debido al golpe de estado perpetrado por el general Lon Nol, que derrocó al presidente Norodom Sihanouk en 1970 y llevó a una guerra civil que daría el poder a los Jemeres Rojos en 1975. Este partido comunista comandado por Pol Pot quiso destruir cualquier atisbo de sociedad burguesa y convertir Camboya en una gran cooperativa agrícola mediante un régimen basado en el terror. En los cuatro años que duró su gobierno, hasta que los vietnamitas los expulsaron en 1979, murieron alrededor de dos millones de personas –un cuarto de la población del país– a causa de torturas, ejecuciones masivas, trabajos forzados y hambrunas.

A mitad de la década de los 90, después de años de guerra entre los Jemeres Rojos y el gobierno camboyano, el país fue lo suficientemente seguro para reabrirse al turismo y continuar el trabajo de reconstrucción del templo Baphuon de Angkor. Cuando regresaron al recinto, los arqueólogos se encontraron con alrededor de 300.000 piedras desperdigadas, sin ningún tipo de patrón, porque los registros habían sido destruidos. Tras una ardua tarea de investigación que duró 15 años, en 2011 se consiguió terminar el rompecabezas y hoy el templo se puede contemplar con toda su belleza.

 

 

 

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Angkor Thom, la última de las capitales

Volviendo a la avenida principal y continuando en dirección norte, se llega a la espectacular Terraza de los Elefantes, que era usada como plataforma por el rey y su corte para contemplar las ceremonias y los desfiles militares. Esta terraza formaba parte de la fachada del Palacio Real, del que se han conservado algunas puertas, parte de las murallas y el Phimeanakas, un santuario piramidal y escalonado que ya se integraba en Yasodharapura, la capital antes de que Angkor Thom fuera construida.

Hay que salir por la puerta Norte para dirigirse a Preah Khan, un templo erigido en 1184 por el mismo Jayavarman VII en honor a su padre. Desde aquí la mejor opción es regresar a Angkor Thom y cruzar la puerta de la Victoria para visitar las otras maravillas de la antigua capital jemer. Se trata de Thommanon, Chau Say Tevoda y Ta Keo, tres templos que merecen una visita de camino a uno de los templos más fotografiados de todo Angkor: Ta Prohm.

La estructura de este recinto budista de 1186 ha sido tomada por la selva; los gigantescos árboles que crecen en su interior permiten imaginar el estado de Angkor cuando los primeros exploradores franceses llegaron aquí a mediados del siglo xix –misioneros españoles y portugueses del siglo xvii ya dieron noticia de unas ruinas fabulosas en la selva de la actual Camboya–. Aunque se talaron algunos árboles para facilitar la excavación arqueológica, se decidió preservar la gran mayoría para mantener su aspecto original.

Se puede finalizar el recorrido por la zona principal de Angkor contemplando el anochecer en el estanque de Sra Srang. De regreso a Siem Reap, resulta entretenido descubrir los rincones de una ciudad convertida en el principal centro turístico de Camboya gracias a su cercanía a Angkor y a sus buenas conexiones aéreas con Vietnam, Tailandia y Birmania.

 

 

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La calles de Siem Reap

La calles de Siem Reap son un constante ir y venir de gente llegada de todos los lugares del mundo. La ciudad no defrauda a quien busca todo lo que un enclave del Sudeste Asiático puede ofrecer: masajes de pies, restaurantes que sirven una curiosa mezcla de platos de la gastronomía occidental y oriental, tiendas de recuerdos, mercados nocturnos con cientos de puestos de ropa, bares abiertos hasta altas horas de la noche en la famosa calle Pub Street… Aunque para algunos representa la peor cara del desarrollo turístico, Siem Reap es una ciudad agradable que dispone de todas las comodidades necesarias mientras se visita el inmenso recinto de Angkor.

Tras unos días –dos por lo menos– recorriendo la histórica capital jemer, es buena idea dedicar una jornada entera a los templos situados alrededor de Siem Reap y que, a pesar de situarse fuera de  los límites de Angkor, también forman parte del conjunto de monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Un lugar que nadie debería perderse es Banteay Srei, situado unos 20 km al norte. Aunque su tamaño resulta humilde en comparación con otros edificios, este templo del año 967 edificado por dos ricos hermanos brahmanes, es uno de los mejor preservados y cuenta posiblemente con los bajorrelieves jemeres más delicados.

Otro enclave imprescindible es la zona de Roluos, donde se erigía Hariharalaya, la primera capital del estado jemer, que precedió a Angkor. Se alcanza tras conducir unos 20 km desde Siem Reap por la carretera que toma rumbo este. Este conjunto alberga el Bakong, el primer templo-montaña construido por los jemeres, el año 881. El estilo sería reproducido después en otras construcciones, como el templo de Angkor Wat. En Roluos también se pueden visitar los templos de Preah Ko y Lolei, más sencillos que Bakong pero que permiten ver la evolución de la arquitectura jemer.

 

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La costa camboyana

A diferencia de Tailandia y Vietnam, Camboya no es un destino famoso por las playas, aunque también puede presumir de ellas. Se localizan en el suroeste, más cerca de la capital, Phnom Penh. Los 400 km que separan la ciudad de Siem Reap de la costa camboyana se pueden recorrer en autobús o en avión hasta Sihanoukville, aunque la primera opción aporta una visión más completa del país y permite contemplar el paisaje y la vida rural durante el viaje.

Si se atraviesa el país por carretera es aconsejable parar en Kampot, una ciudad colonial francesa que destaca por su ambiente relajado. En esta pequeña localidad las opciones varían entre deambular sin rumbo por sus calles de aire francés, sentarse a tomar una cerveza en alguna terraza o degustar un amok –curry de pescado con leche de coco– en uno de sus agradables restaurantes, hasta entretenerse contemplando el lento discurrir del río Kampong Bay, que puede recorrerse en barco hasta su desembocadura en el golfo de Tailandia.

A tan solo una hora y media en autobús de Kampot, se encuentra Sihanoukville, la ciudad costera más famosa de Camboya. Es un lugar ideal para disfrutar de unos días junto al mar en un entorno tropical. Sihanoukville cuenta con playas para todos los gustos, desde las más animadas con multitud de restaurantes y bares que casi tocan el agua y sirven pescado fresco, a discretos arenales alejados y tranquilos que apenas disponen de infraestructura.

Después de familiarizarse con la zona, lo más recomendable es alejarse del bullicio y subir al transbordador de línea que conecta con las islas esparcidas frente a la costa camboyana. Aunque ya se han construido algunos hoteles y hay planes para continuar con el desarrollo turístico, todavía conservan la calma y el aspecto que antaño caracterizaban a todas las islas del golfo de Tailandia.

Koh Rong, la isla más accesible y con más servicios, posee largas playas de arena blanca y un interior cubierto por una densa jungla en la que habita una variada fauna y flora. Al sur emerge la pequeña Koh Rong Sanloem, muy conocida por la famosa playa Saracen Bay, con más de dos kilómetros de longitud. A poca distancia se halla la selvática Koh Ta Kiev, una isla para robinsones en la que la electricidad solo funciona unas horas al día y no hay internet. En este rincón casi paradisiaco es posible alejarse de la civilización y disfrutar de la naturaleza desde un bungaló instalado frente al mar, mientras se degustan las delicias recién salidas del océano, aderezadas a la manera local, como calamares a la brasa o pescado en salsa de tamarindo.