Barcelona: capital del modernismo
Fue Barcelona uno de los núcleos más importantes en el desarrollo del Modernismo en España. Ahí está la Manzana de la Discordia sintetizando en pocos metros de distancia la envergadura que alcanzó este estilo en Cataluña. Discordia porque si en el fútbol contemporáneo hay un Messi y un Cristiano Ronaldo o, si en el cine, un Di Caprio y un Johnny Depp, o si en la música pop del momento hay una Rosalía y una Rihanna, en el Modernismo catalán había un Gaudí y un Domènech i Montaner. Hay tantos edificios a ubicar en el callejero que se podría decir que el Modernismo en Barcelona es un destino en sí mismo: Casa Amatller, La Sagrada Familia, Palau de la Música Catalana, La Pedrera, Casa Fuster, Park Güell, la Torre Bellesguard...

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Melilla: la gran desconocida
Tal vez ocupe los márgenes de todos los mapas turísticos, pero tanto Melilla como Ceuta son dos núcleos sorprendentes del Modernismo español. En concreto, Melilla tiene el orgullo de ser la segunda ciudad española con mayor número de edificios modernistas en su haber. Si uno se acerca al conocido como Triángulo de Oro de la ciudad, contemplará una sucesión de fachadas tan prestigiosas como las del edificio La Reconquista, la Casa de los Cristales o la Casa Tortosa, formando algo así como la famosa Manzana de la Discordia barcelonesa. Mención aparte, el Edificio Telegrama del Rif, con su gran ventanal ocupando el chaflán: un mito hecho arquitectura de la mano de Enrique Nieto y Nieto. A su vez, en Ceuta, destaca como magnífico exponente de Modernismo la Casa Delgado, también del mismo arquitecto barcelonés, sucesor de Lluís Domènech i Montaner.

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Comillas: a base de caprichos
Los caprichos nunca salen baratos. Y el Modernismo tiene mucho de capricho, más en Comillas. De ahí que en este estilo arquitectónico sea tan importante el arquitecto como el mecenas. Fue el caso de Eusebio Güell y Gaudí, por ejemplo. O de Antonio López y López, más conocido como primer Marqués de Comillas, quien cambió radicalmente para siempre la imagen de su pueblo natal. Con 14 años dejó Comillas para hacer fortuna allende los mares. Volvió a su Cantabria querida con tal fortuna que le permitió traer a los mejores arquitectos del momento a su pueblo, a Lluís Domènech i Montaner, Joan Martorell o el mismísimo Gaudí. Sin embargo, la joya de la corona modernista de esta villa cántabra se le debe al ‘capricho’ a Máximo Díaz de Quijano, concuñado del Marqués de Comillas. Efectivamente, Villa Quijano fue su capricho -y así se conoce a la villa actualmente-. El destino le jugó una mala pasada: apenas la pudo disfrutar en vida.

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Cartagena: con inspiración catalana
Una afortunada desgracia: así se podría definir la destrucción del antiguo centro urbano de Cartagena durante la revolución cantonal de 1873. Esa destrucción fue seguida de una reconstrucción. Financiada, claro está, por la acaudalada burguesía nacida al amparo de la industria minera. El resultado: genuino modernismo junto a palmeras. Virtuosismo de la mano, sobre todo, de Víctor Beltrí: riqueza de azulejos, curvas y colores. La visita debería comenzar en el Museo Regional de Arte Moderno para seguir por algunas de las joyas como el Palacio Aguirre, Villa Calamari y el Gran Hotel, declarados como bien de interés cultural, o la joya de la corona, el Palacio Consistorial.

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León: para soñar con hadas y dragones
Se suele comentar que en la confluencia entre la Calle Ruíz de Salazar y la Avenida Ruíz y Cajal, están resumidos los casi dos mil años de historia de la ciudad: al norte, en primer término, la torre románica de San Isidoro (S. XI y XII) y al sur, la Casa Botines (S. XIX). Ésta última aparece como el perfecto castillo de hadas. Tras su última rehabilitación realizada, la Casa Botines cumplió 125 años desde su inauguración como tienda y almacén textil. Hoy, luce como mayor museo de Gaudí del mundo. Y eso que los habitantes decían que no duraría mucho levanta al comprobar la solución que ideó Gaudí para sus cimientos. Se equivocaron con el genio.

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Linares: el modernismo que llegó en tren
Si Úbeda y Baeza son las joyas del Renacimiento andaluz, Linares es la Modernista y así todo queda en la provincia de Jaén. Hay que señalar a Alfonso XII como principal promotor del desarrollo de este estilo arquitectónico en Andalucía al otorgar el título de ciudad a Linares en 1875. Con él llegaron las prisas de una revolución urbanística acorde a la nueva categoría alcanzada. Se podría decir que el Modernismo de Linares es de inspiración catalana y llegó en tren: al menos la estación de Madrid, en el Paseo de Linarejos, es una de las joyas de la corona modernista.

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REUS: el origen de todo
Esta pequeña ciudad de interior es toda una sorpresa cultural en la Costa Daurada. Es el lugar que vio dar los primeros pasos a Gaudí. Allí tuvo su casa familiar, en la calle de Sant Vicenç. En la popular Plaça del Mercadal, el Gaudí Centre da buena cuenta de la vida y legado del genio. Sin embargo, es al salir donde aparece una de las joyas modernistas del amplio catálogo de Reus: la Casa Navàs, de Lluís Domènech i Montaner. Él es el arquitecto estrella. Lo mejor es disfrutar de su fachada con un vermut en alguno de los bares de la plaza. Después la ruta modernista por Reus sigue con auténticas delicias arquitectónicas como la Casa Gasull y la Casa Rull, en la calle de Sant Joan, tan juntas y a la vez tan diferentes. Ambas de Lluís Domènech i Montaner. Y la obra más destacada del mismo arquitecto, Institut Pere Mata, una maravilla modernista en la que ya se aprecian los rasgos esenciales del posterior Hospital de Sant Pau, en Barcelona.

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Zaragoza: aires de modernidad
La Exposición Hispano Francesa de 1908 contribuyó a que soplaran aires nuevos en Zaragoza. Aires que trajeron la elegancia y la fantasía del Art Nouveau. La burguesía local se afanó en darse también aires y comenzaron a construirse fincas y chalets por toda la ciudad, sobre todo, en el paseo Sagasta, la avenida más demandada en este particular Monopoly Modernista en que se convirtió la ciudad. Basta pasear por allí para alzar la vista en el número 11 (Casa Juncosa), en el 13 (Casa Retuerta) o en el 76 (Casa Palao). Aunque fue un modernismo típicamente residencial, hay también algunas obras civiles a destacar, como el Mercado Central de Zaragoza, o el Quiosco de la Música.

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Las Palmas: ejemplo de modernismo insular
El Modernismo canario es especialmente de detalles. La razón es que Canarias miraba más a Inglaterra que a la Península en sus contactos comerciales, con lo que del intercambio llegó el refinado eclecticismo inglés. Esa es la base que asumirá algunos de los argumentos de un Modernismo tanto de clara inspiración barcelonesa como centroeuropea. Fue en Las Palmas de Gran Canaria donde brilló más este nuevo lenguaje arquitectónico, centrado más en la decoración que en las soluciones arquitectónicas del conjunto del edificio. Algunas de las obras más destacadas son el Gabinete Literario, majestuoso entre las palmeras de la Plaza Cairasco y las diversas villas que salpican la Calle de Triana y la calle Perojo.

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Gijón: la marina más modernista
Gaspar Melchor de Jovellanos sería un señor de la Ilustración, pero varios años después de su muerte, otro movimiento entró con fuerza en su ciudad natal: el Modernismo. Lo hizo de la mano de la burguesía de la ciudad que quiso dejar bien patente su lustre a través de la arquitectura. Gijón vivió entre finales del XIX y principios del XX un impulso tanto económico como cultural que la aupó entre las ciudades más turísticas de la época y con mayor empuje financiero. No en vano se la conocía como ‘la pequeña Londres’. Las familias burguesas querían palacetes dignos y así fue como el centro de Gijón albergó muchas novedades. Entorno de las calles Corrida, Jovellanos, Munuza, Cabrales, Instituto, Moros, Trinidad y San Bernardo, principalmente, se reflejó tal bonanza con un modernismo que amplió su repertorio de elementos junto a las tendencias eclécticas e historicistas de la época.

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Madrid: el modernismo más ecléctico
Que la arquitectura modernista esté relativamente poco presente en Madrid no significa que carezca de algún que otro edificio destacado del estilo arquitectónico más urbano de todos los tiempos. En Madrid, el Modernismo se hizo ecléctico. Literalmente, pura facha, ya que se hizo vistoso en ornamentación de los cerramientos de los edificios. Eso sí, sin hacer profusión de la decoración de modo que en ocasiones se trata de un Modernismo que pasa desapercibido. Sin embargo, no es el caso de la Casa Gallardo, en la calle Ferraz, de estilo afrancesado o el Cine Doré, actual sede de la Filmoteca Española. La otra joya de la corona modernista es el Palacio Longoria.

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Salamanca: ciudad dorada, culta, sabia... y modernista
Salamanca es conocida por su impresionante repertorio patrimonial y cultural. Destaca su trazado medieval y diríase que todo es renacimiento o barroco. Pero incluso en una ciudad así hay vida más allá de la cantería. Salamanca tiene algunas muestras de técnica Modernista que ya la querrían para sí otras ciudades. La principal se debe a Miguel de Lis, un industrial que solía viajar mucho por Europa, donde se empapó de las nuevas tendencias del Art Noveau. Quiso para él mismo una casa modernista como las que había visto fuera de su ciudad. La suerte es que tuvo a su disposición a Joaquín de Vargas que supo levantar para él Casa Lis, un impresionante palacete que ocupa parte de la antigua muralla de la ciudad como si fuera síntesis de la historia arquitectónica. Su fachada norte es la que concentra todo el virtuosismo de vidrieras y arquitectura de hierro característico del movimiento. Y no queda aquí la cosa, también la Plaza del Mercado o la Plaza de Toros "La Glorieta" son claros ejemplos de Modernismo en Salamanca.

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Valencia: el exotismo modernista
No sólo la ciudad de Valencia, toda la comunidad recibió la impronta modernista. Un modernismo con fuerza exótica y sensual al entrar en contacto con la exuberancia de la huerta. Abundan los elementos naturales y florales, la asimetría, la baldosa hidráulica. El Modernismo valenciano no duda de tomar prestado motivos tan exóticos como los del arte japonés, mezclados con la simbología propia de la región. El Mercado Central de Valencia es una de las joyas de la ciudad, levantado por Alejandro Soler March y Francisco Guardia Vial, los dos discípulos de Domènech i Montaner. Una ruta completa se suele iniciar en la Plaza de la Almoina, una de las más antiguas del centro histórico, para ver la casa Punt de Ganxo (1902), así llamada porque la decoración de su fachada recuerda un punto de ganchillo. Desde allí se continúa por las calles Colón, Sorní, Ramilletes y Marqués del Turia, hasta llegar a la Estación del Norte.

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Teruel: el modernismo también existe
No hizo falta inventar ningún lema para que el Modernismo existiera en Teruel, sólo necesitó a unas cuantas familias burguesas deseosas de lucir en su patrimonio el nuevo estilo que estaba dando luz en toda Europa. Fueron de la mano de Pau Monguió i Segura, que se había alimentado del Modernismo catalán como del lenguaje de la Secesión vienesa. A él se dirigieron a la hora de diseñar sus edificios como en el edificio La Madrileña, una singularidad debido a la extrema estrechez de su fachada. Más espacio tuvo para explayarse en El Torico, donde la casa se abría a dos fachadas donde dejó ir su expresividad al máximo, con una decoración diferenciadas por cada una de sus plantas.

Foto: Turismo de Ferrol
Ferrol: modernismo entre minas
Desde el Dispensario Antituberculoso de la calle del Sol hasta los más bellos ejemplos de arquitectura civil como Casa Antón, el Modernismo de Ferrol es una sorpresa por descubrir. El barrio de La Magdalena es el epicentro de este estilo que maridó perfectamente con el racionalismo con el que se delineó su trazado urbano. Con más de una veintena de edificaciones, la gran mayoría firmadas por Rodolfo Ucha Piñeiro, es una de las excepciones entre las ciudades gallegas en cuanto a desarrollo del Modernismo.