Llega a ser algo escalofriante plantarse en Matera, a los pies de la iglesia rupestre Santa María de Idris, frente a los Sasso tallados en la piedra y pensar que se está ante una de las ciudades más antiguas del mundo. Sus primeros asentamientos datan del Paleolítico; junto a Damasco y Jericó ha sido el único lugar poblado de forma ininterrumpida desde hace 10.000 años. Y sus sassis, esas 1.500 viviendas milenarias excavadas en la toba volcánica, hogar de cisternas que se abren paso por el interior de la roca y por las que la ciudad es Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco desde 1993, son testigo de ello.