
El concepto se lo inventó un granjero de la zona en los años 50 cuando esquiaba en Steamboat y, tras una caída espectacular, se levantó con el cuerpo y el rostro totalmente rebozados. Mientras se sacudía la nieve comentó que aquel polvo blanco le cosquilleaba la nariz como burbujas de champán. La frase caló tanto que unos años después el departamento de marketing de la estación no dudó en hacerla suya registrando la marca Champagne Powder®.
Esta nieve polvo, fría y seca como ninguna otra, ya no tiene un solo dueño sino que pertenece a una de las cordilleras más largas e imponentes del planeta, las Montañas Rocosas. A este paraíso anhelado por miles de esquiadores y esquiadoras de todo el mundo se accede desde la cosmopolita Denver, la capital de Colorado.
Aterrizar en Denver
No deja de sorprender que una ciudad de solo medio millón de habitantes posea uno de los aeropuertos más grandes y modernos de Estados Unidos. Esto se debe a que la capital de Colorado no solo es la puerta principal de las Rocosas sino que, al estar situada prácticamente en el centro del país, constituye un lugar estratégico para las compañías aéreas con conexiones en todo el continente norteamericano.
En Denver conviven en buena consonancia montaña y llanura, mundo urbano y rural, tecnología y arte. Y el centro tiene todo lo que se puede esperar de un destino turístico: museos, conciertos, teatros, zonas verdes, un downtown con las mejores tiendas y, por supuesto, rascacielos altos y modernos. Pero, a diferencia de cualquier otra gran metrópoli norteamericana, detrás de esos rascacielos Denver tiene un attrezzo exclusivo: las Rocosas, la cordillera que recorre de norte a sur Norteamérica. Fundada en 1858 como base para buscadores de oro y plata, su empuje definitivo llegó con la línea de ferrocarril que unía Chicago con San Francisco a través de Colorado. En 1914, por la Union Station, una de las cuatro estaciones que ya había por entonces, circulaban 200 trenes al día.

Foto: iStock / Union Station de Denver
Algunos aficionados a los deportes de invierno, ansiosos de pisar nieve, pasan por Denver de puntillas. Es un error; la ciudad merece algo más que una visita fugaz. Su agenda de actividades funciona todo el año y tiene una lista extensa de museos, algunos de ellos muy originales, como el Black American West Museum, el único del país dedicado exclusivamente a la raza negra y a su contribución en el desarrollo del oeste americano. Denver ha sido siempre una ciudad dinámica con una alta presencia de emigración latinoamericana que, entre otras cosas, ha aumentado considerablemente el nivel gastronómico. En sus calles abundan restaurantes dirigidos por conocidos chefs de México, Colombia, Argentina, Venezuela... Por cierto, visitar Denver y no probar una de sus cervezas es poco menos que pecado. Introducida en los años 1870 por un emigrante alemán que fundó la Coors Brewery, la cerveza de Denver tiene varios festivales y multitud de cervecerías que tiran todo tipo de variedades artesanales.
Entre nieve Champagne
Llega el momento de lanzarse a probar la nieve Champagne en las estaciones más famosas de las 32 que hay en el estado de Colorado. Pero antes conviene saber que la dificultad de las pistas se indica de manera diferente que en Europa: el color rojo solo se utiliza para mostrar la línea de remontes mecánicos; el verde señala los trazados muy fáciles, de principiantes; el azul, las pistas con una pendiente de entre el 25% y el 40%, el equivalente al rojo en Europa; el color negro marca las más difíciles, que se representan con un rombo, el Diamond.

Foto: Getty Images / Aspen
¡Ojo con los diamantes negros! Son solo para expertos y los hay de dos tipos: un diamante o dos diamantes. Las pistas marcadas con doble diamante negro tienen un desnivel considerable y pueden ser peligrosas, exigen un buen nivel técnico y una gran preparación física. Otra particularidad de las estaciones americanas y en especial de las de Colorado es que están muy bien vigiladas por los patrols. Se trata de pisters (el servicio técnico de la estación, recolocan vallas, señalización, etc) que tienen la autoridad de retirar el forfait y expulsar de la estación a quien, por ejemplo, entre a toda velocidad en una zona de debutantes.
Como en una película del oeste
El recorrido empieza en Summit County, un condado a las puertas de las Rocosas, cerca de Denver. La autopista I-70 conduce hasta el lago Dillon, espectacular como todos los de la zona y muy fotogénico en invierno por el contraste entre el azul del agua y la nieve de alrededor. Es el pantano que abastece de agua potable a la capital y las ciudades cercanas. A partir de aquí, hay que abandonar la autopista y tomar el desvío a las tres estaciones del condado: Breckenridge, Keystone y Copper Mountain.
Breckenridge es una de las más concurridas de Colorado porque tiene un extraordinario y muy equilibrado abanico de pistas para contentar a todos los aficionados. Pero, nieve al margen, uno de sus atractivos principales está precisamente a pie de remontes y es la mismísima localidad de Breckenridge. Sumergirse en el centro, con sus casas victorianas, su calle principal, sus cantinas y saloons, es como si de golpe se entrara en una película del oeste. El viejo Breckenridge conserva casi intacto el ambiente de los pueblos mineros de mediados del siglo XIX.

Foto: iStock / Breckenridge
Precisamente por cumplir gran parte de los requisitos y deseos de todo esquiador –buenas pistas, orientación perfecta, nieve excelente, acceso rápido desde Denver y diversión asegurada cuando cierran los remontes– Breckenridge tiene un problema: los fines de semana y días festivos las aglomeraciones están aseguradas.
De estación en estación
A medio camino entre las estaciones más caras, como Aspen y Vail, o la bulliciosa Breckenridge, se halla Keystone, capital del esquí nocturno desde hace 40 años. Esta oferta le ha dado una gran popularidad en todo el país. Fue la primera estación que apostó seriamente por iluminar diferentes sectores del dominio esquiable y así dar vida a la estación mucho después de la puesta de sol. Keystone se extiende a los pies de tres montañas imponentes: Dercum Mountain, North Peak y Outback; las tres superan los 3500 m de altitud.

Foto: Shutterstock / Keystone
La tercera estación del condado es Copper Mountain, muy popular entre los habitantes de Denver por ser una de las más económicas y por la cantidad de árboles que flanquean sus pistas. Los días de viento los pinos de las cotas media y baja de Copper Peak y Union Peak, las montañas más relevantes, resguardan de las inclemencias meteorológicas. Las pistas más difíciles, dobles diamantes negros, están en las cotas altas, a 3600 m, y tras una fuerte precipitación, colmadas de nieve virgen, son el delirio de los freeriders de Denver, que en apenas una hora se plantan en la estación. Sus trazas impolutas son la envidia de quienes no han madrugado.
Colorado tiene dos estaciones que figuran entre las diez más destacadas del mundo: Vail y Aspen. Aquí continua la ruta. No resulta en absoluto exagerado decir que Vail es el centro de esquí mejor comunicado por carretera. Si uno se imagina que está conduciendo por una autopista de dos carriles por banda (de nuevo la I-70) y de repente se topa con este inmenso panel: «Exit 176. Ski Areas Vail-Beaver Creek. Next right». Tal cual, Vail tiene su propia salida de autopista. Sorprende mucho a los europeos, acostumbrados a alcanzar las estaciones al final de carreteras de curvas, estrechas y empinadas.
Vail reserva más sorpresas: no hay un mapa de pistas, sino tres. El principal detalla el área de Front Side, a los pies del pueblo. Se trata de una de las mayores extensiones de Colorado, con un desnivel que supera los 1100 m y 200 pistas, una de casi 7 km de largo. La segunda zona, Blue Sky Basin, es la más nueva; se inauguró en la década del 2000 después de muchos años de discusiones con los ecologistas que se opusieron radicalmente al primer proyecto, de dimensiones faraónicas. Tranquilas, anchas, de descensos suaves, bien protegidas del viento por una amplia zona boscosa y con poca afluencia extranjera, las pistas de Blue Sky Basin son las preferidas por los habitantes de Vail.

Foto: Getty Images / Vail
El tercer mapa, el de Back Bowls, ha hecho de Vail una de las estaciones más famosas de América entre los esquiadores y surfistas expertos. Se trata de una extensa zona fuera pista con cuatro telesillas que permiten a los freeriders ascender hasta el dominio de nieve virgen controlada más extenso de las Rocosas. Está situado, como indica su nombre, a la espalda de Vail, donde las máquinas pisa-nieve no entran ni por equivocación. Todas las pistas son negras, de uno o dos diamantes, y presentan numerosos obstáculos naturales. La gran ventaja de esquiar fuera pista en los Back Bowls es que los patrols acuden a rescatarte en caso de accidente.
A las cuatro de la tarde, las tres áreas de la estación se vacían y pasan el relevo a las calles, que lentamente se llenan de color y alegría: empieza el après-ski americano. Una de las actividades culturales de más éxito es el Colorado Snowsport Museum, donde se explica con detalle la llegada de los primeros esquiadores, emigrantes noruegos que dejaron su huella. Se evoca la figura de Sondre Norheim, padre del esquí moderno, y la de Jake Burton, impulsor del snowboard, que falleció en 2019 a los 65 años.
Y, por fin, Aspen
Vecina de Vail y también con salida propia de autopista, se halla Beaver Creek. Las dos estaciones pertenecen a la misma empresa y comparten forfait. Si no están unidas por telecabinas es porque los americanos no son partidarios de las macroestaciones al estilo Alpes franceses, y porque entre ellas hay parques nacionales en los que no se toca ni la rama de un árbol. En Beaver Creek se practica un esquí más tranquilo que en Vail, pero más elitista. Aquí se cita cada invierno la crème de la crème americana. Tom Hanks, Tiger Woods, Justin Timberlake o Cameron Diaz poseen segundas residencias a pie de pistas. Sin embargo, la estación por excelencia para las celebrities de Estados Unidos no es otra que Aspen, el próximo y último destino de este recorrido.

Foto: Getty Images / Maroon Bells, a 19 km al sur de Aspen
Aunque sea la más alejada de Denver, Aspen está muy bien conectada con las principales ciudades norteamericanas gracias a un aeropuerto situado a solo 5 km. La historia de la pequeña y mundialmente famosa Aspen es tan intensa como curiosa. Emplazada en el Roaring Fork Valley, en la parte occidental de Colorado, está rodeada por una riqueza natural y una biodiversidad que en su día enamoró a los indios ute. Allá instalaron sus poblados durante dos siglos, hasta que en 1870 fueron desplazados por el hombre blanco cuando descubrió que las montañas escondían toneladas de plata. La noticia corrió como la pólvora y, a finales del siglo XIX, Aspen se convirtió en un próspero pueblo minero en el que vivían 12.000 personas y que disponía de escuelas, hospitales e incluso un teatro.
En los años 1930, con las minas casi agotadas, la plata devaluada y la Gran Depresión, Aspen cae en desgracia y se queda con solo unos 400 habitantes, dedicados a la ganadería y la agricultura. Finalizada la II Guerra Mundial, unos inversores buscaban un enclave de montaña para construir una estación de esquí, y así empieza la tercera etapa de la historia de Aspen, la más esplendorosa.
Actualmente hay 7000 personas censadas, pero tanto el pueblo como su zona de influencia tienen capacidad para 25.000 visitantes. Buena parte de los lugareños viven de un turismo no estacional, gracias a su fama y a su agenda de actos culturales, deportivos y artísticos durante los doce meses del año.

Foto: Getty Images / Aspen
Pero el fuerte de Aspen es el invierno y su actividad insigne, el esquí. La estación tiene más de 300 pistas distribuidas en cuatro zonas: Aspen, Snowmass, Highlands y Buttermilk. El forfait es único, pero para moverse entre ellas hay que tomar un autobús. La principal zona es la de Aspen, a los pies del pueblo, un paraíso para los esquiadores expertos pero no para principiantes, pues carece de pistas verdes.
La estación destaca por su verticalidad y todo parece girar alrededor del Silver Queen Gondola, uno de los telecabinas más largos de Estados Unidos, que asciende 996 m desde el pueblo hasta la cota máxima en poco más de diez minutos. Las vistas desde la cima de Aspen Mountain son espectaculares. Como curiosidad, a los esquiadores procedentes de Barcelona les parecerá reconocer la cuadrícula del Eixample en las calles rectilíneas del downtown de Aspen, igual que si lo hubiera diseñado el mismísimo Ildefons Cerdà.
El descenso desde la cima hasta el centro de Aspen es una experiencia fabulosa no solo por el desnivel y por la calidad de la nieve, sino porque son pistas muy arboladas que permiten esquiar rodeado de altísimos álamos temblones (Populus tremuloides), que a pesar de su desnudez invernal protegen igualmente del viento y la niebla.

Foto: iStock
Esta temporada Aspen será una fiesta. La estación cumple 75 años y piensa celebrarlo por todo lo alto con una agenda de actos culturales y deportivos que durará hasta finales de abril. Tiene mucho que festejar: en todo este tiempo se ha posicionado entre las estaciones del mundo mejor valoradas por sus pistas y remontes, así como por su política de sostenibilidad. Ha sido pionera en la instalación de placas solares y en reciclar la emisión de metano que desecha una mina cercana para producir la electricidad que necesita la estación y su zona de influencia.
¿Qué tendrá este rincón de las Rocosas que atrae a esquiadores de todo el mundo? ¿Y la costumbre de los famosos más famosos de Estados Unidos de pasar las Navidades allá? Michael Jordan, Cindy Crawford, Kevin Costner, Martina Navratilova, la famiilia Obama, Gigi Hadid, Jack Nicholson, Kim Kardashian... no es difícil coincidir con ellos en alguna calle, tienda o restaurante. Es posible que paseando por Main Street suenen los acordes de Mariah Carey y su All I want for Christmas is you. No lo dudéis: entrad. Canta ella en directo, seguro. Es una asidua, año sí y año también.