En papel y en persona

Las aventuras del número de mayo de Viajes National Geographic

Aquellos destinos en los que disfrutar de esta florida época del año y que protagonizan los reportajes del próximo número de la revista.

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shutterstock 1279818868. La Alpujarra granadina

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La Alpujarra granadina

Granada, con su esplendorosa Alhambra y sus animados barrios, es el broche final de esta ruta por la comarca de pueblos blancos que se acomoda en los pliegues del sur de Sierra Nevada. El macizo montañoso más alto de la España peninsular une y separa ambos mundos, el urbano y artístico de Granada, y el rural y montañés alpujarreño. Esta comarca, que antaño era un destino remoto, se ha convertido en uno de los últimos rincones que aún conservan su arquitectura y tradiciones. Trevélez, el municipio más próximo al Mulhacén y el Veleta, los dos picos emblemáticos de Sierra Nevada, es un buen lugar para hacerse una idea de la comarca y observar la estructura de sus pueblos blancos deslizándose por las laderas entre barrancos y bancales de cultivo. La tradición también se percibe en las casas aterrazadas de Pórtugos y Pitres, en las calles en cuesta de Pampaneira o en las chimeneas de Bubión, que sumergen al visitante en un paisaje que parecía extinguido. Pero no todo es contemplativo en la Alpujarra, hay numerosas excursiones que permiten ir de un pueblo a otro, o bien adentrarse en el parque nacional de Sierra Nevada, ascender algunas de sus cumbres y contemplar cabras montesas. 

shutterstock 1188994426. La Costa Verde (Asturias)

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La Costa Verde (Asturias)

El litoral de Asturias, desde la ría de Tinamayor a la del Eo, despliega un fascinante paisaje de playas, acantilados y encantadores puertos. Gijón y Avilés ofrecen el contrapunto urbano y cosmopolita, con apuntes vanguardistas y mil opciones gastronómicas. Este tapiz verde que da nombre a la costa asturiana es una línea de 400 km que se divide en tres tramos repletos de sorpresas geológicas. En el Oriente se localizan los Bufones de Pría, fabulosos surtidores de agua y espuma de mar los días de oleaje, y la playa de Gulpiyuri, que recibe agua por un canal subterráneo. En el tramo Central predominan los arenales, largas extensiones próximas a zonas urbanas que acogen multitud de eventos deportivos todo el año; pero también hay la calma de las dunas del entorno de Xagó (Gozón) y el arenal de Los Quebrantos, en la desembocadura del Nalón. Y, por último, el Occidente, que reúne las playas más salvajes: algunas son de cantos rodados y están encajadas entre acantilados (la playa del Silencio); otras son de arena y con forma de medialuna (la Concha de Artedo).
 

shutterstock 461874631. Zamora al natural

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Zamora al natural

Zamora es uno de los destinos más inesperados para observar fauna ibérica, en especial aves, ciervos y lobos. El viaje naturalista por la provincia debería incluir cuatro enclaves esenciales, de sur a norte: los Arribes del Duero, las lagunas de Villafáfila, la sierra de la Culebra y el lago de Sanabria. Hace unas décadas estos espacios parecían exclusivos de cazadores y los viajeros naturalistas eran una minoría, pero el auge del turismo naturalista ha ampliado la oferta de servicios, que ahora incluye más variedad de alojamientos, guías especializados en fauna, red de senderos y centros de información. 


Los aficionados a la ornitología disfrutarán en los Arribes del Duero con el avistamiento de rapaces como el alimoche y el águila perdicera, y también de cigüeña negra y buitre leonado. En las lagunas de Villafáfila, uno de los humedales más importantes del norte peninsular, la llegada de la primavera ofrece la oportunidad de contemplar la danza nupcial de las avutardas. La floración de brezos y jaras supone también una de las épocas más bonitas para explorar la Sierra de la Culebra, zona de lobos y ciervos que se ha convertido en un imán para el turismo de fauna. Y por último, el inmenso lago de Sanabria, con playas y humedales, y las zonas cercanas a la frontera portuguesa como el castañar de Hermisende. No hay que olvidar la visita a Fermoselle, la capital arribeña, de calles empedradas y bodegas excavadas bajo el suelo en las que se crían vinos sabrosos. Otra visita esencial es Puebla de Sanabria, una parada obligatoria para degustar especialidades culinarias como los habones.
 

iStock-496621443. Sicilia

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Sicilia

Coronada por su impetuoso volcán Etna, la isla italiana reúne tesoros artísticos de los diversos imperios que han dominado el Mediterráneo. Sus atractivos abarcan restos griegos y romanos, un soberbio barroco y patrimonio árabe-normando en Palermo y pueblos montañeses de ecos cinematográficos como Corleone. Las playas son el otro gran atractivo de Sicilia. Entre las imprescindibles se hallan las del entorno de Cefalú, puerto con una imponente catedral normanda, las que se encajan en los acantilados blancos de la Escalera de los Turcos (entre Realmonte y Porte Empédocle) y las que se extienden por los alrededores de Noto, en la punta sur. Los mejores vestigios de la Magna Grecia se hallan en la zona de Agrigento, Selinunte y Segesta y, en el este, en torno a Taormina, Catania y Siracusa. La isla también se puede recorrer a pie por un sendero de gran recorrido que empieza en Trapani, en el oeste, y alcanza Messina, en la punta oriental.
 

iStock-510156003 (3). Perigord (Francia)

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Perigord (Francia)

El recorrido por esta región histórica del sudoeste de Francia descubre castillos y abadías fortificadas, viñedos y la maravilla rupestre de Lascaux, la Capilla Sixtina del arte del Paleolítico. La capital es Périgueux, una ciudad medieval que funciona como una magnífica introducción a la historia y la cultura occitana de la región. Situada en el centro del Perigord, la ciudad fue una etapa destacada en una de las vías jacobeas que cruzaban Francia, posee restos de la antigua ciudad romana de Vessuna y conserva una catedral espectacular. Bergerac es otro enclave mítico, por el famoso poeta espadachín Cyrano, por sus vinos y por los paseos en barca por el río Dordoña. 


El Perigord es un territorio surcado por varios ríos que, en algunos puntos, han tenido que abrirse camino entre macizos calcáreos de alturas considerables. De ahí la abundancia de poblados trogloditas que han sido usado a lo largo de los siglos, y también el número de fortificaciones que vigilaban el paso de las barcazas desde peñascos con vistas sensacionales; cerca de las grutas de Lascaux hay uno espectacular, La Roque St-Cristophe. No hay que dejar el Perigord sin haber probado su diamante negro, la trufa, en cualquiera de los platos que la incorporan como ingrediente.
 

iStock-1204392284. Costa Rica

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Costa Rica


Encajado entre el mar Caribe y el océano Pacífico, este país tapizado  de selvas y volcanes alberga una biodiversidad única en el mundo que lo ha convertido en el destino ideal para disfrutar de la naturaleza. La columna vertebral de este país centroamericano está formada por volcanes y cerros que sobrepasan los 3000 m de altitud, envueltos en una densa selva y surcados por ríos que desembocan en el océano. La ruta que descubre las maravillas costarricenses se adentra primero en el frágil bosque nuboso y en el raro bosque tropical seco, recorre arenales salvajes en los que desovan las tortugas, alcanza playas de ensueño, asciende a volcanes que están muy vivos y va al encuentro de algunas de las más de 900 especies de aves que se pueden ver en el país, como el mítico quetzal. 


Costa Rica es un referente mundial en conservación de naturaleza por su elevado número de reservas, la conexión entre ellas y el compromiso de los habitantes y del gobierno del país. Los parques esenciales dependen del número de días que se tengan para viajar por el país, pero deberían incluir por los menos uno representativo de cada ecosistema: en el centro, Monteverde y el volcán Arenal o el volcán Rincón de la Vieja y Guanacaste; en la costa caribeña, Tortuguero y los corales de Cahuita; en el entorno de San José, el volcán Irazú y el parque Braulio Carrillo; y en la costa sur del pacífico, el magnífico Corcovado.  
 

iStock-1221198433. El Berguedà

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El Berguedà

La ruta por esta comarca del Prepirineo catalán descubre la mítica cumbre del Pedraforca, pueblos montañeses y templos románicos como Sant Jaume de Frontanyà y Sant Quirze de Pedret. El río Llobregat la atraviesa de norte a sur y es su arteria vertebradora, eje de comunicación e inspirador de algunos de sus parajes más bellos, como el nacimiento del río en Castellar de n’Hug. La capital, Berga, es de esas ciudades a medida humana, emplazada a los pies de un macizo que se alza casi verticalmente, abrupto aunque accesible, y franqueado por senderos que serpentean hasta la cima, donde se enclava el Santuario de Queralt.
 
Muchos de los excursionistas y amantes de la naturaleza que llegan al Berguedà lo hacen con un objetivo: contemplar el macizo del Pedraforca, un pico emblemático, protagonista de muchas leyendas populares y con una silueta en forma de horca de labrador. Gaudí también dejó su huella en la comarca. El arquitecto modernista se trasladó a La Pobla de Lillet en 1902 para cumplir un encargo de su mecenas, Eusebi Güell: el diseño del Chalet del Catllaràs, la vivienda para los trabajadores e ingenieros de las minas de carbón del conde de Güell; también diseñó diseñó los Jardines Artigas en agradecimiento a la familia que le había alojado.
 
iStock-868169802 (1). Zaragoza

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Zaragoza

Junto a la esplendorosa basílica del Pilar, los vestigios de la ciudad romana y la árabe conviven con propuestas de diseño vanguardista. La capital aragonesa es un cruce de caminos desde la época romana, cuando la llamaban Caesaraugusta. Los restos de aquella época de gloria aparecen en un recorrido por el centro que empiece en la Puerta Cinegia Gastronómica, hoy un mercado y zona de restauración de la plaza de España que antaño fue uno de los accesos de la muralla romana, y continúa con el puerto fluvial, el teatro y las termas.


En la Zaragoza de hoy, la Seo y la basílica del Pilar son visitas tan ineludibles como el Museo Goya-Colección Ibercaja Camón Aznar y el Castillo-Palacio de la Aljafería. El ambiente comercial y de ocio hay que buscarlo en las calles de Alfonso I y Jaime I, en la zona denominada de El Tubo y en el barrio de la Magdalena.