La Cuesta de Gómerez no solo lleva a la Alhambra. Aunque este paseo nacido en la Plaza Nueva sea frecuente itinerario de turistas a la ciudad palatina, en realidad lo que uno se encuentra cuando cruza la Puerta de las Granadas- mandada erigir a Pedro Machuca en el siglo XVI por la Casa de Mendoza - no son sus afamados jardines; sino una alameda conocida también como bosque de Gomérez.
Lo que naciese como un paseo arbolado con olmos para hacer más atractivo este nuevo acceso al palacio es hoy un espacio de cuatro hectáreas con más de 1.000 árboles que se abre entre senderos, fuentes y jardines de diferentes tipologías. Por supuesto, no faltan vistas al monumento a la Alhambra, especialmente desde la cuesta que conduce a las Torres Bermejas.
... EN EL SACROMONTE
El Sacromonte poca presentación requiere. Cuna inefable del flamenco, sus casas cueva son uno de los principales reclamos de Granada. Sin embargo, algo que igual no todo el mundo sabe es que en este barrio nació una de las primeras universidades privadas de España. En la parte más alta del monte Valparaíso se erige imponente la Abadía del Sacromonte, un maravilloso complejo del siglo XVI hoy en aras de restauración que durante siglos fue todo un referente educativo.

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Erigida en 1594 bajo el mando del humanista Don Pedro de Castro, obispo de Granada, en los interiores góticos de la construcción se han formado nombres como el escritor y diplomático Juan Varela, el historiador Aureliano Fernández-Guerra y nada menos que 23 rectores de la Universidad de Granada.
Un fuego en el año 2000 devoró buena parte de los interiores de la abadía; sin embargo, el edificio va volviendo a brillar progresivamente gracias a una intensa rehabilitación iniciada en diferentes fases desde 2016. Buena parte de la Abadía ya es visitable, como el antiguo Edificio de Canónigos que funciona como área de Archivo, Biblioteca y Salas de uso académico y de investigación. Aquí descansan tesoros como, por ejemplo, un ejemplar de Generalidades sobre la Medicina de Averroes o una carta de Pizarro al Emperador Carlos V.
El otro mirador
Si se quiere disfrutar de uno de los atardeceres más mágicos de Granada habrá que emprender una larga caminata hasta la parte más alta del Albaicín. Coronando el Cerro del San Miguel, donde aún quedan vestigios de la muralla nazarí, junto a la ermita de San Miguel Alto se abre un balcón panorámico que aún vive sin aglomeraciones y que permite capturar la ciudad y el entorno al completo. Pocos lugares hay como éste, donde en una misma imagen aparecen el centro histórico, el Albaicín y sus murallas, la Alhambra, la Vega y hasta Sierra Nevada. Además, los amantes de la arquitectura encontrarán a su lado la conceptualización contemporánea que Antonio Jiménez Torrecillas hizo de la mencionada muralla nazarí.

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De aljibe en aljibe
Más allá de los cármenes, iglesias, conventos y bares de tapeo que pueblan el Albaicín el barrio puede recorrerse - y descubrirse - siguiendo el sonido del agua, pues son más de veinte los aljibes que acumula entre sus calles y plazas. Concretamente son 26 los recuperados en Albaicín - de los 28 que se reparten por la ciudad. Descubrir todos y cada uno de los modelos de este recurso árabe de almacenamiento de agua bien puede llevar la mañana entera, pero si hay que priorizar, nada como marcar en el mapa el Aljibe del Rey o Viejo, el más grande y antiguo, con una capacidad de 300 m3 y cuyo interior es visitable, o en contrapunto, el de San Luis, el más pequeño de todos con tan solo 4,5 m3, así como el de San Nicolás (en la imagen).
Arte guitarrero
Los acordes alcanzan tintes de maestría en la tienda-taller de Francisco Manuel Díaz. Más de medio siglo de experiencia fabricando guitarras, no hay cuerda que se le resista. Abanderado del flamenco, decano de los lutieres en España, este artista guitarrero aprendió un oficio casi extinto con tan solo 13 años. Fue en el taller del maestro Eduardo Ferrer. Después, con Manuel de la Chica, además de guitarrero pasaría a convertirse en guitarrista, siendo acompañante de nombres como Fosforito o Enrique Morente. Hoy son sus hijos Víctor y Francis los que regentan el negocio principalmente, una joya donde fotografías en blanco y negro con grandes como Camarón o Paco de Lucía cuelgan junto a joyas instrumentales que harán las delicias de cualquier melómano.

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Un templo para el tapeo
Estar en Granada y no irse de tapas es un delito. Eso es así. La oferta se sucede en cada rincón; sin embargo, los locales bien saben que es en el Realejo donde se esconde uno de los templos del buen tapeo andaluz: La Tana. Abierto en 1993, aquí la paella o los montados no tienen cabida. En su lugar un tomate de la tierra que solo necesita un poco de aceite y de sal para ser perfecto, un salmorejo fresco casero con sardinas en salazón o habitas con jamón salen de la barra acompañados de una copa de vino. Con más de 700 etiquetas en su bodega, un viaje oloroso en donde el producto de la comarca tiene su zona reservada, hace de La Tana un lugar de parada obligatorio.
Entre platos de autor
Salmorejo de remolacha con helado de mascarpone y aceite de albahaca; ensalada de langostinos en tempura con piña, mango y vinagreta de almendra; o presa ibérica macerada en cítrico y limoncello terminada a la parrilla y al horno con salsa de cacao y naranja conforman algunos de los pases del menú degustación del nuevo restaurante Onírico. Ocupando el espacio que antes de la pandemia servía para descubrir la cocina de autor de La Fábula, un comedor tipo bistró ubicado en el hotel Villa Oniria, esta nueva apuesta culinaria llega con una idea clara: seguir ocupando un puesto de referencia cuando de alta cocina se habla. Abierto también a opciones de carta, el restaurante cuenta además con un idílico escenario exterior perfecto para las cenas: el jardín del propio hotel, desde el que disfrutar de las vistas del antiguo palacete del s. XIX rehabilitado que ocupa.

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Una alberca en el metro
En Granada hay metro, aunque haya que ir hasta la Vega para descubrirlo. Sin embargo, acercarse hasta la parada Alcázar Genil no tiene precio, pues no hay muchos andenes que tengan una alberca del siglo XIII. Cuando Antonio Jiménez Torrecillas, arquitecto responsable de otras joyas granadinas como la contemporánea muralla ubicada en el cerro de San Miguel, se encontró con los restos arqueológicos almohades que sirvieron nada menos que para recrear batallas navales a escala casi real para distracción de los reyes, ubicados en el vecino palacete de Alcázar Genil, no dudó en integrar pasado y presente en una obra de ingeniería que deja ver los muros laterales originales y cuenta con un pequeño museo en el vestíbulo. Un detalle a tener en cuenta: los bancos del andén tienen la misma altura que los del mirador de San Nicolás, un fetiche que repetía allí donde podía el fallecido arquitecto.
... EN UN BANCO
En 2001 el arquitecto Alberto Campo Baeza regalaba a la ciudad de Granada uno de los proyectos más contemporáneos de la ciudad. Encargado de los planos de Caja de Ahorros de Granada, lejos de crear una sede bancaria tradicional, el vallisoletano diseñó una catedralicia caja de hormigón y piedra que captura la luz de forma inteligente. Así, una fachada lisa con grandes huecos cuadrados mira hacia la cara norte mientras que las dos fachadas a sur se protegen del exceso de luz y calor con el sistema de parasoles conocido como brise-soleil que a Le Corbusier tanto le gustaba. Pero esto es solo el aperitivo del juego de luces que el interior ofrece. Los que tengan la suerte de poder adentrarse encontrarán un patio que, con las mismas dimensiones que la nave de la vecina Catedral de Granada y buscando hacer un guiño al paso del poder religioso al económico, se erige entre cuatro colosales columnas hacia el cielo recogiendo, al igual que un impluvium romano, la luz que traspasa los lucernarios y se refleja en un juego de colores en unos frágiles y translúcidos paramentos de alabastro.