Capital de un estado de habla propia y orgullosas señas de identidad, Múnich está marcada por los demonios del siglo XX aquí surgidos. Las luces y sombras del pasado perviven en cada recodo y «montaña mágica», en sus populosas cervecerías, y a los ecos del funesto ayer nazi responden hoy el brío económico y una extraordinaria vitalidad. Más allá de clichés folclóricos, del recuerdo de sus operísticos soberanos Wittelsbach, este complejo territorio fronterizo con Austria, famoso por sus localidades, cimas, lagos y castillos de leyenda, posee muchos atractivos por descubrir.