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Borneo: la otra isla esmeralda

Es la tercera isla más grande de la Tierra y hasta hace poco escondía la selva más inexplorada del mundo, con fabulosas especies animales y vegetales que parecen pertenecer más a un sueño que a la realidad.

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iStock-1130830157. Tan extraterrestre que no tiene nombre

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Tan extraterrestre que no tiene nombre

Entre la maraña vegetal que la convierte en casi intransitable para los seres humanos, agarrada a una única rama, destaca una gigantesca «bañera» carmesí que tiene más hechura de ser el contenedor vivo de un horripilante monstruo extraterrestre que de lo que en realidad es: la flor más grande y pesada del mundo. Se trata de una esfera con un gran agujero central en cuyo interior aparecen unos pinchos blanco-amarillentos. Está rodeada por cinco pétalos descomunales. No realiza la fotosíntesis, de manera que no tiene parte verde alguna –de hecho, antes de abrirse, su aspecto es idéntico al de una col negra–, y el hedor que despide, que recuerda a pescado podrido o cadáver en descomposición según quien lo describa, es la trampa perfecta para atraer a las moscas carroñeras que se encargan de su polinización. Es una maravilla hermosa si uno se acerca con una pinza en la nariz. Pesa 11 kilos y mide casi un metro de diámetro. Hace exactamente dos siglos la descubrieron para la ciencia Thomas Raffles y Joseph Arnold, que le dieron denominación científica: Rafflesia arnoldii. Es tan rara que a nadie se le ha ocurrido un nombre vulgar. Tal vez sea imposible describirla en un par de palabras.

iStock-1154095600. Un catálogo de datos singulares

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Un catálogo de datos singulares

Borneo reúne tantas peculiaridades que parece un catálogo de datos singulares. La isla está administrada por tres estados diferentes: Indonesia, el ignoto sultanato de Brunei y Malasia. A este último país pertenece una porción de 200.000 km2 –algo menos de la mitad de superficie que España– partida entre dos regiones, Sarawak y Sabah. Hasta hace solo treinta años las selvas de Borneo eran las más inexploradas y desconocidas del mundo. Pero con la llegada de la maquinaria pesada para extraer maderas nobles, gas y petróleo se comenzó a destruir el bosque a una velocidad incluso mayor que la Amazonia. Los biólogos se apresuraron a entrar en esos bosques oscuros y misteriosos para catalogar las especies existentes. No dieron abasto ni salieron de su asombro: cada año se descubren nuevos animales y plantas, y la sensación es que algunos abandonarán este mundo sin que la ciencia haya alcanzado siquiera a conocerlos.

El Borneo malayo se corresponde con el tercio septentrional de la isla. Los viajeros cuentan con dos ciudades importantes de referencia, Kuching y Kota Kinabalu, útiles para conseguir los servicios turísticos y carentes de grandes atractivos pero con posibilidades de confort que el resto del territorio aportará con cuentagotas. Las carreteras corren paralelas a un litoral que es un enredo de manglares.

iStock-507715206. El rey de la jungla

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El rey de la jungla

El resto de Sarawak y Sabah son unos bosques enigmáticos repletos de criaturas extrañas. La más conocida es el orangután (del malayo «orang hutan», el hombre de la selva), el único gran simio que vive fuera de África, un animal de costumbres arborícolas. Como la selva está bajo amenaza, su vida pende de un hilo. Borneo cuenta con una subespecie propia, la roja, que acentúa su pelo de color fuego y es más pequeña que las otras. 

Aunque su estado de conservación resulta preocupante, el orangután de Borneo está infinitamente mejor que su primo de Sumatra, al borde de la extinción. Los biólogos se han entretenido en contar las plantas comestibles que ese mono con cara de viejo conoce para comer, 400. Dicen los malayos que es tan inteligente que no habla para que no lo pongan a trabajar. Uno de sus comportamientos más arraigados tal vez sea la prueba de ello: duerme de diez a doce horas cada noche en un nido de hojas fabricado a diario. Pero a mitad de la jornada diurna todavía necesita una siesta de tres horas para mantenerse en forma.

 
iStock-645350918. ...y el príncipe

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...y el príncipe

Ocupando también las copas de los árboles, con la misma fama de afable y sociable que el orangután, está el mono narigudo. Aun siendo escaso, se le puede ver en los paseos por el santuario de vida salvaje de Kinabatangan, que recorre los reptilescos meandros del río del mismo nombre. Guías del parque experimentados y entusiastas acompañan a los lugares donde avistar a este simio –al que en el lado indonesio de Borneo conocen como «el holandés» por su parecido con los antiguos colonizadores, con la nariz grande, la piel rosada y los ojos claros–, gran nadador e infatigable comedor de hojas. El Parque Nacional Bako, situado en un litoral rocoso de Sarawak, es otro de los lugares preferentes para los paseos que localizan al narigudo.

Tal vez en las aguas del río Kinabatangan quede alguno de los últimos 30 ejemplares de tiburón fluvial (Glyphis fowlerae). Será difícil comprobarlo, hace tiempo que no se ha visto ninguno y el censo no es nada alentador.

iStock-1126558162. Continúan los avistamientos

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Continúan los avistamientos

En el mismo hábitat selvático se hallan especies fascinantes como el oso malayo, el elefante asiático o la pantera nebulosa. Del rinoceronte de Sumatra, que se había dado ya por extinguido en esta isla, se han hallado recientemente trece ejemplares, lo que hace pensar que tal vez haya otras poblaciones aisladas todavía no localizadas. No sería raro, pues los descubrimientos de nuevas especies –que evidencian el desconocimiento que todavía hoy se tiene de Borneo– se suceden año tras año. Un zorro, una lagartija, una serpiente que cambia de color a voluntad como los camaleones o un leopardo son los más espectaculares, pero hay muchos más que resultan menos llamativos. Ya se han localizado más de 1500 especies de orquídeas y se sospecha que podría haber otras tantas. Se han anotado 16 tipos diferentes de jengibre, lo que ha doblado la lista de los conocidos hasta ahora.

iStock-174906873. Y de repente, Mulu

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Y de repente, Mulu

Caminar por la selva es una actividad agotadora y un tanto ofuscante por la dificultad para el avance, la oscuridad reinante y el calor húmedo. Los iban y los dayak –míticos pero ya dimisionarios cortadores de cabezas– son las etnias que tradicionalmente han habitado este terreno. En su compañía se puede llegar hasta un paisaje que todavía es peor escenario para quien padezca de claustrofobia, pero indescriptiblemente hermoso para los amantes de la arquitectura natural: los pináculos de Mulu. Este parque nacional protege un paisaje cárstico en el que el trabajo del agua a lo largo de millones de años ha modelado un bosque de agujas de piedra que se alzan verticales. En las rendijas crece una pluvisilva propia de suelos difíciles. La roca es porosa y –en términos de paciencia– fácil de erosionar, por lo que el sistema de cavidades es sensacional. La segunda gruta más grande del mundo está aquí (Cueva del Ciervo). Dicen que en su interior caben cinco catedrales. Se da por descontado que es un cálculo, nadie lo habrá comprobado empíricamente.

iStock-163674594. Una cueva para cinco catedrales

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Una cueva para cinco catedrales

La segunda gruta más grande del mundo está aquí (Cueva del Ciervo). Dicen que en su interior caben cinco catedrales. Se da por descontado que es un cálculo, nadie lo habrá comprobado empíricamente.

Un espectáculo sin igual es el éxodo crepuscular de los más de cuatro millones de murciélagos que cada tarde abandonan ese enorme agujero de las entrañas de la Tierra para salir a merendar. Es como un desfile interminable de draculillas que consiguen no tropezar entre sí y largarse a toda velocidad a tragar insectos durante la noche para regresar antes de que el sol vuelva a aparecer. Una parte del sistema de cuevas es transitable para los visitantes, en compañía de guías del parque de Mulu y convenientemente pertrechados. Acceder a ellas no es cómodo ni sencillo, pero nada lo es en Borneo. Llegar requiere un viaje en avioneta o dos días en barcos fluviales. Pero la recompensa que ofrecen lo vale.

GettyImages-979665612. Una cumbre asequible

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Una cumbre asequible

«As sabah» significa, en lengua árabe, «el amanecer». Ese parece ser el origen del nombre de la provincia de Sabah, al ser el punto más oriental al que llegaron los navegantes medievales provenientes de la Península Arábiga. Allí se encuentra la que es estrella indiscutible del turismo en el Borneo malayo: el monte Kinabalu. Se trata de una mole granítica que se alza hasta los 4095 m de altitud.

La belleza y la facilidad de acceso del Kinabalu son los motivos por los que docenas de extranjeros se acercan cada año a su cumbre. El entorno está bien preparado, y la mayoría de alpinistas consigue llegar al punto más alto en tan solo dos días de caminata, aunque se debe estar en buena forma y muy habituado a los grandes desniveles, ya que se salvan más de mil metros de cota en cada etapa. El premio está en la cima, pero también en las vivencias intermedias, pues se pasa de la más profunda selva de las primeras horas al desierto de roca pelada al final del recorrido, después de haber transitado entre medio por praderas de hierbas ralas batidas por el viento y bosque clareado en el segundo piso altitudinal.

Aquí será relativamente fácil avistar alguna de las ocho especies de cálaos, un ave de pico gigantesco que cuenta con un segundo apéndice superpuesto al principal. El más vistoso es el cálao rinoceronte, de color rubí y papaya, cuya boca contrasta fuertemente con su plumaje azabache y su cola amarfilada.

La ascensión al monte Kinabalu se cuenta como una de las más cotizadas entre los montañeros porque pocas veces se puede ascender a un pico de más de 4000 m con

tan poca dificultad técnica. Además, permite tener una visión desde el cielo de la interminable selva malaya, y vivir momentos de frescor tras haber recorrido el interior del bosque agobiados por un calor húmedo caliginoso.

iStock-1097553888. El secreto (submarino) de Cousteau

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El secreto (submarino) de Cousteau

En 1989 el famoso oceanógrafo Jacques Cousteau llegó a la isla de Sipadan, 35 km al sur de Semporna, realizó un documental (Borneo: Ghost of the Sea Turtle) y describió sus fondos marinos con talesexpresiones admirativas –«obra de arte intacta», dijo– que, sin pretenderlo, originó un alud de submarinistas llegados de todo el mundo que querían ver con sus propios ojos esos arrecifes incólumes. 

Hoy en día los fondos de Sipadan siguen siendo calificados como uno de los lugares más bellos del mundo para bucear, pero el gobierno, en una decisión sin precedentes, en 2005 decidió despoblar la isla y prohibir todo asentamiento y actividad en ella. Como consecuencia, ahora se accede con unas cuotas estrictas de 120 submarinistas por día, que «vuelan» por un azul inmaculado que es el hogar de peces escorpión, caballitos de mar o peces cocodrilo, entre otras rarezas de la fauna marina. 

 
iStock-483422161. Recompensa tropical

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Recompensa tropical

Hace poco más de una década se hundió a 12 m de profundidad una barca de casco metálico para que fuera carcomida por los organismos oceánicos y convertida en nido artificial para la biodiversidad del mar de Célebes. Contiene una de las oficinas postales submarinas con que los buceadores se entretienen, dejando en su interior una postal sumergible que se adquiere en los centros de buceo.

Con más de 3000 especies de peces, cientos de tipos de corales y aguas con una visibilidad extraordinaria –alcanza los 20 m y, en ciertas épocas, los 50 m–, una inmersión en algunos de los doce puntos de buceo en torno a la isla garantiza encuentros emocionantes. Entre las especies más deseadas se halla el tiburón de punta blanca y punta negra, la tortuga carey, el pez payaso o el estrambótico pez búfalo, un animal que come corales pero compensa su destrucción creando nuevas playas de arena blanca con sus deyecciones. Nada es corriente en este confín del planeta

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Este reportaje fue originalmente publicado en la revista Viajes National Geographic.

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