Brujas, una joya medieval

Su centro antiguo encarna la época más próspera de Flandes

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En la Edad Media, Brujas fue la principal ciudad portuaria de Europa hasta el siglo XV. Apodada «la Venecia del Norte», conserva una fisonomía marcada por sus canales y puentes (brügge en flamenco significa «puente»). Además, es dueña del mayor centro medieval de Europa –Patrimonio de la Humanidad–, que aglutina lonjas, casas gremiales, palacios e iglesias que hablan del rico pasado de esta ciudad manufacturera y comerciante, que atrajo a la corte y a numerosos artistas.

Rodeada todavía por tramos de su antigua muralla, Brujas atesora edificios maravillosos, fáciles de enlazar callejeando a pie, en bicicleta, en calesa o navegando en barcaza por canales que deparan una perspectiva distinta. El recorrido más habitual y completo sigue el canal Central desde el embarcadero –hay cinco– situado en el lago de los Enamorados, en el Parque Minnewater, a cinco minutos de la estación de tren.

Una de las primeras paradas del circuito en barca es frente al Begijnhof, un beaterio fundado el año 1245. Rodeado por un muro con foso, esconde un recinto de casitas blancas en torno a un jardín. Durante la Edad Media estaba destinado a acoger a beguinas, mujeres laicas que consagraban su vida a la oración y a los enfermos. En 1927, una comunidad de monjas tomó el relevo y, desde entonces, acoge un convento.

A poca distancia del beaterio, el Hospital de San Juan, también medieval, exhibe cuadros de Hans Memling, pintor flamenco que trabajó y murió (1493) en la ciudad; una de sus joyas es El tríptico de Moreen.

En este punto del paseo, las miradas se elevan hacia el cielo para admirar dos torres magníficas. La primera pertenece a la iglesia gótica de Nuestra Señora, cuya aguja de ladrillo de 123 metros es la más alta de Brujas y la segunda del mundo; el interior alberga los espléndidos mausoleos (siglo XV) de Carlos el Temerario y su hija María de Borgoña, así como la Virgen con el niño (1504) de Miguel Ángel. La segunda torre es el campanario de la catedral de San Salvador, también construida durante el esplendor de la ciudad, en el siglo XIII.

Siguiendo por calles y plazas adoquinadas se llega al palacio Gruuthuse (siglo XV), uno de los más bellos de Brujas. Transformado en museo, conserva obras de arte, muebles y objetos que permiten imaginar cómo vivía la rica familia Gruuthuse. A dos pasos, el Museo Groeninge resulta imprescindible para los aficionados a la pintura flamenca, pues reúne obras de los maestros Jan Van Eyck, Hugo van der Goes y Hans Memling, junto a una muestra de arte belga actual.

Las calles Dijver y Wollenstraat acercan en pocos minutos a la espaciosa plaza Grote Markt, el auténtico corazón de Brujas, que desde hace siglo acoge el mercado. Está flanqueada por edificios del siglo XVI que alojan cervecerías y restaurantes. En ella sobresalen el palacio Provincial, neogótico, sede de la oficina de turismo y del museo Historium, y otra torre emblemática, la esbelta Belfort, un campanario del siglo XIII que toca las horas con más de 40 campanas; sus 83 metros de altura lo convierten en un mirador excepcional.

La escapada a Brujas puede concluir acercándose en autobús o en bicicleta al norte, para disfrutar de un relajado paseo por el Parque Kruisvest

La Grote Mark está conectada con la monumental plaza Burg a través de la calle Breidel, flanqueada por chocolaterías y tiendas que venden labores de puntilla. Aquí se erigen el Ayuntamiento (1375) y la basílica de la Santa Sangre (siglo XIII), construida para acoger la reliquia de la sangre de Jesús traída en tiempos de las Cruzadas; su procesión está en la lista de la Unesco.

Las plazas Grote Markt y Burg tienen a su alrededor rincones llenos de encanto, como el Callejón del Asno Ciego, por el que se accede al Vismark o antiguo mercado del pescado, aún en activo, y el Rozenhoedkaai, un ajetreado muelle de mercancías en la Edad Media y hoy uno de los lugares más buscados para fotografiarlo.

Salir del anillo del centro histórico permite pasear por el barrio de Santa Ana, en el este de la ciudad. Merece la pena entrar en el museo dedicado a Guido Gezelle (1830-1899), uno de los mayores poetas en lengua flamenca, que se ubica en la calle Rollweg 64. Y después visitar la iglesia de Santa Ana, de interior barroco, y la de Jerusalén, cuya capilla del siglo XIII fue modificada en 1470 para imitar la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. El interior de esta última, de reducido tamaño, alberga un altar que representa, como si fuese una obra expresionista, el monte Calvario lleno de calaveras.

La escapada a Brujas puede concluir acercándose en autobús o en bicicleta al norte, para disfrutar de un relajado paseo por el Parque Kruisvest. Rodeados de verdes praderas se alzan cuatro molinos históricos (siglo XVIII), únicos supervivientes de los muchos que circundaban esta ciudad flamenca en su época de esplendor.

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Cómo llegar y moverse: Se puede volar a Bruselas y allí continuar en tren hasta Brujas, a 1 hora de trayecto. Lo más recomendable es recorrer la ciudad a pie o en bicicleta. La City Card ofrece descuentos en visitas y en paseos fluviales.