Cáceres está cada vez más presente en la galaxia de los destinos rurales. No es para menos, a la provincia extremeña le sobran planes. Más allá del apoteosis primaveral del Valle del Jerte, están las Hurdes, el Parque Nacional de Monfragüe, la Sierra de Gata y la cantidad de pueblos encantadores que ocupan las coordenadas del plano.
Piedra, madera y teja son los elementos de una arquitectura típica llena de balcones adornados con macetas, casas entramadas, plazas con historia, iglesias, conventos y algún que otro barrio judío. El tiempo en los pueblos de Cáceres parece otro, como si no pasara, casi como si no importara: la desconexión está garantizada.