Al sur de la costa de Murcia, el parque regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre es uno de los escasos parajes del levante español que se mantiene aún sin urbanizar. Situado entre los municipios de Lorca y Águilas, está rodeado de campos de cultivo y en él se pueden encontrar desde playas de arena o pequeños guijarros, a ramblas de cañizos o acantilados de rocas oscuras y puntiagudas a los que solo llegan las gaviotas. Está recorrido por el GR92 y otros senderos de corto recorrido y es frecuentado por pescadores, paseantes y ciclistas durante todo el año. Considerado parque regional desde 1992, es como un pequeño oasis entre todo el ladrillo y construcciones de la costa.
Toda la zona es un espacio natural de gran interés geológico, donde el clima árido y la vegetación mediterránea contrastan en un paisaje de pequeñas playas, acantilados, zona de saladar, ramblas, dunas fósiles y praderas submarinas.
PARA LEER MÁS: La Región de Murcia en sus paisajes más insólitos
Una torre contra los piratas
Muy cerca del cabo, aún permanecen los restos de la Torre de Cope, edificada en el siglo XVI para proteger las poblaciones del interior de los ataques de piratas berberiscos y corsarios del norte de África. Hoy día se mantiene como testigo muda del paso del tiempo en esta zona, una antigua laguna marina. Situada a pocos metros del mar, esta torre servía de vigía y formaba parte de una red de torreones construidos estratégicamente para avisar mediante señales luminosas de la llegada de barcos. Para ello, encendían una hoguera en lo alto de la torre que se replicaba en la siguiente y así sucesivamente hasta llegar a las poblaciones del interior que, avisadas a tiempo, podían ponerse a salvo y escapar, o prever una respuesta al ataque. Para llegar hasta la torre hay que atravesar el pueblo de Calabardina y continuar por la carretera hacia la costa. Junto a ella, el macizo del cabo se muestra imponente, y en los días despejados, se puede ver hasta la bahía de Mazarrón.

Foto: Getty Images

Foto: iStock
Riqueza en tierra y bajo el agua
El parque regional ha resistido diferentes planes y propuestas urbanísticas. La protección que le otorga ser un espacio protegido hace posible que diferentes animales y plantas se desarrollen aquí. Entre estas especies endémicas destaca la tortuga mora, una tortuga protegida y única en Europa. También es posible encontrar águilas perdiceras, búhos reales y en sus aguas son frecuentes los delfines, las tortugas e incluso cetáceos un poco más grandes como los calderones. En esta zona de la costa mediterránea enseguida hay mucha profundidad, lo que una biodiversidad marina muy valiosa. Hay también praderas protegidas de posidonia y es un lugar apreciado por los amantes del buceo por las cuevas submarinas y pecios hundidos en la zona cercana al cabo.

Foto: Shutterstock
Montañas peladas, tierra negra
Visto desde lejos, llama la atención el tono oscuro de la tierra, las montañas peladas y la poca vegetación aparente. Sin embargo, al adentrarse hacia el interior del parque regional aparecen cañaverales indicando las zonas de humedad en las ramblas, y son frecuentes algarrobos, higueras, pinos, mimosas y diferentes arbustos característicos del clima mediterráneo como el espino, las adelfas o el esparto. El poblado de Puntas de Calnegre marca el límite al noreste del parque regional. Formado por unas pocas casas y algunos chiringuitos a pie de playa, es una pequeña franja de litoral perteneciente al municipio de Lorca. Junto a él, se encuentran las tres calas, a las que se accede por una pista de tierra: la de Calnegre, la de las Señoritas y la del Siscal. Bastante frecuentadas en verano, sus aguas transparentes y su inmejorable situación, las hacen un lugar idílico para los bañistas durante prácticamente todo el año.

Foto: Shutterstock
Cala blanca, una playa con eco
A lo largo de los 17 kilómetros de costa del parque regional se pueden encontrar pequeñas calas de difícil acceso, solitarias y de gran belleza, pero pocas playas tan peculiares como Cala Blanca. Cala Blanca es una playa de guijarros y arena bordeada por una enorme pared de caliza donde anidan golondrinas y palomas, y que cuando le da el sol de la tarde se vuelve de un amarillo intenso. Como si fuera una cueva, el sonido de las olas se amplifica al llegar a la orilla y reverbera junto con el canto de las aves creando la sensación de estar en un lugar sobrenatural.