Como resultado de la lucha eterna entre las aguas dulces del Ródano y las saladas del mar Mediterráneo, la Camarga, la gran marisma del sur de Francia, dibuja un paisaje en movimiento en el que las mareas imponen límites escurridizos. Considerado en otro tiempo un territorio hostil, hoy es un espacio protegido de la región de la Provenza, en la que galopa el caballo blanco camargués, pacen los toros y se contonean los flamencos. Un lugar donde el hombre ha aprendido a convivir con las salinas, dunas, arrozales y marismas de la Camarga.
La mejor puerta de acceso a la Camarga es Aigues-Mortes, una pequeña población rodeada de canales e iluminada por la claridad de las salinas. Conserva intactas sus murallas y la atmósfera de cuando Luis IX la hizo erigir en el siglo XIII, con el fin de dotar a Francia de un puerto mediterráneo.
Desde Aigues-Mortes, la carretera D58 discurre entre marismas y, tras 25 kilómetros, da acceso al Parque Ornitológico de Pont du Gau, un espacio a orillas del Étang o laguna de Ginés, lleno de senderos, observatorios y paneles para la identificación de las aves.
Entre el Ródano y el mar
Saintes-Maries-de-la-Mer, la capital de la Camarga, situada a escasos cinco kilómetros, se esparce entre los brazos del Ródano y el mar. Este enclave costero invita a pasear por calles adoquinadas y entre casas de pescadores, siempre a la sombra de la iglesia de Notre Dame de la Mer, un templo fortificado del siglo XII. Su cripta guarda la imagen de la santa Sara la Negra, patrona de los gitanos, que cada 24 de mayo es llevada en procesión hasta el mar.
En fiestas o en cualquier otra época del año, no hay que dejar de probar en Saintes-Maries-de-la-Mer la cocina de la Camarga. Un plato típico es la gardiane, un estofado de rabo de toro que suele acompañarse con alguno de los vinos tintos con cuerpo de la región.
Ruta de los faros
Entre Saintes-Maries-de-la-Mer y la desembocadura del Ródano, la costa camarguesa forma una extensa línea bordeada por dunas y salpicada de faros como los de Gacholle, Beaudeuc y Faraman. La torre de este último se eleva 46 metros sobre una delgada franja de tierra rodeada de marismas. Se llega a través de una de las pistas que serpentean por la Camarga, aunque la región también puede visitarse dando un paseo en barca o a lomos de dóciles caballos. En Saintes-Maries-de-la-Mer hay empresas que organizan estas excursiones y también visitas a cabañas típicas en las que se crían caballos. Las rutas suelen incluir el Museo de la Camarga, donde se descubre la historia de la región, sus ecosistemas y el estilo de vida de los gardians, los vaqueros de la zona.
La atractiva Arles
De nuevo hacia el interior, la carretera D570 lleva a la ciudad de Arles, situada justo donde el Ródano se bifurca en los afluentes que abrazan la Camarga, el Pequeño y el Gran Ródano. Fundada por los griegos en el siglo VI a. C. y luego conquistada por los romanos, conserva importantes vestigios –ocho son Patrimonio de la Humanidad– como el anfiteatro de las Arenas, el teatro romano y las termas de Constantino.
A inicios del siglo XX, la ciudad atrajo a pintores como Gauguin, Picasso y especialmente Van Gogh quien, fascinado por la luz, vivió allí su etapa más creativa y llegó a pintar 300 cuadros en 15 meses. En Arles han señalizado los escenarios de Van Gogh: la plaza del Forum (Le café le soir), el muelle del Ródano (Nuit étoilée) y la plaza Lamartine (Maison jaune). Otro rincón para reconocer la atmósfera retratada por el pintor holandés es el mercado de los sábados, uno de los más coloridos de la Provenza.
PARA SABER MÁS
Cómo llegar: El aeropuerto Montpellier-Mediterranée, a unos 25 km de Aigues-Mortes, recibe vuelos de Madrid, Barcelona y Girona-Costa Brava. El alojamiento más tradicional es en granjas y cabañas típicas.
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