El tara, un pariente lejano del Danubio
El Tara cruza Montenegro de punta a punta en apenas 150 km, con un curso del que casi cada metro merece la pena. Ancho, caudaloso, colorido, de aguas impolutas… puede presumir de ser un río totalmente virgen, sin presas ni alteraciones, por lo que se ha convertido en una reserva natural de gran valor ecológico. Nace en las estribaciones de los montes Prokletije, en los Alpes Dináricos, cerca de la frontera con Albania, y muere cuando se encuentra con el también espectacular cañón del Piva, en la frontera con Bosnia. La confluencia de ambos ríos constituye el nacimiento del mítico río Drina, que luego verterá sus aguas en el Sava y este, a su vez, en el Danubio.

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Números de sombra alargada
Cerca de la zona de Obzir, el cañón del río Tara alcanza su punto de máxima profundidad. Aquí hay cumbres que amenazan al desfiladero con más de 1.300 metros de prominencia y que hacen que el sol apenas pueda brillar sobre sus aguas turquesas durante unos minutos al día. Hablamos de un territorio remoto reservado a las águilas y a los halcones, a los lobos y a los osos, pero del que afortunadamente podemos disfrutar gracias a balsas hinchables y neoprenos, después de recorrer pistas forestales solo aptas para 4x4. Sin embargo, el cañón del Tara no siempre es tan inaccesible: se puede disfrutar de una buena parte de su ribera gracias a una fantástica carretera panorámica.

Lago Biograd. Foto: Shutterstock
Un viaje desde los orígenes
Por sí solo, el cañón del Tara justifica un viaje a Montenegro, pero el curso virgen de este río bien merece un viaje de cabo. Nace no muy lejos del espectacular lago glaciar de Bukumirsko, en las estribaciones de los montes Prokletije, y poco antes de que el Tara gire a occidente para empezar a excavar su famoso desfiladero, acaricia el Parque Nacional de Biogradska Gora, un obligado alto en el camino. Desde la carretera discurre en paralelo al Tara, solo habría que desviarse 5 km para alcanzar el mágico lago Biograd, rodeado por un bosque primario donde se puede trazar un pequeño trekking entre hayas que suman más de tres siglos de antigüedad y más de cien metros de altura.

Monasterio de Dobrilovina. Foto: Shutterstock
Road trip panorámico hasta que el Tara lo permite
Afortunadamente, los caprichos de la naturaleza han repartido esta joya natural entre los que prefieren la comodidad de las cuatro ruedas y los que buscan la aventura y el aislamiento. De los 80 km que suma el mayor cañón de Europa, podemos recorrer en coche aproximadamente un tercio por la retorcida y panorámica carretera P4, entre la localidad de Gojakovići y el puente Đurđevića. En la parte más incipiente desfiladero, vale la pena hacer una visita a las monjas del Monasterio de Dobrilovina, un coqueto y remoto templo ortodoxo dedicado a San Jorge de estilo Rascia, con raíces en el siglo xiii y frescos de inicios del xvii pintados durante la dominación otomana. Cuenta la leyenda que, en este lugar cuyo topónimo está relacionado con la palabra “abundancia”, antaño existía un sistema de canalización gracias al cual llegaba leche fresca directa al monasterio.

Puente de ĐURĐEVIĆA. Foto: Shutterstock
puente Đurđevića: El mayor mercado de adrenalina de Europa
El road trip por el cañón del Tara termina necesariamente en el vertiginoso puente Đurđevića. Pero no es un final triste, sino uno festivo donde se escuchan las risas adrenalínicas de los que navegan los rápidos por las profundidades del cañón, y las de los que se lanzan a 50 km/h por las tirolinas de casi un kilómetro de longitud. Esta impresionante estructura suma tantos metros de longitud como días tiene el año, se eleva 170 metros sobre el río y cuenta con cinco arcos, de los cuales el mayor tiene un vano de 116 metros. Cuando se inauguró en 1940, se convirtió en el puente de hormigón más grande de Europa, y hoy sigue siendo uno de los orgullos nacionales. Más allá, río abajo, el cañón le pertenece a los peces, a las rapaces y a quienes se atreven a navegarlo.

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Un calendario de rafting para todos
Durante la primavera, navegar el Tara es un asunto reservado casi en exclusiva a los profesionales del rafting. Pero a medida que avanza el año, las aguas del gran cañón cada vez se vuelven más mansas y poco a poco se van haciendo más y más accesibles. Para cuando llega agosto o septiembre, los rápidos que antes daban miedo, ahora se han convertido en pequeños toboganes para todos los públicos y, entonces, navegar el cañón pasa a ser una actividad para hacer incluso en familia. Sea cual sea al recorrido por el que se opte, casi seguro que contará con una parada en algún remanso donde bañarse y, con suerte, con una excursión a la cascada –con su correspondiente poza– de algún afluente.

Parque Nacional de Durmitor. Foto: Shutterstock
De las profundidades del cañón a las cumbres de Durmitor
En un ejercicio de contorsionismo cartográfico, el cañón del río Tara se ha integrado en los dominios del Parque Nacional de Durmitor, que allá por el año 1980 se convirtió en uno de los primeros bienes Patrimonio de la Humanidad en la recién inaugurada la lista de la UNESCO. En nuestro viaje por el cañón, el puente Đurđevića es la llave de paso hacia la localidad de Žabljak, la “capital” del parque, desde donde podemos visitar su mágico Lago Negro, recorrer las famosas carreteras panorámicas que conectan con el Cañón del Piva, alcanzar cumbres como la del Bobotov Kuk, a 2.528 metros de altitud, o viajar tras la pista de los stecci, unos misteriosos enterramientos medievales que, desperdigados por las praderas del parque, sirven de excusa para descubrir sus rincones más evocadores.