Nada más lejos de la idea de libertad que una prisión. De hecho, su finalidad, dependiendo del país en el que nos encontremos, es impedir la movilidad del preso, vigilarlo, adoctrinarlo e incluso castigarlo. El encarcelamiento es la antítesis del viaje. Por otro lado, en más ocasiones de las deseables, las cárceles se han convertido en aparatos represores de déspotas y dictadores. Pero, ¿y si cambiamos de perspectiva? ¿Y si hacemos que las prisiones del mundo se conviertan en el motivo del viaje?
Un presidio suele ser fácilmente reconocible por el tipo de arquitectura que lo conforma, con muros, torres de vigilancia y alambradas; y por su ubicación, habitualmente en lugares aislados e inexpugnables carentes de cualquier atractivo paisajístico. Entonces, ¿por qué dejar de ser turistas libres para convertirnos en presos? ¿Por qué querríamos entrar en un lugar en el que normalmente se sueña con escapar?
Viajamos para aprender, y muchas de las cárceles de esta selección fueron el escenario de episodios importantes en la historia de la humanidad, lo cual nos transporta al pasado de manera violenta y sentimental. Así, incluso sabiendo que en pocas horas estaremos fuera de esas prisiones, podremos sentir la claustrofobia, el frío, el miedo, la estrechez de las celdas y, a fin de cuentas, las penurias de aquellos que sufrieron en su interior, muchas veces por motivos injustos.