Hasta el 28 de enero, en Madrid, tendremos oportunidad de descubrir lo desconocido. O de perdernos del todo. Nos bastará con seguir las huellas que dejan como rastro los mapas de la exposición, en la Biblioteca Nacional de España: Cartografías de lo desconocido.
Las doscientas piezas de la exposición nos acercan tanto a lo que tienen de conocimiento los mapas, como a lo que tienen de fantasía. Tal vez, de esa ambigua naturaleza sea de la que nace la fascinación que sentimos por los mapas. Porque con ellos igual podemos ubicarnos en el mundo, como encontrar tesoros, imaginar viajes, o incluso, perdernos por capricho. Beryl Markham, una de las viajeras y aventureras más extraordinarias de toda la historia, lo explicaba en su autobiografía Al oeste con la noche, al decir que un mapa viene a ser la tierra en la palma de tu mano.
En Cartografías de lo desconocido, las piezas provienen en su mayoría de los importantes fondos de la Biblioteca Nacional de España (BNE), cuya sede se encuentra en Madrid; pero también las hay de bibliotecas de otras instituciones, como el Instituto Geográfico Nacional, Real Academia de la Historia, Palacio Real y Biblioteca del Escorial. Las seis secciones de la exposición, que cuenta con Sandra Sáenz-López Pérez y Juan Pimentel como comisarios, nos llevan a pensar el mapa más allá de lo que tiene de representación del territorio.
Los mapas no siempre dicen la verdad
Como viajeros, estamos habituados a confiar nuestro destino a los mapas, hoy en formato digital y en nuestro móvil, donde guardamos las diferentes aplicaciones que facilitan el viaje; pero “los mapas son artefactos cargados de poder”, explica Juan Pimentel. Se trata de una reflexión que pone en duda la idea del mapa como un artilugio objetivo y neutro de conocimiento –la tierra en la palma de la mano–. John Brian Harley, uno de los impulsores de la cartografía crítica, nos enseñó a desconfiar al decir aquello de que los mapas son más textos culturales que simples reflejos de la realidad. En última instancia, los mapas transmiten información. Hay intereses políticos, militares, estratégicos, y, “en ocasiones –comenta Sandra Sáenz-López Pérez– se llega a manipular la imagen final”.
El ilusionismo en los mapas
“En los mapas –explica Juan Pimentel– hay todo tipo de ilusiones; por ejemplo la de que el mundo cabe en la palma de una mano, que es ilusionismo puro, un truco de magia”. Trucos que nos son revelados a lo largo de la exposición: desde los ideales de simetría con los que se comenzó a dibujar los primeros mapas, hasta la incorporación de la Terra Incognita y la representación de los lugares imaginarios.
Basta comenzar el recorrido para darnos cuenta de que la cartografía es arte y es ciencia. Y como tal, algunas de las obras más destacadas de la exposición muestran los recursos y los temas más frecuentes utilizados en la cartografía. Algunas de las obras más destacables de Cartografías de lo desconocido son el ejemplar manuscrito de la Geografía de Ptolomeo, del siglo XV, que, en opinión de Sandra Sáenz-López Pérez, es uno de los libros más bellos que se conservan, o, como destaca Juan Pimentel, una maravilla muy poco conocida en España: una carta cronológica del siglo XIX de siete metros de longitud que es una representación visual de la historia.
Lo desconocido y los mapas literarios
¿Cómo representar aquello que no se conoce, y que, tal vez, ni exista? ¿Cuál es la escala para representar lo que nació de la imaginación? “La Terra Incógnita es una constante en la cartografía –cuenta Sandra Sáenz-López Pérez–. Hace alusión a todos los territorios que no se conocen. Aunque se desconozcan, muchas veces aparecen en los mapas. Están ahí, aunque, empíricamente, no los hemos visto”.
En la sección Espacio imaginarios, los mapas expuestos sirven para viajar por mundos imaginados. Los lugares que en otras ocasiones hemos recorrido página a página, se nos revelan en su extensión física. Hay un mapa de la Tierra Media elaborado con todo detalle por J. R. R. Tolkien. Encontramos el mapa a escala 1:150.000 de Región, el espacio ficticio que creó Juan Benet para sus novelas y relatos; también, una representación de Laputa, la isla voladora que Jonathan Swift imaginó para Los viajes de Gulliver, o, incluso, un mapa con los pasos dados por Don Quijote y Sancho en su aventura vital.
No son pocos los viajeros que juegan a escoger destino a ciegas: allá donde señala el dedo será el próximo destino. Es una práctica que viene de la infancia y que responde a la confianza de que todo mapa conduce a algún tesoro; pero la exposición Cartografías de lo desconocido nos muestra que, en realidad, la mayoría de las veces, el tesoro es el propio mapa. Disfrútenlo.