Don Quijote se convirtió en el primer turista aficionado a los castillos cuando convirtió, producto de su vitaminada imaginación, la venta de su primera salida en una fortaleza. Sin embargo, no hay que culpar al héroe de Cervantes de falsificar la realidad, pues cada cual ve lo que quiere ver. No hay duda de que los castillos evocan fácilmente el espíritu de la Edad Media, más que ninguna otra edificación: son castillos fronterizos, rocosos, inexpugnables o trágicos. Suelen protagonizar paisajes de interior yermos y polvorientos, pero los castillos son también para el verano. Hay muchas fortalezas costeras que se levantaban allí donde solían llegar los piratas y corsarios. Estos castillos con vistas al mar son de gran belleza. Además, tal vez supongan la última defensa del verano y de la imaginación.