Castillos del Loira

Un recorrido de leyenda por los suntuosos palacios erigidos entre Blois y Angers

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NICOLAS LAVERROUX

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Chaumont

Elevado sobre una colina con vistas al pueblo y al río, data del siglo XV aunque sufrió numerosas reformas en el XIX.

GÜNTER GRÄFENHAIN / FOTOTECA 9 X 12

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Chambord

Es la mayor mansión del Valle del Loira. Tiene 440 habitaciones y una escalinata de doble hélice. Las obras empezaron en 1519 y el último sector se completó en 1685.

RRICCARDO SPILA / FOTOTECA 9 X 12

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Castillo de Moulinsart

Hergé, creador de Tintín, se inspiró en Cheverny para la mansión del capitán Haddock.

GTRES

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Cheverny

El dormitorio del Rey combina tapices y una cama con dosel de seda persa. Un rincón del jardín es un huerto.

S. SAUZAY

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Chenonceau

Chenonceau, con su galería sobre el río cher y sus geométricos jardines, es el más espectacular de los castillos del Loira.

AGE FOTOSTOCK

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Manoir Clos-Lucé

Leonardo da Vinci vivió sus últimos años en esta casa de Amboise. Sus inventos ocupan hoy el jardín.

JEAN-BAPTISTE RABOUAN / GTRES

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Langeais

Tras su aspecto de fortificación esconde interiores de lo más suntuosos y un gran patio señorial.

FRANCESCO CAROVILLANO / FOTOTECA 9 X 12

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Angers

El castillo, con 17 torres de hasta 40 metros, ofrece una de sus vistas más atractivas desde la orilla del río Maine.

Mapa: BLAUSET

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Ocho castillos ineludibles

1 Blois. Tiene sectores de distintas épocas desde el siglo X.
2 Chambord. Su escalera helicoidal es obra de da Vinci.
3 Chaumont. Con torre de homenaje y doble puente levadizo.
4 Cheverny. Hergé se inspiró en él para dibujar la mansión del capitán Haddock. Posee un espacio dedicado a Tintín.
5 Chenonceau. Uno de los más bellos.
6 Villandry. Sus jardines recuperan la horticultura medieval.
7 Langeais. De exterior fortificado y patio ornamental.
8 Angers. El castillo se halla en pleno casco antiguo.

HEMIS 1290759

El País del Loira es una apacible región marcada por el curso de varios ríos que riegan una fértil vega donde se producen algunos de los vinos más célebres de Francia. Su clima benigno y su localización junto a una de las vías fluviales más importantes del país fueron decisivos para que, a partir del XIII, monarcas y nobles erigieran allí castillos que competían en lujo y refinamiento. Aquel gusto por lo exquisito se sigue palpando hoy tanto en las grandes ciudades como en los pueblos más pequeños.

El viaje por el tramo más espectacular empieza en Blois, donde, hacia el siglo XV, se instalaron los primeros reyes que llegaron a la región. Conserva calles medievales, la catedral y, dominando el conjunto, un castillo del siglo XIII con una monumental escalera renacentista que fue encargada por Francisco I. El mismo monarca ordenó la construcción de Chambord, a 18 kilómetros y considerada una obra maestra del Renacimiento francés. A medida que uno se acerca por la carretera que cruza el antiguo coto de caza, lo primero que salta a la vista son las esbeltas torretas que coronan el palacio de Chambord. Todo el interior gira en torno a la escalera de doble revolución, cuyo diseño se atribuye a Leonardo da Vinci, quien llegó invitado por ese mismo rey.

Continuamos la ruta en busca de un personaje muy diferente, esta vez de ficción, y lo encontramos a pocos kilómetros en el Château de Cheverny, que sirvió de inspiración al belga Hergé para dibujar la mansión del capitán Haddock, compañero de aventuras del intrépido Tintín. Se trata de uno de los pocos castillos del Loira que sigue perteneciendo a la misma familia desde hace siglos, los Hurault.

Por un instante nos hemos alejado del Loira, pero sus orillas vuelven a reclamar nuestra atención con el castillo de Chaumont-sur-Loire. Su parque acoge durante el mes de abril un Festival Internacional de Jardines en el que participan paisajistas de todo el mundo. Chaumont forma parte, además, de la historia de rivalidad entre Catalina de Médicis, esposa de Enrique II, y Diana de Poitiers, su bella amante, que residía en el cercano castillo de Chenonceau. Tras la muerte del rey en 1559, Catalina obligó a Diana a trasladarse a Chaumont y así ella pudo adueñarse de Chenonceau, del que siempre había estado enamorada.

Situado a pocos minutos en coche, hoy Chenonceau seduce con su galería sobre el río Cher y con la historia de las seis mujeres –entre ellas, Diana y Catalina– que lo remodelaron del siglo XVI al XX.

Tras la visita a Chenonceau merece la pena almorzar o cenar en Amboise, un pueblo a orillas del Loira que vive al ritmo de las estaciones y que también fue uno de los primeros del valle en acoger a la corte. El personaje que más despierta la curiosidad aquí es Leonardo da Vinci, que llegó en 1516 por expreso deseo del rey Francisco I, quien le cedió la casa donde él había pasado su infancia, Manoir du Clos Lucé. El monarca vivía en el vecino Palacio Real, una elegante muestra de la transición entre el estilo gótico y el renacentista.

La ciudad de Tours es una agradable pausa entre castillos. Su corazón es la plaza Plumereau, rodeada de casas con entramados de madera –el centro quedó destruido durante la Segunda Guera Mundial y fue reconstruido a partir de 1959– y restaurantes que sirven los típicos rillons (torreznos) acompañados de vino de Vaubray o de Touraine. Nos acercamos a las dos torres, Tour Charlemagne y Tour de l’Horloge, que es cuanto queda de la abadía y basílica de Saint Martin del siglo XII, el resto se perdió en pleno furor revolucionario de 1789.

La siguiente etapa es el jardín de Villandry, donde se armoniza a la perfección la parte decorativa con otra puramente práctica, un huerto. El responsable de su diseño fue Joaquín Carvallo (1869-1936), un médico español que después de casarse con una rica heredera americana, Ann Coleman, se propuso restaurarlo tomando como modelo el jardín medieval original.

Llegados a este punto merece la pena un breve desvío hasta Langeais para visitar su castillo, uno de los más curiosos. Como una moneda con dos caras, posee dos fachadas muy distintas: una típica de fortaleza, con un puente levadizo protegido por dos torres, y otra que da al patio interior, más ornamentada, como corresponde a un palacio medieval.

Nos desviamos en busca del río Vienne y la población de Chinon, famosa por sus vinos y también por ser la cuna del escritor y médico François Rabelais (1494-1553). Su casa natal, La Devinière, en las afueras, es hoy un museo dedicado a su obra y a sus gigantes Gargantúa y Pantagruel. Después de rendir homenaje al autor de Comilonas históricas, apetece dar un paseo por la calle principal de Chinon y acercarse al castillo, recientemente restaurado. La visita guiada explica los momentos históricos que se vivieron en él, como la entrevista entre Juana de Arco y Carlos VII cuando éste aún era Delfín de Francia, en 1429.

Los recuerdos literarios se encadenan mientras alcanzamos la abadía de Fontevraud, donde se hallan las tumbas de personajes tan novelados que parecen de ficción: Leonor de Aquitania, su esposo Enrique II Plantagenet, Ricardo Corazón de León e Isabel de Angulema, segunda mujer de Juan sin Tierra.

La villa de Saumur aparece 20 kilómetros más adelante, sobre una isla encajada entre dos brazos del Loira y con la silueta de su fortaleza del siglo XIV en lo más alto. La otra gran atracción de Saumur es la escuela ecuestre Cadre Noir, fundada en 1815 y declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Angers, la capital del antiguo ducado de Anjou, nos recibe como meta de nuestro viaje. Divida por las aguas del río Maine, posee en medio del casco viejo uno de los castillos feudales más hermosos de Francia, rodeado por 17 torreones y fosos ajardinados. Su interior alberga el Museo de la Tapicería, que expone el Tapiz del Apocalipsis, realizado en el siglo XIV por encargo de Luis I de Anjou.

Las propuestas para seguir disfrutando del País del Loira no acaban ahí. Un crucero de regreso a Blois, una ruta en bicicleta entre viñas o un vuelo en globo pueden ser el final perfecto a esta ruta por el corazón de Francia.

MÁS INFORMACIÓN
Documento: dni.
Idioma: francés
Moneda: euro.

Cómo llegar y moverse: La mejor forma de alcanzar el valle del Loira es vía París. A la capital francesa se llega en avión o en la línea AVE de Renfe-SNCF, que conecta luego con Tours y Blois. Una vez allí conviene alquilar un coche. También hay itinerarios en bicicleta señalizados y con servicio de alquiler, transporte de equipaje y alojamiento. Además de paseos guiados en lancha, se organizan salidas en futreaux, la barca típica de vela, y en toue, embarcación tradicional de fondo plano.

Turismo Valle del Loira
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