Cataluña en diez castillos asombrosos

Hogar de la nobleza y testigos de mil batallas, estas fortalezas medievales han perdurado en el tiempo y muchas han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, algunas como hoteles y otras como espacios de cultura e incluso como casinos.

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Castillo de Tamarit

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Castillo de Tamarit

Situado en mitad de una pineda y con vistas privilegiadas al Mediterráneo, la historia del castillo de Tamarit se retrotrae al siglo XI. En un principio, la propiedad pertenecía a los condes de Barcelona, aunque rápidamente pasó a manos de la familia Claramunt. Tres siglos más tarde, y ante el temor a posibles incursiones piratas se construyeron las murallas y las torres que bordean la fortaleza, algo que además de reforzar su estatus defensivo, la convirtió en un punto seguro del incipiente comercio mediterráneo.

A punto de ser incendiado

Desde su construcción, el castillo tuvo que hacer frente a un sinfín de batallas pero fue durante la Guerra Civil cuando estuvo cerca de vivir su episodio más trágico. Durante la contienda, la Federación Anarquista Ibérica (FAI) se planteó seriamente la idea de prender fuego a la fortaleza tal y como ya habían hecho anteriormente con otros monumentos de alrededor como en Altafulla. Afortunadamente, el plan se detuvo cuando descubrieron que el propietario del castillo era el norteamericano Charles Deering.

Empresario y filántropo, el magnate estadounidense fue durante muchos años mecenas de Ramón Casas y Santiago Rusiñol, además de haber mandado construir otro edificio histórico en tierras catalanas: el palacio Maricel, en Sitges. El plan se detuvo nada más conocerlo y gracias a ello, piezas de valor incalculable como el retablo barroco que aún se conserva en la iglesia del castillo se salvaron de quedar reducidas a cenizas.

Castillo de Cardona

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Castillo de Cardona

Hoy convertido en hotel, el castillo fue la residencia de la segunda familia más influyente del antiguo reino de Aragón. Conocidos como los ‘reyes sin corona’, los señores de Cardona se asentaron en lo alto de la comarca del Bagés después de hacerse con la explotación del oro blanco, y es que durante siglos, las entrañas de los cerros que baña el río Cardoner contenían toneladas de sal, una de las materias primas más demandadas durante la Edad Media. La sal fue el origen de su poder, de su fortuna y de la construcción de esta fortificación, que data del siglo IX.

Del edificio destaca la torre de la doncella y la colegiata San Vicente, una de las joyas del románico lombardo catalán. A raíz de los conflictos con Francia, el castillo fue cediendo su función residencial para convertirse en una fortaleza. Prueba de ello, es la corona de baluartes que rodea al castillo.

Castillo de Miravet

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Castillo de Miravet

A su curso, el Ebro deja estampas de postal como el pueblo de Miravet, en Tarragona. Las fachadas de piedra sin pintar se mimetizan con los trozos de peñascos desnudos, y en lo alto del pueblo, un castillo construido por los templarios otea el horizonte con autoridad. Reconstruido en 1153 sobre una antigua fortaleza de origen andalusí, el edificio es uno de los mejores ejemplos arquitectónicos de la Orden de los Templarios en Europa, a pesar de que aún conserva muchos detalles de estilo árabe. Aunque baluarte fue fruto de la reconquista, eso no quiere decir que el futuro fuera mucho más pacífico. Tras la cruzada, la fortificación tuvo que hacer frente a múltiples envites como la Guerra de los Segadores, la Guerra de Sucesión, la guerra contra los franceses, las Guerras Carlistas o la Batalla del Ebro. Sin embargo, el fortín sigue en pie y en un estado casi excelente, demostrando su entereza a lo largo de nueve siglos.

Castillo de Montjuïc

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Castillo de Montjuïc

Antes de que se construyera el famoso castillo en lo alto de Barcelona, la cima de Montjuïc ya lucía otra fortificación. Se trataba de una atalaya primitiva que, aprovechando su ubicación frente el mar, servía como una especie de faro para los navegantes. Más tarde, a mediados del siglo XVII se construye la primera fortaleza digna de ser llamada como tal, fruto de la Guerra de los Segadores, aunque aún distaba mucho de ser el castillo que domina hoy en día la ciudad condal. Como resultado del conflicto el monumento quedó gravemente dañado y se encarga entonces la restauración al ingeniero militar Juan Martín Cermeño.

Es en ese instante cuando adopta la categoría de castillo que se ha mantenido hasta la actualidad. Cermeño construyó el foso, levantó las murallas y le dotó de artillería y otro tipo de servicios necesarios. Aunque ese ha sido el aspecto que se ha mantenido hasta ahora, el castillo ha tenido que ser restaurado en varias ocasiones debido a los desperfectos generados por los bombardeos de Barcelona durante la Guerra Civil española. Todas esas experiencias le han hecho convertirse en un símbolo de resistencia, pero también un lugar histórico siendo el fusilamiento del presidente catalán Lluís Companys el hecho más recordado en la historia del emblemático baluarte.

Castillo de Tossa de Mar

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Castillo de Tossa de Mar

Declarado monumento histórico-artístico nacional en el año 1931, el castillo de Tossa es el único ejemplo de población medieval amurallada que permanece en pie en Cataluña. Situado en primera linea de mar, el baluarte dibuja una defensa casi inexpugnable que durante siglos hizo frente sobre todo a los piratas, aunque no fueron pocos los que intentaron dominar la villa que en su momento álgido, tan solo consiguió reunir cerca de ochenta casas, la mayoría de las cuales se levantaron aprovechando las murallas. En cuanto a la fortificación, el castillo cuenta con cuatro torreones y tres torres cilíndricas que se alzan como gigantes sobre la arena de la playa. Una de las más conocidas es la torre de las horas, que albergaba el único reloj público de la localidad. La otra, sin duda, es la torre de es Codolar, que da acceso a una pequeña cala por la cara inversa a la playa grande. 

 

Castillo de Begur

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Castillo de Begur

En 2019, el castillo de Begur cumplió nada más y nada menos que mil años. Construido en el siglo XI en lo alto de uno de los pueblos más bellos de la Costa Brava, la fortificación como muchas otras llegó a ser propiedad de los condes de Barcelona, aunque al poco tiempo le transfirió la propiedad a Bernat de Cruïlles, barón de Begur, que lo conserva hasta el siglo XVII cuando lo vende al Ayuntamiento. Ya en manos de la administración, la fortaleza sufrió los envites de varias guerras que mermaron su estructura, aunque en la actualidad se conserva en buen estado.

Sin duda, su posición privilegiada en la cima de Begur le confiere unas vistas únicas del litoral catalán, y es que desde el castillo se puede observar las Islas Medas, la desembocadura del río Ter, Palamós e incluso el Cap de Creus.

Castillo de Sant Ferran

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Castillo de Sant Ferran

El nombre de Salvador Dalí es sin duda el gran reclamo de Figueres, la capital del Ampurdán. Su obra y su legado hacen sombra a cualquier otro elemento, sin embargo, la localidad posee otras atracciones dignas de ser reconocidas por sí mismas como los tres parques naturales que la rodean o el castillo de Sant Ferran. Situado sobre una colina, una hilera infinita de baluartes conforma el monumento de mayores dimensiones de Cataluña y la mayor fortaleza de época moderna más grande de Europa.

Como ya ocurriera con el castillo de Montjuïc, el ingeniero militar Juan Martín Cermeño fue uno de los encargados de diseñar esta mole en 1753, construida como barrera defensiva contra posibles invasiones del ejército francés. Entre sus descomunales cifras, la fortaleza cubre una extensión de 32 hectáreas, tenía capacidad para albergar a más de 6.000 hombres, casi 500 caballos en las caballerizas y hasta 9 millones de litros en las cisternas subterráneas.

Marcado por la guerra civil

En plena contienda, el fuerte fue el lugar donde se refugiaron hasta 62 diputados de la República. Siendo tal el aforo republicano, el presidente de aquel momento, Juan Negrín dio su último discurso entre las murallas. También fue el lugar donde se reubicaron gran parte de la pinacoteca del museo del Prado con el objetivo de salvaguardar las obras. Tras la victoria del bando franquista, el castillo de Sant Ferran se convirtió en un enorme campo de concentración para los prisioneros republicanos que habían sido capturados en Francia.

Castillo de Perelada

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Castillo de Perelada

Perelada, una localidad del Alto Ampurdán (Gerona) ya poseía una fortaleza en el siglo IX, aunque por aquel entonces respondía al nombre de castillo Tolón, o la casa de Castro Tolón, pero en 1285 la fortificación fue destruida junto al resto del pueblo como resultado de la cruzada contra Cataluña liderada por el rey de Francia Felipe ‘El Atrevido’.

El castillo actual no se construyó hasta cinco siglos más tarde, que pasó a ser la residencia oficial de la familia Rocaberti hasta el siglo XIX cuando se marchan a París. Durante ese período, al castillo se le suman las dos torres principales que dan acceso al interior del fortín, la fachada de estilo renacentista, la construcción del parque y la incorporación posterior del lago.

Llegan las apuestas

En 1923, el empresario catalán Miquel Mateu i Pla se hace con la posesión del castillo y decide convertirlo en la sede de sus colecciones de arte, vidrio, cerámica, pintura y manuscritos, además de construir una espectacular biblioteca en su interior que lo ensalza como un centro de cultura. Sin embargo, tras la legalización de los juegos de azar al terminar el franquismo, el empresario obtiene una licencia y desde entonces, también es la sede del casino de Perelada.

Castillode la Suda

Foto: Turismo de Tortosa

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Castillo de la Suda

Junto a su catedral y los reales colegios, el castillo es uno de los principales monumentos históricos de Tortosa. Su construcción se remonta al siglo X bajo el califato de Abderramán III, siendo un testimonio clave de la presencia andalusí en Tarragona. Gracias a ellos, la fortificación cuenta con la única necrópolis islámica a cielo abierto de Cataluña. Tras la reconquista, el fuerte pasó a manos de los condes de Barcelona y más tarde, de la corona de Aragón, quienes hicieron de este baluarte su residencia real. 

Además de palacio para la nobleza, el castillo también sirvió como prisión, como sede templaria, incluso como Tribunal de Justicia. Hoy en día es el actual parador de turismo de Tortosa, y solo se conserva la parte meridional del edificio. Como curiosidad, su nombre procede del pozo que se excavo en su interior y que recoge el agua directamente del río Ebro.

Castillo de Púbol

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Castillo de Púbol

Dalí dejó una impronta imborrable en la historia del arte, y a su paso, cientos de lugares en el mapa que hoy se han convertido en centros de peregrinación para aquellos que quieren escudriñar en la vida y obra del genio catalán. Un ejemplo son los estudios en el barrio parisino de Montparnasse donde comienza a explotar como artista o su residencia -hoy museo- en Figueres.

Pues bien, uno de los lugares menos conocidos donde el artista vivió con su amada Gala Dalí fue en el Bajo Ampurdán, cerca de la pequeña localidad de Púbol. Todo comenzó en la Toscana tres décadas antes de recaer al fin en aquel castillo medieval. Dalí le prometió a su amada comprarle un palacio pero ante el temor de tenerla tan lejos de él, finalmente trasladó su promesa a Cataluña.

Un castillo digno de su amor

El propio Dalí lo expresó así cuando tuvo que justificar la compra del castillo: “Cuando me paseo por esta casa, me miro y veo mi concentricidad. Me gusta su rigor moruno. Me faltaba ofrecer a Gala un estuche más solemnemente digno de nuestro amor. Por ello le regalé una mansión edificada sobre los restos de un castillo donde ella reina como soberana absoluta, hasta el punto de que yo no la visito si no es con una invitación escrita de su mano.”

Construido en el siglo XI, el artista adquirió el baluarte en 1969 en unas condiciones pésimas. Los muros agrietados, el jardín desaliñado y los techos hundidos no obstante, le conferían un aura romántica que atrajo al artista desde el primer momento. Manteniendo esa atmósfera misteriosa, casi decrépita, Dalí lo restauró dando su toque surrealista al espacio medieval. En la actualidad, el cuerpo de Gala sigue descansando en el castillo de Púbol, en el sepulcro que el propio Dalí diseñó, y que a pesar de su insistencia, él no pudo acompañar.