Eterna Notre Dame

La catedral inmortal

Un homenaje y reconocimiento a la relevancia cultural y turística del que seguirá siendo el gran monumento de París.

Cada año, entre 12 y 14 millones de personas visitan el que es uno de los grandes emblemas de París. El incendio que ha destruido su aguja y dañado parte de su tejado no solo es un shock por lo anacrónico, lo inesperado y lo devastador del acontecimiento. También haber amenazado a un monumento Patrimonio de la Humanidad absolutamente deslumbrante que, pese a las llamas, seguirá siendo una clara demostración de cómo el ingenio y la creatividad del hombre son capaces de crear obras que fascinan a decenas de generaciones. 

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Icono de un nuevo mundo

Consagrada en 1182, la catedral de Notre Dame era el ejemplo perfecto de cómo se habían construido los grandes templos urbanos en Europa durante el Medievo. Pese a que fue ideada y diseñada bajo los cánones románicos, la incipiente burguesía urbana que crecía al abrigo de la prosperidad comercial de París provocó que la construcción de un nuevo y necesario templo católico no se hiciera solo por razones religiosas: también políticas. 

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El triunfo del gótico

Este cambio de paradigma que supuso, de algún modo, el paso de la Baja a la Alta Edad Media, hizo que la nueva iglesia de París se concibiera como un gran monumento que reflejara el crecimiento de la ciudad. Es decir, que se impusieran los discursos estéticos del Gótico, sus grandes dimensiones y sus detalles que, a la postre, la convirtieron en un edificio único como sus dos grandes torres o su nave central. También trajo consigo un nombre, el de Jean de Chelles, considerado el primer arquitecto de esta maravilla. 

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Historia de Francia

Con los pasos de los siglos, Notre Dame se convirtió en historia viva del país al ser testigo de los grandes vaivenes religiosos y políticos que vivió Francia a lo largo de la Edad Moderna. No en vano, en 1548 fue atacada por los hugonotes quienes consideraban que sus detalladas esculturas eran un ejercicio de idolatría desmesurada. Finalmente, durante la Revolución Francesa en 1793, la catedral fue desacralizada, mutilada y transformada en un espacio dedicado al culto de la razón. 

 

 

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El triunfo del Romanticismo

Dos nombres cambiaron, para siempre, el devenir de esta gran iglesia. Por un lado, Victor Hugo conmocionó a toda Francia cuando publicó, en 1831, Nuestra Señora de París, una novela que no solo cosechó un éxito tremendo, también fue un acicate para la restauración del templo. 

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A gusto de Viollet-Le-Duc

El segundo fue Eugéne Viollet-Le-Duc, el gran arquitecto rehabilitador de Francia, responsable de maravillas como Carcasona y poseedor de un estilo un tanto libre a la hora de rediseñar monumentos medievales. Eso sí, sin su disoluta profesionalidad no se comprendería lo que es esta obra, ya que él le añadió gárgolas, transformó los arbotantes, levantó la aguja (destruida por el incendio del pasado 15 de abril de 2019) y demolió los edificios circundantes para darle ese aire regio y monumental que desde entonces ha conservado. 

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Un verdadero museo

La relevancia cultural de este monumento va más allá de su importancia como testigo histórico y como patrón arquitectónico. Tanto en su interior como en su Tesoro conservaba esculturas, vidrieras y pinturas de gran valor como La Piedad de Coustou, las efigies de los Reyes Luis XIII y Luis XIV de Coysevox o su espectacular órgano de 8000 tubos. La mayoría de estas obras han sobrevivido al incendio, pero su ubicación futura es una incógnita. 

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Epicentro turístico

Más allá de los datos que oscilan entre los 12 y 14 millones de visitantes al año, el papel de este monumento en el París turístico contemporáneo es crucial. Una demostración de ello eran las visitas guiadas gratuitas que, casi diariamente, se ofrecían en hasta ocho idiomas diferentes para poner en relieve su importancia y su gloria. Además, fue una de las iglesias pioneras en ofrecer tours por sus torres pasadizos altos con un coste añadido (de 10€), demostrando que se podía rentabilizar su fama sin traicionar el espíritu religioso y de acogida con el que se levantó. 

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