No hay otra ciudad en Alemania que supere a la capital de Baviera en monumentalidad. Su patrimonio es apabullante y su configuración urbanística, perfeccionada con los siglos, espectacular. Sin embargo, Múnich tampoco olvida sus tradiciones, ni la tierra que la rodea. El poeta alemán Heinrich Heine (1797-1856) ya escribió que la ciudad crecía «entre el arte y la cerveza, como un pueblo entre dos colinas». 150 años después, esa afirmación sigue vigente.
Todo comenzó hace cerca de mil años en Marienplatz, la carismática plaza donde sigue latiendo el corazón de Múnich. Desde finales de noviembre, este lugar acoge el mayor de los más de veinte mercados navideños que animan la ciudad hasta el 24 de diciembre. Es el principal, pero también vale la pena acercarse a otros que reflejan la diversidad de culturas que conviven en esta urbe de millón y medio de habitantes.
Altes y Neues Rathaus. En la Marienplatz se alzan los dos Ayuntamientos de Múnich. El Viejo (Altes) fue construido en el siglo XV en estilo gótico, mientras que el Nuevo (Neues) data de 1908. La torre de este último está rematada por el llamado Niño de Múnich, uno de los símbolos locales. Sin embargo, el elemento más popular del Ayuntamiento Nuevo es el Glockenspiel, un carrillón del que aparecen todos los días, a las once de la mañana, unas figuras danzando. Además de tabernas y comercios, la plaza cuenta con la Columna de Mariensäule y la Fuente del Pescado donde, según la tradición, hay que lavar la cartera el Miércoles de Ceniza para no tener problemas de dinero.
Catedral. Alrededor de Marienplatz se erigen otros monumentos como la Frauenkirche, la catedral muniquesa y el mayor templo del sur de Alemania, con capacidad para 20.000 personas. Erigida en el siglo XV, llaman la atención sus dos torres de más de cien metros, rematadas por cúpulas bulbosas; ningún edificio del centro la supera en altura.
Peterskirche. Pero la Frauenkirche no es la iglesia más antigua de la zona. Ese honor lo ostenta el templo dedicado a san Pedro, del siglo XIII, que se esconde en un callejón al otro lado de la plaza, no lejos del Viktualienmarkt, el mercado de abastos más popular de Baviera.
Hofbräuhaus. Muy cerca, hacia el norte, y para seguir la tradición, hay que entrar en la centenaria taberna Hofbräuhaus. Ocupa la que fue la cervecería real desde 1598 y en sus mesas corridas se pueden degustar las típicas salchichas blancas weisswürst y cervezas bávaras como la clara halle.
Alter Hof. A solo un par de calles se halla el recinto fortificado de los Wittelsbach, la familia que, como duques, príncipes, reyes e incluso emperadores, dirigió el destino de Baviera desde el siglo XIII hasta la Primera Guerra Mundial. Para conocer, sin embargo, la majestuosa residencia que esta dinastía se hizo construir en su momento de mayor esplendor (siglo XIV) hay que cruzar la elegante avenida Maximilianstrasse, en la que se alinean las tiendas más exclusivas.
Residenz. Al otro lado de la Maximilianstrasse se extiende la residencia real, un recinto con edificios de diferentes épocas y estilos. Se pueden visitar más de 130 estancias. Destacan el Antiquarium, mandado erigir por Albrecht V para albergar su colección de antigüedades; el Teatro, diseñado en estilo rococó, igual que la Capilla Real, mientras que los Apartamentos papales y los reales son de estilo neoclásico. La visita al palacio debe incluir un relajado paseo por los jardines del Hofgarten. Alrededor del palacio Residenz sobresalen la iglesia Theatiner, de estricto barroco, y la de Sankt Anna, de desbordante rococó, junto a antiguas mansiones de la nobleza bávara. Algunos guardan sorpresas como el Fünf Höfe, un moderno centro comercial diseñado por el estudio de arquitectos suizos Herzog & de Meuron, responsables también del estadio Allianz del equipo de fútbol Bayern de Múnich, otro símbolo de la ciudad.
Odeonsplatz. Durante el siglo XIX se trazaron en Múnich grandiosas avenidas más allá del centro histórico. Desde esta plaza, frente al Hofgarten, salen dos de ellas. La Ludwigstrasse conduce al barrio Schwabing, cuajado de edificios jugendstil, el estilo modernista de Centroeuropa; la Briennestrasse, en cambio, lleva directamente al barrio de los museos, en el entorno de la Königsplatz.
Museumquartier. Es difícil encontrar un grupo de instituciones tan ricas en arte de todas las épocas y escuelas. La Alte Pinakothek exhibe en un edificio del siglo XIX más de 700 obras maestras, entre las que destacan las de pintores alemanes como Durero (1471-1528); la Neue Pinakothek agrupa una muestra del arte del siglo XIX; mientras que la Pinakothek der Moderne, en un edificio de nueva planta de Stephan Braunfels, contiene una colección de arte y diseño del siglo XX que tampoco se queda atrás. Muy cerca, la Glytothek exhibe escultura y bajorrelieves griegos y romanos. Por último, la villa del pintor Franz von Lenbach (1836-1904), además de tener interés por sí misma, guarda una abrumadora colección de Kandinsky y otros artistas del grupo Der Blaue Reiter.
Palacio Nymphenburg. Esta avenida cambia de nombre y se convierte en Nymphenburgerstrasse, anunciando el palacio de verano de los Wittelsbach, espléndido edificio del siglo XVII con lagos y jardines. En su interior sobresalen los retratos de bellezas femeninas que encargaba el rey Ludwig I (1786-1868).
Englischer Garten. La Prinzregentenstrasse es una tercera avenida que cruza el río Isar y alcanza la emblemática Columna del Ángel de la Paz y el Jardín de los Ingleses. De camino se pueden visitar el inmenso Museo Nacional de Baviera, la Schack Galerie, rica en obras alemanas del siglo XIX, y la influyente Haus der Kunst de arte contemporáneo.
Parque Olímpico. Quien busque la Múnich más moderna debe dirigirse al norte de la ciudad. Allí se aglutinan los insólitos rascacielos del complejo BMW, en el que se puede descubrir el mundo de este fabricante de coches y un museo con sus modelos más emblemáticos, y los edificios construidos para los Juegos de 1972, incluida la Torre Olímpica (290 m).
Turismo de Múnich