Saudade rural

Cinco aldeas portuguesas de ensueño a un paso de Galicia, Zamora y Salamanca

Entre el Douro y el Miño, el país luso guarda unos pueblos repletos de encanto rural y natural

El norte de Portugal es una de las regiones más mágicas del país. Sus freguesías o parroquias guardan la esencia local y tradicional que se refleja en sus formas de vida, su gastronomía, su arquitectura y su cultura artesanal y arraigada que ha pasado de generación en generación. Entre el sur del Miño y el norte del Duero, estas cinco aldeas ofrecen al visitante experimentar un mundo totalmente distinto, gobernado por la calma y la amabilidad de sus gentes y regado de buenos productos, mucha historia y paisajes de película.

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iStock-1191414335. Sistelo

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Sistelo

Ubicado a las puertas del Parque Nacional Peneda-Gerês y en plena Reserva Mundial de la Biosfera, Sistelo es ampliamente conocido como "el Tibet portugués" por su aspecto. Sus socalcos o terrazas se despliegan desde lo alto de las colinas hasta el valle, cuya mejor panorámica se puede disfrutar desde el Mirador da Estrica. De hecho, en 2017 fue el primer paisaje cultural clasificado como monumento nacional. Esta aldea, atravesada por la Carretera Nacional 304, ofrece al visitante molinos históricos y edificaciones medievales, como el Ponte do Visconde o la Iglesia Parroquial de Sistelo.

Sin duda una de sus mayores joyas es el Castelo do Visconde, construido en el siglo XIX en estilo renacentista por el comerciante Manuel Gonçalves Roque en su localidad natal tras volver de hacer fortuna en Brasil. El edificio se asemeja notablemente a los pazos gallegos, del mismo modo que sus horreos. También pasa por el núcleo urbano una de las tres etapas de la Ecovia do Vez, un recorrido agreste de 32 km que discurre entre parajes naturales y se encuentra con los Passadiços do Paiva, unas pasarelas que discurren entre campos, viñas y ríos antes de llegar al núcleo de población.

iStock-1191524845 (1). Lindoso

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Lindoso

Cerca de la frontera con Ourense se encuentra Lindoso, una pequeña población perteneciente a Ponte da Barca y que esconde uno de los conjuntos de hórreos más bellos de todo el norte de Portugal. En concreto son 64 las pequeñas edificaciones que datan del siglo XVII, lo que hace de este grupo uno de los más extensos de su tipo en Europa. En la localidad, además de un bello paisaje surcado por el río Lima, se encuentra un gran conjunto etnográfico y monumental de interés, en el que destaca el Castillo de Lindoso.

Esta fortaleza, construida en el siglo XIII y declarado Monumento Nacional en 1910, es considerada una de las construcciones defensivas más importantes de Portugal y en ella se encuentra un centro de interpretación donde conocer la historia de esta población y su importancia militar. Desde su torre del homenaje, de 15 metros, es posible tener una vista extensa de la Sierra da Peneda y los paisajes cercanos que colindan con la comarca de La Baja Limia, en España.

iStock-1201891792. Rio de Onor

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Rio de Onor

Este pueblo es dos a la vez. Rio de Onor, ubicado en el distrito de Bragança, comparte terreno y solo se separa por un puente de su media mitad, Rihonor, que se alza ya en la provincia de Zamora. Esta aldea ya existía cuando el reino de Portugal se separó del reino de León en el siglo XII. En la localidad se pueden observar vestigios de la historia del pueblo, fuertemente relacionada con la Revolución de los Claveles. Durante esta, en 1974, se instaló una cadena en la carretera para evitar la entrada de las tropas españolas y que no se retiró hasta 1990.

Para conocerla más a fondo, merece la pena visitar la Casa do Touro, un pequeño museo local en el que se recoge la cultura y el recorrido de este pueblo dual. Aunque el pueblo no tiene grandes edificaciones ni grandes locales gastronómicos, aquí la verdadera riqueza la concentran los habitantes y su sabiduría, la paz que se respira en el lugar y el sentimiento de comunidad que envuelve al visitante.

shutterstock 1667093314. Pitoes das Júnias

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Pitoes das Júnias

En la comarca de Barroso, en plena Sierra de Gerês, se encuentra Pitoes das Júnias, una aldea cuyo paisaje está salpicado de tradicionales casas de piedra, el embalse de Paradela al fondo y entre ambos un sinfín de huertos y naturaleza. Cayendo hacia el río Campesinho se encuentra la cascada de Pitoes das Júnias, que se desparrama por un colorido paisaje de musgo y vegetación. Siguiendo el curso de un sendero cuyas vistas de la sierra y los bosques merece la pena, se puede llegar al monasterio de Santa María das Júnias, la joya de la población.

Construido en el siglo IX y considerado monumento nacional, a pesar de encontrarse en ruinas aún se pueden distinguir sus diferentes dependencias y entrar en su iglesia, que sigue en pie. En cuanto al pueblo, merece la pena observar las tradicionales choupanas, típicas cabañas cubiertas con techos de paja.

shutterstock 676349689. Mesão Frio

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Mesão Frio

Esta pequeña población al norte del Duero está estrechamente ligada a la producción de vino y es conocida como “La Puerta del Duero”. La Adega Cooperativa del pueblo es una de las más grandes de la región de Tras-os-Montes, donde las terrazas de viñas bordean las orillas del río. Protegido por la Serra do Marão, el patrimonio vitivinícola es su máximo atractivo, además de la belleza natural del lugar. A lo largo de los siglos se han ido construyendo casas que pertenecían a familias que vivían de la uva. El Solar da Rede y la Casa de las Torres de Oliveira se convirtieron en alojamientos, mientras la Quinta do Côtto sigue su historia de producción.

La estratégica situación del pueblo hizo que ganara una gran importancia militar y comercial en su época de esplendor. En el pueblo los artesanos se contaban por decenas, con tradiciones como la cestería, la tonelería, hojalatería, bordados y encajes que aún siguen en vigor. Como no podía ser de otra manera, también han sabido guardar con celo recetas propias de esta región portuguesa, que va desde el cozido a transmontana hasta la lamprea.