Por la ventanilla del vagón los paisajes van deambulando a ritmo pausado. El viaje en tren es un deleite para los sentidos, una forma de descubrimiento en la que el desplazamiento es tan importante como el destino. Herencia de los viajes románticos de finales del siglo XIX y principios del XX, hoy se han recuperado los larguísimos trayectos que recorren miles de kilómetros en confortables vagones. No hay que tener prisa, sino disfrutar de cada momento, de cada paisaje y de la compañía del viaje.
El viaje que recorre el gran país americano de este a oeste se inicia en Toronto y finaliza en Vancouver. La duración puede ser desde una semana a dieciséis días dependiendo de las paradas que deseemos realizar. Son casi 5.000 kilómetros los que separan la costa del Atlántico con la del Pacífico con paisajes bellísimos a bordo de confortables vagones, algunos de ellos con el techo acristalado para contemplar mejor las vistas. Su antecesor es el Canadian Pacific que se construyó en 1885 y cuya red viaria hoy se utiliza para trenes de mercancías.
En febrero de 2004 se inauguró esta vía férrea que une las ciudades de Adelaida, en el sur, con Darwin, en el norte, en un trayecto de 54 horas que atraviesa un total de 2.979 kilómetros. El gran desierto rojo del Outback es el telón de fondo de este viaje que tiene una parada intermedia en Alice Spring, la capital de este inhóspito territorio. Además de The Ghan, en Australia existen otros trayectos que unen las latitudes más extremas del país como el Indian Pacific que discurre entre Sydney, en el este, y Perth, en el oeste.
Uno de los viajes en tren más lujosos del mundo es éste que une Bangkok, la capital tailandesa, con Singapur, a través de la penísula malaya y recala en algunos míticos paisajes como el cinematográfico puente sobre el río Kwai. Se trata de una versión oriental del Orient Expres europeo que a finales del siglo XIX unía París con Estambul.
Viajar a bordo de vagones de los años 1930 a través de la campiña inglesa y los dramáticos paisajes escoceses es lo que propone este tren de lujo que pertenece también a la compañía Orient Expres. A lo largo de 700 kilómetros, desde Bath hasta Edimburgo, el viajero se embarca en uno de los seis vagones temáticos con nombre de castillo para vivir una regresión en el tiempo, cuando la aventura era el viaje y no el destino.
Es el ferrocarril más largo del mundo con un recorrido de casi 10.000 kilómetros que une las ciudades de Moscú y Vladivostok. Su historia se remonta a principios del siglo XX cuando la necesidad de cruzar un territorio inhóspito hizo superar una gran lista de dificultades para hacerlo realidad. Hoy, más de un siglo después, es un agradable recorrido que en catorce días llega a su destino final y durante el cual se pueden realizar paradas y excursiones que convierten el trayecto en un gran viaje.