
En el norte del valle de Tena, junto a la confluencia de los ríos Caldarés y Bolática, se halla Panticosa, un enclave célebre por su estación de esquí y por el cercano balneario de aguas termales que ya eran conocidas en tiempos de los romanos. Visitar el pueblo y su entorno significa disfrutar de la naturaleza y la cultura de este rincón oscense, apreciando además su gastronomía y la belleza de sus aldeas pirenaicas. En las alturas, además, hay un mundo por descubrir, encabezado por el Monumento Natural de los Glaciares Pirenaicos que incluye una parte del término de Panticosa, concretamente la zona de los Picos del Infierno (3.082 metros), tres soberbias y afiladas crestas de granito que reinan sobre el valle.
Panticosa (Pandicosa en aragonés) es una población de casi 800 habitantes, situada a 1.185 metros de altitud. El núcleo rural está formado por casas de piedra y tejados de pizarra que delatan su carácter montañés. Un pueblo encantador que reúne al menos tres monumentos interesantes. En primer lugar, la iglesia gótica de Nuestra Señora de la Asunción (siglo XVI), que fue levantada sobre un templo románico anterior; está declarada Bien de Interés Cultural. A continuación, merece la pena acercarse también a la bonita y solitaria ermita de San Salvador, que corona una pequeña colina del extremo noroeste del pueblo. Por último, el Puente Viejo sobre el río Caldarés (en latín significa "aguas calientes"), situado en las afueras, que fue construido en 1556 con un arco central monumental.
Aunque para el visitante quizá sea suficiente estímulo pasear entre las rústicas callejuelas del pueblo y, si hay suerte, escuchar el "panticuto", la variedad de la fabla aragonesa que se habla en Panticosa.
Deportes de invierno en Panticosa
Este rincón de Huesca ha crecido en las últimas décadas gracias a los deportes de invierno y a sus hoteles, casas rurales y apartamentos. La moderna y acogedora estación de esquí alpino Panticosa-Los Lagos, ubicada junto al pueblo en las laderas de las Fobas, ha contribuido a esta transformación.
Si el esquí no es nuestra actividad favorita, existen en Panticosa atractivas opciones andariegas, como recorrer el camino de herradura que une Panticosa y Hoz de Jaca, siempre con vistas al embalse de Búbal y a las vertientes de la estación de esquí, con barrancos que vierten sus aguas al pantano.
Los amantes del buen comer no pueden perderse la gastronomía de la comarca, cuya oferta en restauración es excelente. En otoño comienza la temporada de caza y la carne de jabalí, sarrio o corzo son la estrella de los fogones. Asimismo, la recogida de setas es una actividad que da paso a las populares Jornadas Micológicas de Panticosa. En invierno destacan los productos derivados del cerdo fruto de la matanza (longaniza, morcilla, bispo o torteta). En primavera y verano es la trucha de los ríos pirenaicos la que aparece en los restaurantes en múltiples recetas.
El término de Panticosa incluye dos núcleos más situados en las cercanías: Pueyo de Jaca y Balneario de Panticosa. El primero se localiza al sudoeste, donde concluye el valle del río Caldarés que aporta sus aguas al Gállego en el embalse de Búbal. El entorno que lo envuelve es magnífico, con agua fluyendo por doquier y bosques que la nieve cubre de blanco en invierno. Merecen una parada la iglesia de San Miguel (siglo XVI), las Casas del Valle (XVII) y el Palacio de la Viñaza (XIX), y también el puente del Concellar, levantado en 1550 sobre el Caldarés, que servía de paso del histórico Camino Real.
La otra visita imprescindible es el Balneario de Panticosa. Se accede hasta él por una serpenteante carretera de 8 kilómetros que va regalando postales de alta montaña. Lugar donde se mezclan historia, cultura y naturaleza, el balneario se ubica a 1.639 metros, junto al ibón de los Baños y al pie de los circos lacustres de Bachimaña y Bramatuero, excavados por el hielo. Nos hallamos en el corazón del Pirineo, en contacto con la masa de granito que forma la médula de la cordillera.
Aguas medicinales
El centro termal disfruta de fuentes de aguas medicinales (sulfuradas, de mineralización débil y elevada alcalinidad), aconsejadas para curar catarros, tuberculosis y asma. Ya conocidas por los romanos, empezaron a explotarse con fines terapéuticos en el siglo XVII, aunque su fama llegó en el XIX, cuando se construyeron los principales edificios y jardines del complejo termal. Hoy el circo de Panticosa posee dos modernos hoteles y un casino, desde los que se pueden visitar la iglesia de la Virgen del Carmen, las antiguas termas del Hígado y del Estómago, el refugio de montaña Casa de Piedra y la fuente de Tiberio. De ella brotan las aguas más calientes de Aragón, a 53 ºC.
Con el invierno, el entorno del Balneario de Panticosa se cubre de nieve, los lagos se vuelven espejos blancos
Con el invierno, el entorno del Balneario de Panticosa se cubre de nieve, los lagos se vuelven espejos blancos y puede practicarse el esquí de fondo por pistas señalizadas. En verano, en cambio, se tiene la posibilidad de seguir rutas sencillas a pie, en bicicleta o a caballo, muchas de las cuales comienzan junto a la Casa de Piedra.
Una excursión muy popular se dirige a los ibones inferiores y superiores de Bachimaña por las praderas de Bozuelo y el salto del Flaire (2 horas); o bien la de Bachimaña inferior a los ibones de Bramatuero (2 horas más); o la de los ibones Azules (1,5 horas). Los montañeros expertos pueden ascender hasta los Picos del Infierno, incluso en época invernal, siendo entonces necesario llevar piolet y crampones. Pero esa ya es otra aventura.
FOTOGRAFÍAS: Resort Balneario de Panticosa; Depositphotos
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