Ciudad de México puede ser una de las ciudades de la aldea global más injustamente tratada. Miles de turistas pasan sólo por su aeropuerto para tomar un vuelo que les lleve al Caribe, Baja California o las playas del Pacífico, o se quedan dos noches para hacer el tour a las pirámides de Teotihuacán, ver el entorno del Zócalo, y el Museo de Antropología. Se van sin vivir una ciudad vibrante, culta, llena de historia y con espacios de enorme belleza.
Los defectos de CDMX son evidentes y todos son ciertos: tráfico insufrible, contaminada, inabarcable, hay que tener ciertas precauciones con la seguridad… Pero detrás de eso existe una urbe con una gastronomía fabulosa, una cultura desbordante y unas calles llenas de contrastes. Además, justamente por su poco turismo, diluido en una metrópolis de 21 millones de habitantes, la ciudad es marcadamente “chilanga”, carácter propio de los capitalinos. Eso la hace auténtica, una virtud extraña hoy en la aldea global.