Ciudad de México ha llevado la horizontalidad en urbanismo al grado superlativo. Es tan extensa que sólo se llega tras una aproximación que parece infinita. Cuando por fin el avión aterriza, se siente alivio: parecía que el piloto estaba por pasarse de destino. Una vez en territorio, sería absurdo pedir un mapa de la ciudad. Habría que doblarlo tantas veces que se perderían la mitad de las calles entre los dobleces. Hoy por suerte, se puede caminar con mapas digitales en los que un puntito señalará cuan lejos se encuentra uno del lugar que se desea visitar. Lo mejor es marcarse una estrategia, ir colonia a colonia y no dejarse atrás los planes básicos. Sin ellos, se entra y se sale de Ciudad de México sin saber muy bien por dónde se entró y se salió.