Protección y reconocimiento

La ciudad ucraniana de Odesa ya es Patrimonio de la Humanidad

La Unesco ha incluido el centro histórico de la ciudad de Ucrania, en la costa del mar Negro, en su lista de enclaves del mundo que deben salvaguardarse.

La lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco cuenta desde el 25 de enero con un nuevo bien que merece protegerse: el centro histórico de Odesa. Reunido en sesión extraordinaria en París, el comité de Patrimonio Mundial aprobó tres candidaturas de bienes amenazados: Odesa, la Feria Internacional Rachid Karami en Líbano y los monumentos del reino de Saba en Yemen.  

Odesa

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Odesa

 

Ucrania cuenta ahora con ocho enclaves Patrimonio de la Humanidad, una declaración que debería protegerlos de los ataques rusos. Al principio de la guerra con Rusia, los objetivos prioritarios a salvaguardar eran los monumentos de Kiev y Lviv, pero a medida que el conflicto se ha ido agravando, el gobierno ucraniano ha visto en la Unesco una opción de proteger la ciudad de Odesa y sus habitantes de los ataques rusos, tal y como manifestó Oleksandr Tkachenko, ministro de Cultura de Ucrania, al presentar la candidatura.

La señalización Escudo Azul, vigente desde la Convención de La Haya en 1954, servirá a partir de ahora para que la Perla del mar Negro quede excluida de los ataques bélicos. Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, ha insistido en que la declaración de Odesa "no es solo simbólica sino que tiene valor jurídico, puesto que los 194 estados miembros del comité del patrimonio Mundial tienen la obligación de no destruir deliberadamente este patrimonio".

Odesa
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El centro histórico de Odesa, ciudad fundada en 1794 por la emperatriz Catalina la Grande, tiene especial relevancia por su arquitectura del siglo XIX, representada magníficamente por el Teatro Académico Estatal de Ópera y Ballet, un edificio reconstruido en estilo barroco vienés en 1877 y reformado en 2007 que los habitantes de Odesa llaman la «tarta de Viena».

Esta ciudad portuaria, la tercera mayor de Ucrania, es un referente en la historia de Rusia y de Europa del siglo XX por la revuelta obrera apoyada por el acorazado Potemkin, un episodio inmortalizado en el film de Eisenstein de 1925. Las escaleras de aquella matanza de obreros que desencadenó el fin del imperio zarista son uno de los enclaves de visita imprescindible en la ciudad. También ineludible resulta la visita al Museo de Bellas Artes, con 10.000 obras desde el siglo XVI, incluidas pinturas del artista abstracto Wassily Kandinsky.

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