La historia está llena de páginas que hablan de conquistas. De antiguos reinos e imperios que, hambrientos de poder, se embarcaron en interminables luchas para controlar a los pueblos rivales. El objetivo era compartido: fortalecer su ego y hacerse con algunos de los lugares más prósperos de sus respectivas zonas. Algunos de ellos ocupaban las orillas del Mediterráneo, contaban con importantes salidas al mar o con puertos desde donde se controlaban las principales rutas marítimas. Otros buscaron su fortaleza en las alturas, en promontorios desde donde defenderse, valles sagrados o entre acantilados situados dentro de las rutas comerciales.
Sus capitales, marcadas por la opulencia y la prosperidad, fueron objeto de envidias y rivalidades. Esto provocó que fueran atacadas y dañadas a lo largo de la historia, haciendo que fueran saqueadas, incendiadas o parcialmente destruidas. Por suerte, una gran mayoría han logrado salvar lo que quedaba de su patrimonio convirtiéndose en un gran foco de interés turístico. Roma, Atenas, Cartago, Constantinopla, Petra, Machu Picchu, Persépolis y Tebas son solo algunas de las antiguas capitales de imperio que, a pesar de haber sufrido múltiples desfalcos, hoy se pueden visitar. Un paseo por cada una de ellas nos permitirá adentrarnos en las páginas de su historia, tan cruentas como muestran los restos que han quedado para la eternidad.