Civita di Bagnoregio lo tiene todo para triunfar: una ubicación única, historia por los cuatro costados, instagrameable a más no poder y una magia al más puro estilo Call me by your name. Sin embargo, se lo conoce como "il paese che muore", un apodo que hace referencia al progresivo deterioro de la colina en la que se encuentra. Frente a esta situación, la administración de este pueblo de la región del Lacio empezó a emprender medidas para que no muera hasta convertirse en "el pueblo que quiere vivir", según declaraciones del chef local Maurizio Rocchi.

Un millón de turistas para 12 habitantes
Tras unos años de incentivar el turismo a golpe de eventos y festivales culturales, el turismo creció notablemente y, con él, la economía. Pero el alcalde del momento, Francesco Bigiotti, quería que creciera todavía más y decidió empezar a cobrar entrada a los visitantes. Podría parecer una medida contradictoria, pero el caso es que consiguió incentivar el turismo: en 2010, un total de 40.000 personas se acercaron a alguno de los seis pueblos que conforman la zona, mientras que en 2018, solamente Civita di Bagnoregio consiguió alcanzar el millón.
Una cifra que se une a los millones de turistas que llegan a Italia anualmente. De hecho, son muchos los destinos italianos que sufren las consecuencias de turismo de masas, entre las que la calidad de vida de los locales se ve afectada. En Civita di Bagnoregio, pero, las circunstancias son un poco distintas: en el pueblo viven solamente 12 personas junto a una colonia de gatos. Desde que se empezó a cobrar entrada -que en un inicio era de 1.5€ y ahora ya alcanza los 5€-, los locales han tenido que convivir cada año con más visitantes. Para Bigiotti, la medida ha mejorado la vida de los locales y ha originado más comercios. Eso sí, también ha incrementado el número de turistas que solo pasan unas horas en la localidad.

Civita di Bagnoragio
La administración lucha para que los turistas se queden en la zona unos días y potenciar así el turismo de calidad.
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La clave del éxito
Su ubicación, a parte de su encanto, convierte a Civita en un indispensable del país de la bota que, enclavado entre Roma y Florencia, es la parada ideal para desconectar de las grandes ciudades. El pueblo descansa sobre una colina a la que solo se puede acceder a través de una pasarela, desde donde se obtiene una de las mejores instantáneas de Civita.
Acceder en coche es una de las mejores opciones, aunque también puede hacerse en tren desde las estaciones de Orvieto o Viterbo y, desde allí, coger un autobús local. Para evitar más masificación, no se permite el acceso a los autobuses turísticos, pero se está planeando trazar una ruta entre Civita di Bagnoregio, Orvieto, Viterbo y el Lago Bolsena con la intención de que la gente pueda pasar un par de días en la zona y que Civita deje de ser un destino que ver en un par de horas.
En busca de un turismo de calidad
A parte de las iniciativas artísticas y culturales emprendidas, desde 2017 la administración también lucha para que Civita sea Patrimonio Mundial de la Unesco. Y razones no le faltan. Fue fundada hace 2.500 años por los etruscos y su ubicación entre el Río Chiaro y el Torbido la convirtieron en un enclave estratégico y en parte de una importante vía comercial.

Civita di Bagnoragio
Con un importante legado arquitectónico, Civita di Bagnoregio es candidata a ser Patrimonio Mundial de la Unesco.
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Una vez dentro de Civita, uno puede visitar la Puerta de Santa María, la iglesia románica de San Donato, la iglesia de Santa Bonaventura, la capilla de la Virgen del Carcere, edificios renacentistas, el Museo Geológico o la Casa Greco.
Además, también es un lugar ideal practicar trekking o barranquismo, así como para disfrutar de una cata de vinos o aprender a cocinar pasta. Desde Civita también se pueden hacer excursiones al Lago de Bolsena y a su castillo o al Parque de los Monstruos, entre otras.