Hubo un tiempo en que ese decorado que convierte a Gante en una ciudad de película lo componían únicamente palacetes, murallas y castillos. En el siglo XVI era, después de París, la ciudad medieval más grande de Europa al norte de los Alpes. De aquellos tiempos conserva el señorial Gravensteen –el castillo de piedra de los Condes de Gante se construyó en una época floreciente durante los siglos XI y XII-, también maravillosos templos religiosos que guardan tesoros como el Cordero Místico de Van Eyck, en la Catedral de San Bavón, una singular arquitectura y las adoquinadas calles que la serpentean.
La ciudad presume de numerosos sitios Patrimonio Mundial de la UNESCO, además de museos y galerías de arte, que la convierten en un paraíso cultural. Todos estos y más factores la dibujan como postal idílica para quienes la visitan... Un escenario de cuento que el tiempo ha ido cincelando, pasando por un periodo industrial que fue el germen de su nueva piel: el street art.