Actualmente, la Jardines colgantes de Babilonia, la Estatua de Zeus de Olimpia o el Coloso de Rodas son poco más que unos nombres que evocan un pasado casi olvidado… pero la pirámide de Queops permanece allí, inmóvil, eterna, observando el paso del tiempo y el hormigueo incesante de turistas que llega hasta sus pies.

Pavimento del templo funerario de Queops / Foto: David Rull
Es difícil de imaginar un viaje a Egipto que no incluya una visita al altiplano de Giza. Allí se enterraron los tres grandes reyes de la IV dinastía: Queops, Quefrén y Micerino o, si se prefiere, en su denominación egipcia, Khufu, Khafre y Menkaura. Hoy sabemos, que se escogió este lugar por su cercanía con la capital (Menfis) y con las canteras del Tura (estaban al otro lado del Nilo y era fácil transportar bloques por el río), así como por ser un terreno propicio para construir moles de miles de toneladas ya que el suelo es muy duro. Alrededor de las tres grandes pirámides también se enterraron nobles, cortesanos y miembros de la realeza como Hetepheres, la madre de Queops, en el interior de cuya tumba se encontró un fabuloso ajuar funerario que pronto se va a poder volver a visitar en el nuevo Grand Egyptian Museum.
Dentro de la pirámide de queops
El yacimiento de Giza suele estar abarrotado de autocares y turistas que, desde hace siglos, peregrinan sin cesar hasta el lugar. Un día tras otro, se suele repetir el mismo ritual de visitas, fotografías y selfies. Hacer una visita “distinta” a Giza es, pues, casi un reto. Ahora bien, el turismo de masas suele trazar grandes autopistas y, alrededor de éstas, casi siempre se pueden encontrar lugares interesantes que, muchas veces, pasan desapercibidos.
El interior de la Pirámide de Queops podría ser uno de estos lugares. El acceso requiere una entrada extra que, por su precio, ahuyenta a muchos viajeros. Ahora bien, no siempre es fácil conseguir esas entradas porque el número de visitantes diario está limitado. Si queremos entrar dentro de la Gran Pirámide lo mejor será madrugar. La recompensa será entrar al monumento funerario de Queops por un pasillo sinuoso que excavaron los ladrones de tumbas en el pasado. Luego recorreremos un corredor ascendente construido con una curiosa técnica de aproximación de hileras de bloques, que permitió abrir un enorme espacio vacío en el corazón de la pirámide. Finalmente, llegaremos a la cámara funeraria, donde aún se encuentra el sarcófago de granito en el que se enterró el rey egipcio.

Tumba de las Barcas de Queops / Foto: David Rull
Adosado a la cara este de la pirámide, la cara que mira a El Cairo, se pueden ver los restos del pavimento de basalto del Templo Funerario de Queops, también llamado Templo de Arriba. En este lugar se hacían los cultos diarios al rey difunto. A ambos lados del templo, y alineadas en un eje norte-sur, descubrimos dos grandes fosos que fueron las Tumbas de las Barcas con las que el rey alcanzaría el destino final de su viaje al más allá: el firmamento. En su interior no se encontró ningún resto de las embarcaciones, pero en el lado sur de la pirámide hay dos cavidades análogas. En una se conserva, aun intacta, una barca desmontada. En la otra, en 1956, fue encontrada la barca que se trasladó, montada, al nuevo Grand Egyptian Museum en 2021. La visita alrededor de la pirámide de Queops se puede completar con la de las tres Pirámides Satélite que hay cercanas al Templo Funerario.

Foto: Shutterstock
El templo funerario de Quefrén
La siguiente etapa de nuestra visita a Giza puede ser la Pirámide de Quefrén. La cercanía con la pirámide de Queops permite hacer el trayecto a pie, entre algunas de las tumbas que se construyeron alrededor de las pirámides de los reyes. Las colas que se forman para entrar al interior de la pirámide interior suelen ser largas. La visita siempre merece la pena, pero si ya hemos entrado en la de Queops, tenemos una alternativa muy interesante: visitar el Templo Funerario de Quefrén. A diferencia del de su predecesor, el templo conserva buena parte de los muros y tiene un tamaño mucho mayor.
Para construir la Pirámide de Quefrén, los trabajadores tuvieron que rebajar e igualar la roca madre del lugar y aprovecharon la operación para extraer, también, algunos de los bloques que luego se usaron como material de construcción de la pirámide. Si nos acercamos a la esquina noroeste de la Pirámide de Quefrén podremos observar, en el suelo y los muros que rodean parcialmente la pirámide, las marcas que dejaron esos trabajadores al extraer los bloques de caliza. Así nos podremos imaginar cómo se construyó el monumento funerario.

Templo del Valle de Quefrén y pirámide de Queops / Foto: David Rull
Si disponemos de tiempo –y no hace mucho calor– podemos llegar a pie hasta el Templo del Valle de Quefrén por el camino asfaltado que desciende en dirección al Cairo. Es un trayecto corto, de unos 800m, que nos permitirá observar la Esfinge de Giza desde una perspectiva inusual y, ante todo, con poca gente a nuestro alrededor. Y es que en el Templo del Valle de Quefrén no vamos a poder evitar el paso incesante de grupos de turistas que quieren hacerse una preciada foto con la Esfinge de Giza de fondo. Frente al templo se encuentran los restos del muelle en el que antiguamente atracaron las barcas que llegaban hasta el lugar navegando por canales que unían el Nilo con la necrópolis.
El Templo del Valle de Quefrén es una construcción rectangular, masiva y de gran simplicidad, que fue hecha con piedra caliza que luego se revisitó de granito rojo de Asuán. En su interior se encuentran varias hileras de columnas cuadradas, también de granito, que convierten el templo en una de las obras maestras de la arquitectura egipcia. Entre muros y columnas descubriremos un pequeño corredor ascendente que conduce a la calzada que conectaba el Templo del Valle con el Templo de Arriba. Desde allí se accede a una suerte de balcón desde el que se puede contemplar la Esfinge de Giza, una colosal estatua monolítica, con cuerpo de león y cabeza humana, que se esculpió en un montículo rocoso natural. Esta fue la primera gran estatua de Egipto.

El valle desde el Mirador / Foto: David Rull
El mirador del Valle y la pirámide de Micerino
Un buen lugar para finalizar nuestra visita a la meseta de Giza es el mirador que se encuentra al oeste de las pirámides, en el desierto, tras el cual se extiende la ciudad del Seis de Octubre (una de las ciudades que circundan El Cairo). Desde el mirador se pueden apreciar las siluetas de las tres grandes pirámides de Giza. No seremos los únicos, así que, si queremos vivir el lugar con algo de intimidad, siempre podremos pasear a pie por las colinas que hay alrededor del mirador o aventurarnos a hacer una pequeña excursión en camello por el desierto, hasta alcanzar la Pirámide de Micerino o alcanzar un punto desde el que observar la alineación perfecta de las aristas de las tres grandes pirámides.

Pirámide de Micerino / Foto: David Rull