Costa Dálmata

Entre Dubrovnik y Split, la costa croata es un mosaico de islas y ciudades medievales

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Dubrovnik

El conjunto amurallado se erige en una bahía abrigada que ha servido de puerto a varios imperios a lo largo de la historia. Enfrente emergen las islas Elaphite.

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Dubrovnik

El palacio Sponza, en la plaza de la Logia, fue el centro económico de la poderosa Ragusa.

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Paseo de las murallas

Desde sus 25 metros de altura se divisa toda la ciudad, con el fuerte de San Juan protegiendo la entrada al puerto.

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Las Islas Elaphite

Este conjunto de islotes mínimos –el mayor tiene 15,5 km2– se extiende al norte de Dubrovnik y está comunicado con la ciudad por un servicio de motoras. Sus sinuosas costas guardan bahías abrigadas y playas de arena, como la de Sunj, en la isla de Lopud. El pueblo de Kolocep, rodeado de pinos y cipreses, conserva una iglesia prerrománica, y el de Slipan, un castilllo medieval.

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Korcula

La bahía de Zitna es uno de los rincones más tranquilos del sur de la isla. Su playa es de arena y queda protegida del oleaje. Se llega por carretera asfaltada.

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La amurallada Trogir

Ciudad instalada sobre un islote unido a la costa por un puente, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997 por sus vestigios medievales. Rodeada por una muralla de dos puertas, tiene placitas con terrazas, una catedral del siglo XII y varios palacios. Es un placer caminar por el puerto hasta el castillo de Kamerlengo y visitar el mercado de pescado.

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Hvar

Esta isla de piedra caliza esconde plácidas playas de arena, la mayoría con buen acceso. En la página siguiente, una cala cerca de la capital isleña, Hvar.

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Šibenik

La catedral de Santiago (siglo XVI), fue bombardeada en 1991 y reconstruida después. La ciudad fue un destacado centro cultural entre los siglos XV y XIX.

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Parque Ncional de Krka

Emplazado al norte de Šibenik, cuenta con numerosos caminos que discurren por bosques y se acercan hasta cascadas en las que está permitido nadar.

Mapa: BLAUSET

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La Costa Dálmata en siete etapas

1 Dubrovnik. En la antigua Ragusa es imprescindible contemplar la vista desde lo alto de las murallas y pasear por su avenida principal, la Placa.

2 Korcula. Esta isla alargada posee calas tranquilas de arena y una capital medieval, amurallada y emplazada sobre una península.

3 Hvar. Las matas de lavanda aromatizan esta isla de piedra caliza.

4 Split. Destacan los restos del palacio de Diocleciano.

5 Trogir. Instalada sobre una pequeña isla, es un ejemplo de ciudad dálmata.

6 Šibenik. Otro núcleo ineludible por su catedral, palacios y fuertes.

7 P.N.Krka. Protege las cascadas y lagos que forma el río Krka.

La costa dálmata lo tiene todo: vestigios romanos, palacios imperiales, ciudades venecianas y unas aguas que fusionan los azules y los verdes. El viaje de sur a norte por esta franja rocosa de Croacia obliga a debatirse entre parar a cada paso y contemplar un mar tapizado de islas, o seguir para descubrir la siguiente ciudad medieval.

El punto de partida no puede ser otro que Dubrovnik, esa maravilla de piedras, palacios, iglesias y plazas encerrada en una muralla sobre el mar. Animada por restaurantes acogedores y coquetas tiendas, su historia transcurre paralela a la de otras ciudades dálmatas. Fundada por romanos en el siglo VII, fue bizantina, veneciana, húngara y –aquí está su diferencia– se convirtió en una ciudad independiente en 1384 bajo el nombre de Ragusa, con una poderosa fuerza naval que la hizo rica y próspera. Sin embargo, Dubrovnik vivió dos ocasiones amargas: en 1667, cuando un terremoto la dejó en ruinas, y en 1991 y 1992, bajo los misiles serbios. Toda Europa participó en su reconstrucción y ahora vuelve a ofrecerse esplendorosa.

La puerta de Pile, con un puente de piedra sobre el antiguo foso de las murallas, constituye la entrada histórica a Dubrovnik. Por aquí se accede a la plaza de la Fuente Grande de Onofrio y a la calle principal, la Straden o Placa, que atraviesa de este a oeste la ciudad. No hacen falta indicaciones porque todo, los palacios, la catedral y los monasterios, está a la vista. Tampoco se pueden olvidar las calles paralelas, llenas de rincones que revelan su pasado medieval, ni el imprescindible paseo de las Murallas, desde cuya altura se distinguen el puerto, las calas más cercanas y unas aguas de cristal que invitan al baño.

Al salir de Dubrovnik por la carretera del litoral aparece el perfil de las islas Elaphite, apenas separadas de tierra firme por unos kilómetros; justo detrás sobresale la isla Mljet, declarada parque nacional en 1960. Son las más meridionales de las islas que emergen frente a la costa dálmata.

Al poco rato, la península de Pelješac se estira hasta casi tocar Korcula, capital de la isla del mismo nombre y accesible en 15 minutos de barco desde el puerto de Orebic.

La cuna de Marco Polo

Alojada sobre una breve península, Korcula fue fundada por los venecianos en el siglo IV y más tarde quedó bajo dominio genovés y turco. Mantiene sus murallas medievales (siglo XIV), gran parte del trazado original, palacios nobles, iglesias con cuadros renacentistas, un catedral gótica con tesoros escultóricos y pictóricos, y además presume de haber sido la cuna de Marco Polo.

Las mejores playas de esta isla verde y rocosa se esconden en el sur y ponen al descubierto el secreto de sus aguas: la piedra de Dalmacia del fondo refleja la luz del sol con tanta fuerza que convierte este mar en un milagro de matices esmeraldas y turquesas.

Desde el puerto de Vela Luka, en la punta opuesta a Korcula, se puede llegar en una hora de barco a Hvar. Montañas cubiertas de pinos y matas de lavanda ocupan el interior de esta isla, que pasó de manos romanas a bizantinas, croatas y, entre 1278 y 1797, venecianas antes de entrar a formar parte del Imperio Austrohúngaro. La ciudad de Hvar, en la punta oeste, extiende frente al mar su plaza principal, con la catedral renacentista de San Esteban, la Logia municipal y el palacio de Hektorovic (siglo XV). El otro puerto importante de la isla es Stari Grad, emplazado al fondo de una profunda bahía donde los siracusos fundaron la colonia de Pharos en el siglo IV a. C. En los muelles de ambas poblaciones se contratan salidas a las playas de los islotes cercanos.

Es hora de llegarse hasta Split en uno de los muchos transbordadores que conectan las islas con tierra firme. Lo que más impresiona de esta ciudad es saber que todo su casco viejo fue el palacio del emperador romano Diocleciano (siglo IV). Hoy Split es una síntesis de la historia del arte europeo, con claustros góticos, mansiones renacentistas, monasterios medievales, torres del siglo XIII y templos a los dioses de Roma reconvertidos en recintos cristianos. La joya del conjunto es, sin duda, el antiguo mausoleo de Diocleciano, transformado en catedral durante el siglo VII.

El legado veneciano

La carretera se retuerce siguiendo el perfil de la acantilada costa rumbo norte hacia la ciudad de Šibenik, a unos 80 kilómetros. A estas alturas el viajero ya conoce la tipología de las ciudades dálmatas, de clara influencia veneciana. Establecidas sobre promontorios o penínsulas, siguen el relieve del terreno, se alargan o se hacen un ovillo para caber entre la tierra y el mar. Así son Dubrovnik y Korcula, y también dos ciudades que aparecen en el camino, Trogir y Primošten, esta última con una playa de guijarros blancos y un cementerio marino. Asomadas desde sus murallas centenarias a las azules aguas del Adriático, tienen la apariencia de maquetas a escala real, proporcionadas y perfectas.

Los palacios blancos

Šibenik es otro buen ejemplo del urbanismo dálmata. Su casco antiguo de origen medieval fue enriquecido en pleno Renacimiento con palacios, una logia, iglesias y una catedral que, en 1991, las bombas serbias destrozaron y que hoy, gracias a la ayuda internacional, está de nuevo en pie. La memoria de la Serenísima República Veneciana está presente a lo largo del paseo que encadena el palacio Foscolo, la Logia antigua y el fuerte de Santa Ana, con vistas excepcionales. En el puente de Šibenik aparecen las indicaciones hacia Skradin, puerta de entrada al Parque Nacional Krka, unos pocos kilómetros hacia el interior. Bosques, desfiladeros, dos tramos de cascadas escalonadas, lagos y el monasterio de Visovac (siglo XIV) son sus principales atractivos. El parque se puede visitar por carretera y también remontando en barco una parte del cauce del Krka.

De vuelta a la costa, las 147 islas del Parque Nacional Kornati brillan bajo un sol rotundo en son de despedida. Esas colinas blanquecinas y peladas que se hunden en el mar y vuelven a emerger unos metros más adelante, fueron el retiro estival de los romanos adinerados de Zadar y un fondeadero de la flota veneciana siglos después. Navegar entre ellos es como sumergirse en un Mediterráneo que ha preservado su carácter más misterioso y deslumbrante.

PARA SABER MÁS

Documentos: DNI.

Idioma: croata.

Moneda: kuna y euro.

Cómo llegar: Diversas ciudades españolas tienen vuelos regulares y de bajo coste hasta Dubrovnik. El aeropuerto internacional se halla a 22 km de la ciudad.

cómo moverse: Lo más cómodo para recorrer la costa es alquilar un coche en Dubrovnik, aunque los principales enclaves están conectados con autobús. Los transbordadores a las islas son frecuentes en época estival. Split y Trogir disponen de tarjetas de descuento para transportes , museos y restaurantes. Los barcos que navegan por las islas Kornati zarpan de Zadar y Šibenik.

Alojamiento: Existe una oferta muy amplia de hoteles de todas las categorías, así como apartamentos de alquiler y habitaciones en casas particulares (sobes).

Turismo de Croacia en Madrid: Claudio Coello, 22. Tel. 917 815 514.

Turismo de Dubrovnik

Croacia. National Geographic, 2011.