Guía playera

La costa del Rubicón y las playas épicas del sur de Lanzarote

Desde las salinas de Janubio hasta Papagayo, se encuentran algunas de las playas más bellas de la isla.

Hay lugares en el mundo en los que la experiencia de ir a la playa deja de ser algo anecdótico para convertirse en un hecho trascendental. Lanzarote es uno de esos lugares. En ella César Manrique o José Saramago experimentaron esa naturaleza emocional, pero no hace falta ser un artista para darse cuenta de ello: en el sur, la costa del Rubicón, en el término municipal de Yaiza, provoca en el viajero un mal de Stendhal en versión isleña. Desde Janubio a Papagayo, se tiene la sensación de estar contemplando un paisaje mítico en el que a menudo parece posible encontrar algo parecido a una revelación definitiva.

El 1 de septiembre de 1730, entre las nueve y las diez de la noche, todo tembló en Timanfaya, “y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra", según dejó testimonio el párroco de Yaiza, Andrés Lorenzo Curbelo. La práctica totalidad de los asentamientos de entonces quedaron totalmente sepultados por las erupciones volcánicas producidas en Lanzarote entre 1730 y 1736, uno de los cataclismo geológicos más brutales de los que se tiene noticia. También es un litoral épico, tal como lo atestigua San Marcial del Rubicón, el importante yacimiento arqueológico que guarda la presencia europea más antigua del archipiélago canario, el asentamiento militar fundado por Jean de Bethencourt, quien inició la conquista de las islas para la Corona de Castilla a principios del S. XV.

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Yaiza

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Yaiza: el sur lunar de Lanzarote

Yaiza se encuentra en el borde de esa enorme extensión de malpaís -tierra baldía que quedó tras la lava-, que parece más propia de la corteza lunar que de la Tierra como origen del Parque Nacional de Timanfaya. Es el término municipal más al sur y al oeste de la isla de Lanzarote. Una vez se deja atrás es lo más parecido a alcanzar el fin del mundo. Todo él es blancura, calma y palmeras, un conjunto de cuidado preciosismo paisajístico que tiene en la Casa de la Cultura Benito Pérez Armas y la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios sus máximos exponentes de la arquitectura tradicional y que es una estupenda base de operaciones para disfrutar de la costa más épica de Lanzarote.

Papagayo

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Papagayo: una galaxia playera

La sinuosa y estrecha carretera por la que se circula acaba a la altura de Playa Blanca. Hay que continuar para ir dejando atrás todos los desarrollos urbanísticos que poco a poco están colonizando el sur de la isla. A partir de allí, una pista de tierra que bordea el Monumento Natural de Los Ajaches, el rotundo macizo volcánico que junto al de Famara es la formación geológica más antigua de Lanzarote, lleva hasta Punta Papagayo, donde se encuentra una de las playas más icónicas de la isla. 

Playa de Papagayo aparece a la vista con su definida forma de media luna perfecta entre dos morrones, abierta a una pequeña bahía de aguas tranquilas y de fondos verdiazules. Un paisaje oceánico y prístino que se vuelve sublime gracias a la portentosa luz que luce en esta parte del litoral conejero. En realidad, más que una playa, es el centro de una galaxia playera de jable tostado y sublime paisaje oceánico de tonos azules que resaltan por la portentosa luz que luce en esta parte del litoral conejero. Le acompañan playa Mujeres, el Caletón de San Marcial, del Pozo, La Cera, Puerto Muelas y caleta del Congrio.

 
El Charco

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El Charco de los Clicos: el paisaje más extraterrestre

Se ve una pareja observando el paisaje frente a ellos. El hombre aprovecha para sacar una fotografía mientras la mujer lo abraza por detrás. Parece no existir nada más allá que el momento eterno. Corre viento y el mar deja una espuma blanca sobre la arena negra. podría ser real, pero se trata de una escena de Los abrazos rotos que Pedro Almodóvar rodó desde el mirador que hay antes de llegar al Charco de los Clicos. La realidad es algo más prosaica, sobre todo cuando la visita coincide con alguno de los autobuses que recorren la isla haciendo tours escénicos.

Nadie quiere perderse el explosivo cromatismo de verde oliva por un lado, rojizos, negros y tonos oxidados por otro. La textura de la grava volcánica y el mar azul intenso que se vuelve espuma al llegar a la orilla, acaban por dotar al lugar de una atmósfera sublime difícil de olvidar. El Charco de los Clicos es en realidad un antiguo cráter de cuando la explosión cataclísmica de 1730 que perdió su otra mitad. Lo que quedó, fue adquiriendo peculiares formas y colores por la erosión, quedando el charco separado del mar por una playa de arena y guijarros negros que no es apta para el baño por lo peligroso del fuerte oleaje y del viento.

 
El Golfo

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El Golfo gastronómico

Junto al Charco de los Clicos se encuentra la población de El Golfo, incluida en el Parque Natural de los Volcanes. Precisamente, junto a esta rareza, se encuentra la playa de El Golfo, mucho menos transitada en la que aún es posible tumbarse en la arena junto a las barcas de los pescadores. Esta localidad del municipio de Yaiza era una de las paradas gastronómicas habituales de José Saramago cuando le llegaban visitas a su casa. Hoy sigue siendo uno de los mejores lugares donde comer en Lanzarote. Sus restaurantes con vistas al mar están especializados en pescados y mariscos locales. También es una de las mejores ubicaciones para contemplar el poderoso espectáculo que entrega el Atlántico en esta parte de costa desde lo más alto de una peña que cae sobre el mar que sirve de mirador.

 
Hervideros

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Donde el mar hierve

Muy cerca de El Golfo, siguiendo por la misma carretera, aparecen Los Hervideros, un nuevo capricho de la naturaleza en forma de un cúmulo rocoso y laberíntico, algo quebradizo y repleto de huecos y cuevas de lava entrelazadas por donde el mar se cuela en pequeñas erupciones produciendo un efecto similar al agua hirviendo, sobre todo cuando está más bravo. Con los atardeceres, gana en espectacularidad. Hay un sendero y balcones que regalan diferentes encuadres del lugar.

 
Janubio

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Janubio: Blanco o negro

Lineal belleza y cegador colorido, así describió César Manrique las salinas de Lanzarote. Un buen lugar donde comprobarlo son las salinas de Janubio, las más extensas de la isla. Llaman la atención por su particular tono entre rosado y rojizo, sobre todo cuando la salinidad es de las más altas. Allí producen siguiendo métodos tradiciones unas finas láminas de cristales irisados libres de microplásticos, según han podido confirmar con un estudio. En la bodega es donde comienzan y terminan las visitas guiadas a las Salinas de Janubio. Junto a ellas, una playa de intenso jable negro, un lugar mágico aunque peligroso para el baño, como lo deja claro la bandera roja que siempre ondea allí. Eso la convierte en un lugar poco transitado, ideal para relajarse en contacto con la naturaleza. Cualquiera de las lomas cercanas se convierten en un mirador sobre las salinas que al atardecer regalan uno de los paisajes más fascinantes de esta costa épica de Lanzarote. 

 

Papagayo