En cierto modo, Bali ha marcado los cánones de un estilo de viaje que luego han intentado imitar otros enclaves del sudeste asiático. Edén para viajeros cultos y avispados entre las dos guerras mundiales, meca de los exploradores psicodélicos que saltaban de K en K (Kabul, Katmandú, Kuta) en los años 60, ganga para australianos de vacaciones, capricho de luna de miel… Hoy Bali se halla ante la encrucijada de sobrevivir al tópico que circula sobre ella o exprimirlo hasta su última gota. La cuestión es, ¿qué convirtió a Bali en un destino singular entre los millares de islas que forman el collar indonesio? ¿Por qué incluso las grandes potencias tuvieron con ella una piedad insólita? Quizá por su deslumbrante apariencia, y acaso porque, ante un bocado como la vecina Java, la pequeña Bali siempre podía esperar.