Pasamos la vida tratando de no olvidar hasta que un día el olvido resulta irremediable y, entonces, se van borrando las circunstancias biográficas que nos permitieron vivir. Cuando di con Carlos Meneses (Lima, 1929) en su casa de Palma de Mallorca, llevaba tiempo apurando el ya débil rastro de su memoria. Fue su mujer quien me invitó a pasar, avisándome que no recordaba apenas nada de los años pasados, pero que fuera de todos modos, que con Coco —ella y todos los amigos le llamaban así cariñosamente— nunca se sabía, que igual de pronto le llegaba algún destello, un fulgor o una chispa, del que poder salvar algún recuerdo.
Carlos Meneses era uno de los últimos conocedores de los veranos mallorquines de Julio Cortázar en Deià. El periodista peruano, residente en Mallorca desde 1964, especializado en literatura sudamericana y en el paso de escritores como Jorge Luís Borges por la isla, fue el único que entrevistó al astro argentino con vida durante una de sus últimas estancias isleñas. Fue aquella ocasión en la que Julio Cortázar tuvo un tira y afloja con un paparazzi de la revista Interviú, tras haber acudido una tarde a la cala de Deià a refrescarse. Y debía hacer calor, porque por aquel entonces bajar a la cala era más o menos fácil. Lo duro era subir después la cuesta, más cuando todos los integrantes de aquella expedición playera eran fumadores empedernidos. Pero el caso es que bajaron a la cala y allí la poeta Cristina Peri Rossi se bañó haciendo topless. Los fotógrafos de la revista le sacaron algunas fotos con teleobjetivo y aparecieron publicadas con el título “las tetas de Julio Cortázar”. Era la década de 1970 y unas tetas podían ser noticia, más si al lado aparecía un famoso escritor que por entonces vivía con frenética intensidad su activismo político; pero, ¿en qué año y mes y día sucedió todo?
La visita a Carlos Meneses me dejó la misma sensación que Michael Jacobs describió en El ladrón de recuerdos (Ed. La Línea del Horizonte) de su encuentro con Gabriel García Márquez, en Cartagena de Indias: él también tenía ese mismo aspecto de entre ligero enfado y cierta perplejidad que mostraba el Nobel en sus últimos días, como si ambos se desentendieran por momentos de un mundo que les comenzaba a molestar. A pesar de ello, Carlos Meneses trató de ser amable, trató de recordar y algo recordó, arrancó algunas briznas del pasado, de cuando Julio Cortázar pasó por aquel mismo salón de visita, lo alto que era, la relación imposible con Cristina Peri Rossi. Lo que no logró recordar fue la fecha exacta que yo andaba buscando.