NERJA
Esta localidad de la Costa del Sol tiene entre sus habitantes un tercio de población extranjera, y es que no es para menos, atraídos por su buen clima, el mar y el ambiente de este rincón andaluz. De tradición pesquera y agrícola, Nerja no solo cuenta con el nostálgico Parque de Verano Azul y el Barco de Chanquete, sino que también tiene otras zonas que se asoman al mar, como su famoso Balcón de Europa, que ofrece vistas de los arenales y los acantilados que caen sobre el Mediterráneo.
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Callejear entre sus pequeños edificios blancos y perderse entre balcones llenos de flores y color lleva a conocer lugares como la Iglesia de El Salvador y el Ayuntamiento, bajo el cual se puede caminar. Otros puntos de interés son la Cueva de Nerja, Monumento Histórico Artístico de la ciudad, la cercana Zona Arqueológica del Faro de Torrox o el río Chillar, con rutas perfectas para los amantes de la naturaleza.

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ANTEQUERA
La situación geográfica de Antequera, en el cruce de caminos entre Sevilla, Córdoba, Málaga y Granada, la hace ser reconocida como el corazón de Andalucía. Habitada desde el paleolítico, los numerosos restos que la envuelven – el Conjunto Dolménico de Menga, Viera, Romeral y El Alcaide – hacen de una visita a este pueblo un viaje al pasado.
La Alcazaba, Bien de Interés Cultural, preside la localidad, bañada bajo ella de un mar de casitas blancas. La primera iglesia columnaria de Andalucía, la Real Colegiata de Santa María la Mayor, se alza también entre otros puntos de interés, como el Convento de Belén, con sus famosos dulces, y otros muchos edificios religiosos de los más de diez que se reparten por Antequera.

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EL ACEBUCHAL
Asomando por una carretera del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama se encuentra la aldea de El Acebuchal, a tan solo ocho km de Frigiliana. El acceso puede no resultar tan fácil como el de los pueblos circundantes, pero las vistas que desde allí se obtienen hacen que sea un paraje muy frecuentado por ciclistas y paseantes.
Después de que, en 1949, se despoblase del todo, El Acebuchal quedó abandonado por 50 años, hasta que una pareja cuyos padres vivieron allí decidió volver y darle vida de nuevo al lugar. Historias escritas sobre azulejos, calles tranquilas con vecinos dispuestos a saludar, piscinas, alojamientos e incluso rutas hacen de este pequeño reducto de casas un paraíso escondido en la sierra.

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CASABERMEJA
Desde los Montes de Málaga hasta el sur de las sierras del Torcal y de las Cabras se extiende Casabermeja, un pueblo perfecto para los amantes del senderismo por su cantidad de rutas y parajes naturales. A pesar de ser pequeño, este pueblo cuenta con cuatro lugares declarados Bien de Interés Cultural: la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Socorro, el Cementerio de San Sebastián, el Conjunto Pictórico de Peñas de Cabrera y la Torre de Zambra.
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RONDA
Ronda atesora la mística de de los tiempos en que acudían los viajeros románticos a dejarse cautivar por las poderosas vistas que proporciona el Puente Nuevo. El trazado de herencia morisca y el conjunto de casas blancas con blasones y refrescantes patios que se arremolinan en el centro histórico acaban por rematar el conjuro de enamoramiento que hechiza a los viajeros actuales.

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FRIGILIANA
Frigiliana es una de las aldeas más bonitas de La Axarquía. Cuenta con la iglesia de San Antonio, cuyo campanario es el alminar de una anterior mezquita. El Barribarto, su núcleo antiguo, invita a pasear por calles de paredes encaladas adornadas con tiestos de flores, mientras se descubren escalinatas, pasadizos y patios escondidos. El pueblo se aferra a un cerro donde se confunden los restos de un castillo erigido en el siglo IX. Tras recorrer las cuestas, se puede compensar el paseo en algún mesón del centro o del barrio nuevo, que sigue creciendo justo al lado.
En ellos sirven guisos de esencia morisca como el choto (cabrito) con salsa de almendras y postres condimentados con miel que elaboran en el pueblo y son un buen recuerdo para llevar a casa, junto a artesanías de esparto y barro. Frigiliana es una etapa de la Ruta de los Pueblos Blancos, que se puede seguir por la costa con enclaves aislados del interior como Cómpeta, cuna del vino axarqueño.

CASARES
El castillo de Casares, una fortaleza construida por los árabes en el siglo XIII, fue creada como bastión defensivo del reino nazarí, y sus murallas delimitaban la extensión del pueblo. Hoy son uno de los pocos vestigios que se conservan en pie. La iglesia de la Encarnación, con un campanario mudéjar, el templo parroquial de San Sebastián y la pintoresca ermita de Veracruz son otros de los atractivos del pueblo.
Resulta difícil imaginar Casares sin sus miradores. Encaramado en lo alto de una colina, a los pies de la sierra Crestillina, cuesta creer que este pueblo aferrado a la montaña se encuentre a escasos 15 km del Mediterráneo. Una panorámica teñida de cal que embelesa por la disposición de sus casas como terrones de azúcar apilados, de ahí que se bautizara a Casares como «un pueblo colgante». La visión se completa alcanzando la sierra de Ronda y el Campo de Gibraltar, enclaves que colindan con esta joya andaluza.

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MIJAS
Una escultura de bronce junto a la Oficina de Turismo es la protagonista de la Plaza de la Virgen de la Peña de Mijas. Se trata de una burro, el símbolo de la localidad. El tesón y la disciplina de trabajo de estos animales fueron la herramienta gracias a la que los trabajadores de las canteras podían recorrer las empinadas cuestas. Por estas pendientes es por donde actualmente se extiende el término municipal formado por las bonitas casitas blancas que definen la típica imagen de Mijas.
Un blanco que conforma el paisaje más clásico de los pueblos blancos andaluces, perfectamente conjuntado con las macetas azules que cuelgan de las paredes y las flores de rojo intenso que emergen de ellas. Por todo ello, el mejor plan para descubrir el municipio es dejarse llevar por la inercia de los pasos entre el laberinto de callejuelas peatonales y detenerse en alguno de los locales a probar lo mejor de la gastronomía local: un gazpachuelo o un salmorejo para aliviar el calor y una sopa cachorreña o de maimones para soportar el frío.

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ARCHIDONA
“De la tajada peña se arrojaron y en el aire las almas dejaron”, escribió Carvajal y Robles. El poeta se refería a la leyenda de la Peña de los enamorados que define el perfil del cielo de Archidona cuando se dirige la mirada hacia el oeste. Un cristiano y una musulmana enamorados huían para poder vivir su amor y viéndose casi atrapados decidieron lanzarse peña abajo para morir juntos antes que vivir separados.
Los ecos de esta romántica historia planean sobre los tejados de Archidona, cuyas casas aparecen recostadas en la falda del monte. La Plaza Ochavada, de planta octogonal, constituye el punto de referencia en el centro histórico. El patrimonio arquitectónico que se puede descubrir en su interior comprende desde el castillo fortaleza con dos líneas de muralla hasta numerosos edificios religiosos, entre los que destaca la ermita de la Virgen de Gracia o el Convento de Santo Domingo.

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GENALGUACIL
La belleza de este pueblo viene avalada desde la época del dominio árabe, pues la etimología de su nombre remite a una función decorativa relacionada con la presencia de plantas, árboles y flora en general: Genna-Alwacir, los jardines del Visir. Los límites de esta localidad están a cobijo del Valle del Genal, dentro de la Serranía de Ronda, y se encuentran rodeados por el llamado Bosque de Cobre.
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Repleto de castaños de hoja caduca, en otoño se convierte en un espectáculo de tonos naranjas, amarillos, marrones y rojos que hace las delicias de todo fotógrafo. Quizás es este gusto por la estética del que se han visto contagiados sus habitantes desde tiempos inmemoriales lo que explica que Genalguacil se haya convertido en un pueblo-museo de referencia. Y es que es ya toda una tradición que, desde 1994, cada año diferentes artistas dejan su huella en forma de obra de arte en las calles del pueblo. Un legado que se cuida y conserva convirtiendo el municipio en un auténtico museo al aire libre.