Diez pueblos que demuestran que Salamanca es inmensa (y muy bonita)

Eclipsada por su capital, esta provincia esconde un microcosmos de pueblos, paisajes rurales y comarcas con mucho carácter.

El recorrido por estas diez bellas localidades salmantinas descubre las tradiciones, los modos de vida y la arquitectura de una región que parece haberse detenido en el tiempo. El privilegiado entorno de la Sierra de Francia les da cobijo y ofrece, además, multitud de opciones para vivir la naturaleza de cerca. 

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Candelario

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Candelario

Todos aquellos visitantes que recorren las calles de la localidad de Candelario deben ir con cuidado donde ponen los pies, pues un entramado de regaderas que discurre paralelo a las aceras pone a prueba la atención de los caminantes. Cuando la nieve de la Sierra de Francia empieza a deshacerse en primavera, el ruido del agua se adueña de las empinadas calles y llena de vida el casco antiguo esta población. El carácter e historia del pueblo se ve reflejado en la arquitectura popular. La producción de embutido ha sido la actividad principal de sus habitantes, por ello la mayoría de viviendas cuenta con un gran balcón, que hacía las veces de secadero, y una planta a nivel de calle en la que se llevaban a cabo los trabajos de embutido propiamente. Huelga decir cuáles son los productos gastronómicos estrella del lugar. Otro de los elementos más característicos de Candelario son las llamadas batipuertas, puertas de madera que tapan la mitad de la entrada. Estas protegen las casas de la nieve y además, antiguamente, permitían regular la salida y entrada de los animales. Un rincón capaz de trasladar en el tiempo a todos sus visitantes.

Miranda del Castañar

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Miranda del Castañar

Dentro del recinto fortificado de Miranda del Castañar se arremolinan las callejuelas organizadas en torno a la fortaleza que las defendía, cuya torre destaca por encima del perfil esta pequeña localidad salmantina. Estas mismas calles, donde se yerguen orgullosas las típicas casas charras de mampostería y madera, se visten de gala a principios de febrero, cuando se celebra la festividad de Las Águedas. Durante toda la jornada se festeja el “mando de las mujeres”, donde ellas lucen los trajes tradicionales llenos de colores y bordados y los bailes se suceden acompañados por la música de la dulzaina y el tamboril. El entramado urbano está dispuesto sobre una pequeña colina flanqueada por el río Francia. Sus estrechas calles proporcionan cobijo en invierno y protegen del calor del sol durante el verano, y un paseo por ellas descubre pequeños rincones con encanto como la antigua Plaza de Armas. Para los que quieran sentirse como en la Edad Media deben atravesar alguna de las puertas de sus murallas y seguir el recorrido de los pasadizos que se extienden junto a ellas.

Mogarraz

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Mogarraz

A finales de los años 60 del siglo pasado, Alejandro Martín, antiguo alcalde, creó un extenso archivo fotográfico de todos los vecinos del pueblo que no habían emigrado a la ciudad en una época en la que se imponía la industrialización. El objetivo era que estos pudieran formalizar su documento de identidad. Cincuenta años más tarde, aquel archivo ha convertido Mogarraz en “el pueblo de las mil caras”. El artista local Florencio Maíllo recuperó las fotografías y las reprodujo a gran tamaño, fijándolas en las fachadas donde cada habitante había tenido su casa. Debido al aislamiento que proporcionan sus frondosos bosques, en las calles de Mogarraz uno tiene la sensación de que aquí se detuvo la historia. Sus tradiciones siguen vivas especialmente en sus bordados y trajes típicos. Durante las fiestas patronales, los mogarreños los exhiben orgullosos en sus balcones, y es posible conocer su historia y algunos de los mejores ejemplares en La Casa de las Artesanías, el museo etnográfico del pueblo. Plácidas y sosegadas, las típicas casas serranas de Mogaraz aguardan la llegada de los visitantes.

La Alberca

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La Alberca

La noche del 19 de mayo de 1434, tras largos años de peregrinaje en busca de una imagen de la Virgen, un joven llamado Simón Rolan encontró la talla que buscaba escondida en una gruta de la Sierra de Francia. Su destino le había sido revelado mediante una epifanía: debía encontrar una representación negra de la Virgen. Su hallazgo propició la construcción de un convento en el lugar, hoy conocido como la Virgen de la Peña. A cobijo de los límites del Parque Nacional de Las Batuecas, el santuario mariano vigila el pueblo salmantino de La Alberca. El laberinto de calles angostas y empedradas que dibuja el entramado urbano es el escenario privilegiado que, entre el 13 de junio y el 17 de enero (san Antón), recorre un marrano que es alimentado por todos los habitantes y entre quienes se sortea cuando se alcanza la segunda fecha. El centro neurálgico es la plaza mayor. Sobre los pórticos se levantan las casas cuyos balcones de forja lucen los alegres colores de los geranios cuando la temporada lo permite. Bajo ellas se instalaba el mercado. Ahora se puede degustar un plato de embutido ibérico o un vino de la cosecha de la comarca en alguno de los restaurantes en los que se han reconvertido.

Ciudad Rodrigo

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Ciudad Rodrigo

Un perímetro amurallado en forma de estrella rodea el pueblo histórico de Ciudad Rodrigo. Situada al suroeste de la provincia de Salamanca y muy cerca de la frontera portuguesa, esta localidad ha sido escenario de guerras y batallas debido, precisamente, a su ubicación fronteriza. Testigo de ello son sus muros abaluartados que durante siglos la han protegido. Dejarse perder por el casco histórico es un placer que descubre los numerosos monumentos que posee la ciudad, un legado que viaja desde la Edad Media hasta el Renacimiento y el Barroco. La plaza Mayor, rodeada de callejuelas empedradas, es el corazón de la ciudad. Las majestuosas arcadas en uno de sus extremos señalan la localización del Ayuntamiento, presidiendo una plaza que invita a tomarse un descanso en alguna de sus terrazas. No se debería abandonar la población sin antes visitar la Catedral de Santa María. Este magnífico templo, levantado entre el siglo XII y XIV, luce una mezcla de elementos románicos y góticos fruto del periodo de transición artística en que fue construido. Y, por otro lado, resulta también imprescindible conocer el castillo, cuyas torres de defensa reciben a los visitantes que llegan desde Portugal y cuyos muros albergan hoy un Parador Nacional.

shutterstock 736478335 (1). Alba de Tormes

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Alba de Tormes

A Alba de Tormes se la conoce por ser la cuna de una de las familias aristocráticas más conocidas del continente europeo. Tal fue así, que se convirtió en una suerte de segunda Corte de España en la que vivían personalidades de la política y las humanidades durante los siglos XVI y XVII. Una edad de oro en la que se erigieron el CARMUS, hoy museo carmelitano, y el Monasterio de las Carmelitas descalzas. El complejo fue fundado por Santa Teresa, quien falleció en Alba de Tormes cuando acudía al nacimiento del nieto de la Duquesa de Alba. Los duques vivían en el castillo, desde donde hoy se obtienen vistas espectaculares de un entorno dominado por el río Tormes. En su interior alberga los restos arqueológicos encontrados en 1993 en el mismo castillo. Alba de Tormes fue, además, nombrado uno de los Pueblos literarios de Castilla y León en 2021.

shutterstock 1544521247. Sequeros

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Sequeros

Su ubicación a 930 metros sobre el nivel del mar en plena Reserva de la Biosfera Sierra de Francia-Sierra de Béjar le ha valido el sobrenombre de Mirador de la Sierra. Rodeado por picos y valles donde crecen robles y castaños, su nombre deriva de los secadores de castañas que tenían los habitantes en sus casas. Las calles y terrazas de Sequeros permiten observar todo el entorno, que puede recorrerse mediante varios senderos que también rodean huertos y bancales con frutales. Uno de estos llega hasta el santuario de Nuestra Señora del Robledo y la ermita del Humilladero, aunque antes de llegar a este patrimonio en plena naturaleza, hay que conocer la plaza porticada del Altozano y la Torre del Concejo en la Plaza de la Iglesia. De hecho, su patrimonio refleja su pasado como capital administrativa y judicial de la Sierra, con casas burguesas, el Teatro del Liceo de finales del siglo XIX o la iglesia parroquial de San Sebastián. Su gastronomía es otro de los atractivos de Sequeros, donde pueden degustarse los embutidos de la Sierra, los escabeches de caza o el chuletón de morucho. 

iStock-461316785 (1). Ledesma

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Ledesma

La iglesia de San Miguel, aparte de ser un ejemplo de la arquitectura románica del siglo XII, aguarda en su interior la historia de Ledesma con BLETISA, el centro de Interpretación de la historia de la localidad. Otro de los lugares donde conocer su historia es la fortaleza, un espacio patrimonial donde conocer, a través de paneles interpretativos, los orígenes de la fortificación, sus usos y la historia del castillo y del resto de la Villa, donde se encuentran la iglesia de Santa María, la de Santa Elena o sus puentes, el Viejo y el Nuevo, que salva el curso del majestuoso río Tormes. En los alrededores se encuentra el Puente Mocho, obra de la ingeniería romana.

iStock-990200198. Montemayor del río

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Montemayor del río

Su ubicación sobre la cima de un pequeño monte junto al río Cuerpo de Hombre convierten este pueblo del sur de Salamanca en un lugar estratégico del paso entre los reinos de León y Castilla con Cáceres, sobre todo durante la guerra cristiano musulmana. Con la Reconquista, a mediados del siglo XI se instauró el Mayorazgo de Montemayor, que se convertiría en Marquesado. Esta familia se encargaba del cuidado del castillo, que con el tiempo acabó abandonado hasta el siglo XX, cuando el turismo permite su restauración y reconversión en hotel. Desde la fortaleza, se obtienen vistas de la Sierra de Béjar, la Peña de Francia y del río Cuerpo de Hombre, así como de los castaños que la rodean y que le han valido el sobrenombre de 'villa del castaño' por sus artesanos dedicados a la cestería del castaño.

shutterstock 1178290303. San Felices de los Gallegos

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San Felices de los Gallegos

San Felices de los Gallegos perteneció a Portugal a partir de 1297 tras el tratado de Alcañices dada su ubicación en la frontera entre ambos países, concretamente en el parque natural de Arribes del Duero. Es a partir de entonces cuando el pueblo adquiere importancia y el rey Dionisio I de Portugal manda construir el castillo. Los conflictos portugueses marcan la historia de San Felices de los Gallegos hasta la Guerra de la Independencia del siglo XIX, cuando se convierte en una de las líneas defensivas de la frontera portuguesa contra las tropas francesas. Más allá del castillo, el pueblo salamantino cuenta con la Iglesia parroquial de Nuestra Señora Entre Dos Álamos, las ermitas del Rosario, del Divino Cordero y de los Remedios, la torre del homenaje, lienzos de la muralla, puentes medievales y fuentes. En