Dicen de la costa gaditana que, junto con sus reservas naturales y las dehesas del interior, compone un paisaje tan bello que duelen los ojos al contemplarlo, como cuando se abren a la luz. A pesar de una turbulenta historia de desencuentros, árabes y cristianos dejaron en Andalucía un rico patrimonio cultural, entreverado en costumbres y paisajes fabulosos. Vale la pena ir al encuentro de la luminosa Cádiz, más que una costa, todo un balcón a la belleza del Atlántico. Al volante, la dehesa deja sentir su particular microclima, en el que las brisas del Atlántico suavizan la temperatura con las blanduras, el rocío que refresca incluso en verano.