Pirámides entre copas

Dos días en Calakmul, la selva mexicana aún por descubrir

Una travesía por el antiguo hogar de los mayas, hoy reserva de la biosfera de UNESCO y casa de una biodiversidad infinita.

La península de Yucatán tiene infinitas posibilidades si uno decide alejarse del vertical de playas caribeñas. Conduciendo hacia el interior de la península, la selva intenta engullir la carretera que empieza a contar con menos vehículos; la actividad está en sus flancos, cuajados de vegetación cuando se cruza el estado de Campeche camino al sur, al antiguo hogar de los mayas. De ellos hoy quedan ciudades enteras y varias pirámides muy bien conservadas, ahora habitadas por monos, cientos de aves, reptiles, jaguares y, esporádicamente, por un puñado de turistas, aún pocos, que se adentran en esta selva protegida, la segunda más grande de América después de Amazonas, que aún espera a ser descubierta. 

Selva de Calakmul

Foto: Shutterstock

Xpujil y más de tres millones de murciélagos

Con las mochilas cargadas de snacks para los dos almuerzos que se presentan entre pirámides y selva, hay que dirigirse a Xpujil. Se toma como punto de partida por ser el pueblo más cercano a la reserva; en su entrada se encuentra el Centro de Información Turística de Calakmul. Allí gestionan una red comunitaria de turismo alternativo y sostenible, con guías de fauna y arqueología acreditados por SECTUR (la Secretaria de Turismo Federal, a través de la Dirección General de Certificación Turística), y las cinco comunidades ecosostenibles autóctonas que se pueden visitar y donde se puede pernoctar. Lo idóneo es llegar sobre las 15h para recibir mapas e información y solicitar una visita a la cueva de los murciélagos -o realizar previamente la reserva-, tiene aforo limitado y los guías parten antes de las 17h. 

Desde el Centro de Información hay que enfilar la carretera Federal 186, es una línea recta, y parar en el flanco derecho a unos 35 minutos desde Xpujil. Allí, los guías acreditados esperan para emprender una pequeña ruta hacia un cenote seco del que, a las cinco en punto, muy puntuales, salen más de tres millones de murciélagos. Es la segunda comunidad de murciélagos más grande del planeta. Habitan en las profundidades del cenote y los turistas esperan en uno de sus flancos con las mascarillas, o telas para tapar boca y nariz, preparadas por el intenso olor a amoniaco que sube cuando los murciélagos comienzan a salir. 

Foto: Getty Images

Cueva de murciélagos de Xpujil

A las cinco en punto sale un pequeño grupo, que se asegura de que no haya depredadores. Un minuto después, miles, millones de murciélagos comienzan a volar desde las profundidades del cenote a la superficie creando un remolino de tal intensidad que los depredadores (águilas, lechuzas…) deben esperar en los árboles para no verse arrastrados al fondo con la fuerza centrífuga que ejercen. Diez minutos de vuelo, a toda velocidad hacia arriba, entre los árboles, entre los turistas, hasta crear una nube en el cielo, por encima de las copas en las que ya están jugando los monos araña. Un buen grupo, saltando de un árbol a otro y mirando desde las alturas.

La primera noche en la selva

Anochece temprano y no conviene conducir a oscuras, no hay iluminación ni cobertura. A 15 minutos de la cueva, continuando por la carretera 186 y girando a la izquierda por el sendero que indica la zona arqueológica de Calakmul, se llega al campamento Yaax'che. Está regentado por Fernando y Leticia, un matrimonio ya mayor que lleva más de 20 años viviendo en este asentamiento en el corazón de la selva. Ella cocina al fuego platillos yucatecos y chocolate caliente con miel mil flores de sus abejas. Fernando enseña el campamento, compuesto por nueve tiendas de campaña enormes sobre pavimento de cemento para evitar que se acerquen animales, aunque los verdaderos protectores son los gatos que allí viven y ahuyentan sin miedo a los reptiles.

Ruinas de Xpujil
Foto: iStock

Por la noche, se puede recorrer un pequeño sendero de unos 5 km. Hay que tener paciencia y que los ojos se adapten a la oscuridad, lo bonito es hacerlo con la luz de la Luna. Hacia la mitad, una torre de madera de unos 20 metros de alto pone el vértigo a prueba y permite a los visitantes subir a la altura de los árboles para avistar aves de día y la selva y sus sonidos de noche, en ocasiones, los de los monos aulladores.

 

Camino al hogar de los mayas

Hay dos zonas muy marcadas para visitar si se va pocos días a Calakmul. Una es la circundante a la zona arqueológica de Calakmul, hacia el sur desde la cueva de los murciélagos y el campamento. Se puede acceder directamente en coche, pero conviene hacer antes la ruta a pie que se adentra en la selva, hacia la aguada de los cocodrilos, para conocer su biodiversidad. Las rutas se realizan con los guías acreditados que facilitan desde el Centro de Información Turística de Calakmul. Por seguridad, por información y porque, entre toda esa vegetación, sus ojos están acostumbrados a avistar hasta a un colibrí.

Hay que salir temprano para poder ver coatíes, monos, reptiles, venados (sí, hay venados en plena selva), tapires, cientos de especies de aves (tucanes, pavos, colibríes, guacamayos…) y hasta cocodrilos descansando en la aguada, una construcción maya para guardar el agua de la lluvia bajo tierra que deja una charca en la superficie. Muy pocos afortunados han conseguido ver jaguares: tienen el oído demasiado fino. Aunque los guías que habitan en las comunidades de la selva los han visto en sus rutas e incluso en su jardín cuando alguno, despistado y hambriento, se ha adentrado en la aldea. Los insectos también pueblan esta selva, así que, a pesar del calor, lo conveniente es ir totalmente tapado.

Mono araña en selva de Calakmul
Foto: Shutterstock

Zona arqueológica de Calakmul, escalar pirámides y recorrer la urbe maya

Es uno de los yacimientos mayas más importantes del mundo, no solo por su extensión, también por la cantidad de estructuras que se mantienen en pie y conforman toda una urbe, por haber sido capital del reino de Kaan (el Reino de la Serpiente), uno de los más importantes del mundo maya, y por su ubicación en la selva que, frente a otros yacimientos más preparados para el turismo, hacen que sea una visita más auténtica, más remota y más rica. 

La ciudad se organiza en cinco complejos organizados en torno a una plaza central -donde se desarrollaba la vida política, económica y la religiosa-, como un reloj, de hecho les servía como tal. Lo más llamativo son las estructuras I y II, dos pirámides de enormes dimensiones que dan el nombre a Calakmul: Ca, significa dos, lak es adyacente y mul significa montículo o pirámide, “dos montículos adyacentes”. Se pueden subir y se deben subir, eso sí, los mayas debían ser tan ágiles como avanzados, porque sus escalones de piedra estrechos y de alturas desiguales requieren esfuerzo en el ascenso y cuidado en el descenso, sin miedo a bajar sentado cuando la cosa se complica. La estructura II es la más alta de todas, 50 metros de altura, se puede llegar a lo que es hoy la cúspide (le falta una parte que de otros diez metros aproximadamente) y observar toda la selva, con la estructura I asomando entre los árboles. 

Pirámide de Calakmul
Foto: iStock

Visto lo más impresionante, hay que prestar atención a la acrópolis, al juego de pelota, los caminos que conducen a la plaza, la red de suministro de agua… Estas obras públicas dan cuenta del avance, y el gran número de estelas a los pies de las pirámides (se han encontrado 120 en todo el yacimiento), de los grandes hitos de la ciudad que han ayudado a reconstruir su historia. Hay que fijarse bien, algunas aún conservan la talla y los restos de pintura. 

Deshaciendo en coche el camino hacia Xpujil, a dos horas 45 minutos, está Hormiguero, donde espera un yacimiento aún más recóndito y unos panuchos para cenar con cochinita pibil antes de descansar en las cabañas de madera de la comunidad. 

Yacimientos de Yucatán

Hormiguero, el yacimiento por descubrir

Si Calakmul está poco concurrido, Hormiguero aún lo está menos. En la otra punta de la selva, hacia el este, se encuentra este yacimiento aún por acabar de desenterrar. La parte expuesta no es muy grande, pero conserva perfectamente casi todos los tallados de las fachadas, algo inusual porque la piedra caliza se erosiona muy fácilmente. Pero al haber estado tanto tiempo resguardados por la propia naturaleza, conservan, en algunas zonas, incluso las pinturas.

Yacimiento de El Hormiguero
Foto: Shutterstock

Uno de los guías que frecuenta esta zona arqueológica, Víctor, de la comunidad Eugenio Echeverría Castellot II, lleva en la selva toda su vida, y ha sido uno de los que contribuyó al descubrimiento de aquellas ruinas, acompañando a un grupo de arqueólogos y desenterrándolas a mano en los años 80. Todo se hizo manualmente, sin maquinaria ni herramientas y de ahí el buen estado del tallado. En el edificio principal, una gran boca a modo de puerta que, decían, separaba el mundo de los muertos del de los vivos, conserva sus enormes dientes y los detalles que se extienden por la fachada: figuras zoomórficas, representaciones de la fauna de la zona... Por detrás, una vista de las habitaciones y, a los lados, montículos de césped y árboles donde descansan restos aún por destapar.

El Tren Maya y la selva que será descubierta

Pocos turistas. Estas han sido unas palabras repetidas durante el reportaje. La propia naturaleza del tipo de turismo de la reserva implica que los grupos de visitantes deben ser reducidos, de aproximadamente 10.000 al año. Hace falta silencio para avistar fauna y respeto por la naturaleza y el pasado de quienes la habitaron. El acceso es reducido y debe hacerse en vehículo propio. Para facilitarlo, el Gobierno presentó una propuesta en 2018 para crear una línea ferroviaria que cruzara Yucatán, de Palenque (Chiapas) a Cancún (Quintana Roo), para mejorar el transporte a las zonas del caribe, pero también a las arqueológicas del interior. 

Aquí llega la polémica: “Un tren que generará ingresos y empleo a comunidades marginadas del interior, o un tren que dudan si generará beneficios pero sí puede tener efectos negativos para la zona. Lo cierto es que hay poca información técnica de manera pública y la comunicación con las dependencias e instancias oficiales es escasa, esto genera mucha especulación, duda e incertidumbre”, comenta Roger Nigenda, de Visit Calakmul, a Viajes National Geographic.

Obras del tren Maya a su paso por Tabasco
Foto: Shutterstock

Esa duda le queda a Víctor, el guía de Hormiguero, que comenta su miedo a una afluencia masiva de turistas para la que no están preparados, ni con instalaciones y servicios, ni como comunidad. “Nuestras comunidades siempre han sido muy tranquilas. Nosotros vivimos de la agricultura, yo cultivo maíz, ahora cuando acabo las rutas con los turistas, me voy al maizal. Hay paz, confiamos en los grupos de turistas que vienen, son pacíficos y vienen a respetar la naturaleza y a conocer la selva, no será así cuando puedan venir grupos grandes de vacaciones”.

La selva necesita silencio y los mayas descanso. Solo así se puede salir de allí siendo testigo de la historia, observador de la naturaleza y parte de su comunidad.